Igualdad no es igual da. Estracto de una carta de Isabel Caparros al Director de SUR. Es curiosa y quiero compartirla con quien de vosotros lo desee. Toda mi vida he estado condicionada por la convicción ideológica de mis padres: el PSOE. No entendía qué ni cómo sería ese paraiso al que nos dirigíamos cuando el pueblo español les entregó su confianza. Esperaba con ímpetu inquieto ver aparecer a aquellos héroes que nos alentaban, a este pueblo, tan rico y vario en aconteceres y cultura, a desarrollarse en libertad, pudiendo hablar de todo y en voz alta, y entenderse de verdad. Tuve que dejar el colegio a los 11 años para ayudar a mi madre y permitir que mis harmanos se preparasen mejor porque eran los que tenían que sustentar a la familia. Me ilusionaba el cambio. 36 años después de aquella alegría contenida por la muerte de la dictadura, quiero decir que no hay derecho, que nadie tiene el derecho ni la potestad de traicionar tanto y a tantos. Mis padres no se cambiaron la chaqueta ¡jamás! como los que se quedaron con España, para sobrevivir y ostentar cargos y buenos puestos. A mi me enseñaron con el ejemplo el afán de superación, la honestidad, la honradez, tener presente que el dinero público es sagrado porque es fruto del esfuerzo del pueblo. Si bien tengo esperanza en el cambio de gobierno, no es menos mi indignación (¿qué saben esos indignados de indignación ni de dignidad?). El proceder de los dirigentes socialistas que, con una propaganda de postulados arcaicos y fracasados en su raiz, tan lejos del socialismo que necesitamos, dista totalmente de los que mis padres defendieron con lealtad, y que condicionó sus vidas y las de sus hijos, utilizando para ello unas siglas que, por parte de un gran pueblo, generosa y reiteradamente, le han puesto el poder en la mano, y que lo hacía a cambio de la libertad y dignidad de todos. Pero no se ha ido al traste sólo la economía. ¿Y los principios de ser persona en todas las facetas de nuestra vida?. Si a mi padre le hubiesen dicho que su hija podía ir, con 16 años, a abortar sin él saberlo, que él tenía que "ganarse su confianza" para decírselo, el dictador habría tenido otro hermano. Como mujer, estoy harta de oir hablar de los derechos de la mujer. Mi derecho es el de cualquier ciudadano. Así de sencillo. La igualdad es, aplicarla con naturalidad. ¡Cuánta charlatanería en torno a la igualdad!. ¿De qué me sirven las leyes de violencia de género, por ejemplo, si en la práctica lo que me veo es en el camino a otra población, o en una casa de acogida, perdiendo mi puesto de trabajo y llevándome a mis hijos con la tranquilidad perdida?. Si tanto se quiere practicar la igualdad, el hombre que le pone la mano encima a su pareja, que sea él el que tenga que modificar su vida de esa manera. Y si quien pega es la mujer, pues se hace igual. |