Mollina - Malaga

Las chorradas de la Margarita 45, publicadas por ella misma, Año I
31-01-12 11:51#9537237

Mi particular cuento. reptil.com
[Cuento. ANTON CHEJOV.Modificado por Margarita 45]


El alcalde de Mollina Huracán, con su capote nuevo y un atillo en la mano, cruza la plaza del mercado. Tras él camina un municipal con un cedazo lleno de aceitunas decomisadas. En torno reina el silencio... En la plaza no hay ni un alma... Las puertas abiertas de las tiendas y bares miran el pueblo desesperadamente, con ganas de vender; en sus inmediaciones no hay nadie.

-¿A quién muerdes? -oye de pronto Huracán-. ¡No lo dejen salir, muchachos! ¡Ahora no está permitido morder! ¡Sujétalo! ¡Ah... ah!
Se oye el chillido de un animal. Huracán vuelve la vista y ve que del patio del convento, saltando sobre dos patas y mirando a un lado y a otro, sale corriendo el camaleón. Lo persigue un hombre con camisa de percal almidonada y el chaleco desabrochado. Corre tras el camaleón con todo el cuerpo inclinado hacia delante, cae y agarra al animal por las patas traseras. Se oye un nuevo chillido y otro grito: «¡No lo dejes escapar!» Caras curiosas aparecen en las puertas de las tiendas y bares pronto, junto al patio del convento, como si hubiera brotado del suelo, se apiña la gente.

-¡Se ha producido un desorden, señoría!... -dice el municipal, Segundito.

Huracán da media vuelta a la derecha y se dirige hacia el grupo. En la misma puerta del convento ve al hombre antes descrito, con el chaleco desabrochado, quien ya de pie levanta la mano derecha y muestra un dedo ensangrentado. En su cara parece leerse: «¡Os vais a enterar!»; el mismo dedo es como una bandera de victoria. Huracán reconoce en él al concejal Antonio Gonzalez. En el centro del grupo, extendidas las patas delanteras y temblando, está sentado en el suelo el culpable del escándalo, un camaleón verde con una mancha amarilla en el lomo. Sus ojos lacrimosos tienen una expresión de angustia y pavor.

-¿Qué ha ocurrido? -pregunta Huracán, abriéndose paso entre la gente-. ¿Qué es esto? ¿Qué haces tú ahí con el dedo?... ¿Quién ha gritado?

-Yo no me he metido con nadie, señoría... -empieza Antonio Gonzalez, y carraspea, tapándose la boca con la mano-. Venía a hablar con Miguel Carrión, y este camaleón, sin más ni más, me ha mordido el dedo... Perdóneme, yo soy un hombre que se gana la vida con su trabajo... Es una labor muy delicada. Que me escuchen, porque puede que esté una semana sin poder mover el dedo... En ninguna ley está escrito, señoría, que haya que sufrir por culpa de los animales... Si todos empiezan a morder, sería mejor marcharse...

-¡Hum!... Está bien... -dice Huracán, carraspeando y arqueando las cejas-. Está bien... ¿De quién es el camaleón? Esto no quedará así. ¡Les voy a enseñar a dejar los camaleones sueltos! Ya es hora de tratar con esos señores que no desean cumplir las ordenanzas. Cuando le hagan pagar una multa, sabrán lo que significa dejar en la calle camaleones y otros animales. ¡Se va a acordar de mí!... Segundo -prosigue el alcalde, volviéndose hacia el guardia municipal-, infórmate de quién es el camaleón y levanta el oportuno atestado. Y al camaleón hay que detenerlo, ¡Sin perder un instante! Seguramente está rabioso... ¿Quién es su amo?

-Es del general Eugenio -dice alguien.

-¿Del general Eugenio? ¡Hum!... Segundito, ayúdame a quitarme el capote... ¡Hace un calor terrible! Seguramente anuncia lluvia... Aunque hay una cosa que no comprendo: ¿cómo ha podido morderte? -sigue Huracán, dirigiéndose a Antonio-. ¿Es que te llega hasta el dedo? El camaleón es pequeño, y tú, ¡tan grande! Has debido de clavarte una puntilla y luego se te ha ocurrido la idea de decir esa mentira. Porque tú... ¡ya nos conocemos! ¡Los conozco a todos!
Ahora exclama Auxi que ha acudido corriendo a la plaza:

-Lo que ha hecho, señoría, ha sido acercarle el cigarro al morro para reírse, y el camaleón, que no es tonto, le ha dado un mordisco... Siempre está haciendo cosas por el estilo, señoría.
Rocío, allí presente dice;

-¡Mientes, Auxi! ¿Para qué mientes, si no has visto nada? Su señoría es un señor inteligente y comprende quién miente y quién dice la verdad...
contesta Auxi;
Y, si miento, eso lo dirá el juez de paz Fautín. Él tiene la ley... Ahora todos somos iguales... Una hermana mía va a ser municipal... por si quieres saberlo...
dice Mónoca;

-¡Esto es una dictadura! no me gusta, ¡lo de antes me gusta más!
Exclama Huracán;

-¡Basta de comentarios!

-No, no es del general Eugenio. observa pensativo el municipal Segundito-. El general no tiene camaleones como éste. Son más bien camaleones de muestra...

-¿Estás seguro?

-Sí, señoría...

-Yo mismo lo sé. Los camaleones del general Eugenio son caros, de raza, mientras que éste ¡el diablo sabe lo que es! No tiene ni pelo ni planta.... ¿Cómo va a tener un camaleón así? ¿Dónde tienen la cabeza? Si este camaleón apareciese en Sierra de Yeguas o en Antequera, ¿saben lo que pasaría? No se pararían en barras, sino que, al momento, ¡zas! Tú, Antonio, has salido perjudicado; no dejes el asunto... ¡Ya es hora de darles una lección!

-Aunque podría ser del general... -piensa el guardia en voz alta-. No lo lleva escrito en el morro... El otro día vi en su patio un camaleón como éste.

-¡Es del general Eugenio, seguro! -dice una voz.

-¡Hum!... Ayúdame a ponerme el capote, Segundito... Parece que ha refrescado... Siento escalofríos... Llévaselo a Eugenio a la cooperativa y pregunta allí. Di que lo he encontrado y que se lo mando... Y di que no lo dejen salir a la calle... Puede ser un camaleón de precio, y si cualquiera le acerca el cigarro al morro, no tardarán en echarlo a perder. El camaleón es un animal delicado... Y tú, Antonio, baja la mano. ¡Ya está bien de mostrarnos tu dedo! ¡Tú mismo tienes la culpa!...

-Por ahí va el cocinero del Ayuntamiento; le preguntaremos... ¡Eh, Juan Manuel! ¡Acércate, amigo! Mira este camaleón... ¿Sabes de quién es?

-¡Qué ocurrencias! ¡Jamás ha habido camaleones como éste en Mollina!

-¡Basta de preguntas! -dice Huracán-. Es un camaleón vagabundo. No hay razón para perder el tiempo en conversaciones... Si yo he dicho que es un camaleón vagabundo, es un camaleón vagabundo... Hay que detenerlo y se acabó.

-No es nuestro -sigue El Chiro-. Es del amigo del general Eugenio, de Paulino que vino hace unos días. A mi amo no le gustan los camaleones. A su amigo...

-¿Es que ha venido su amigo Paulino? ¿Lo saben Rocío y Mónica? -pregunta Huracán, y todo su rostro se ilumina con una sonrisa de ternura-. ¡Vaya por Dios! No me había enterado. ¿Ha venido de visita?

-Sí...

-Vaya... Echaba de menos a su Paulino... Y yo sin saberlo. ¿Así que el camaleón es suyo? Lo celebro mucho... Llévatelo... El camaleón no está mal... Es muy vivo... ¡Le ha mordido el dedo a éste! Ja, ja, ja... Ea, ¿por qué tiemblas? Rrrr... Rrrr... Se ha enfadado, el muy pillo... Vaya con el camaleoncito...
El Chiro llama al Camaleón y se aleja con él del patio del convento... La gente mira a Antonio Gonzalez y a Auxi.

-¡Ya nos veremos las caras! -le dice Huracán, y, envolviéndose en el capote, sigue su camino por la plaza.

31 enero 2012, aprovechando que El Camaleón está en el campo liado co el ramón repito el cuento con algunas modificaciones
CONTINUARÁ.............................