El fantasma de Zapatero Todos tenemos la misma sensación de Déjà vù. De haber vivido idéntico drama en mayo de 2010. Zapatero subió entonces a la tribuna a traicionar su programa, a sus electores y a sí mismo. Aquel día se convirtió en un alma en pena, vagando por la política con un único objetivo: evitar el infierno de la intervención. Rajoy ya mora en ese averno. Ha corrido cuanto ha podido durante seis meses para evitarlo, pero lo ha hecho en la dirección equivocada. Prisionero de un discurso de oposición tan efectivo entonces como mortífero ahora, solo en Europa tras jugar a ser el más listo y moverse únicamente por oportunismo y por interés, hoy ha dejado de correr y se ha rendido sin condiciones. Rajoy ha traicionado su programa. Lo primero iba a ser el empleo, pero resulta que va a ser pagar las deudas. Subir el IVA era el sablazo del mal gobernante y Rajoy nos perpetra tres tajos. Al "mayor recorte de derechos de la historia de la democracia" imputado al anterior gobierno, le sucede ahora "el recorte de derechos más grande jamás contado". El PP prometió agilizar y hacer eficiente la administración, pero su gran apuesta de futuro son la diputaciones, directamente rescatadas del siglo XIX. Nada era verdad. Todo era un fraude. Rajoy ha traicionado a su electorado. Los funcionarios que querían orden y concierto y no más rebajas de salario, no van a ver su paga de navidad. Los jubilados indignados por la congelación de sus pensiones, si echan cuentas comprobarán cuánto se las han bajado por la vía de los hechos. Los autónomos y emprendedores que siguen esperando las medidas de apoyo pero solo constatan la subida del IVA. Recién instalado en el gobierno el PP hizo cuánto pudo por preservar a colectivos que sabe críticos en base electoral. Hoy la ha entregado como rehenes y como pago del rescate. Rajoy se ha traicionado a sí mismo. Si algo había demostrado tener muy claro es cómo a él no iba a pasarle lo que a Zapatero. No iba a perecer por sobreexposición y por pasarse el día dando explicaciones por todo, por todos y a todos. Las malas noticias eran trabajo de otros. El presidente solo celebraba goles y devolvía códices. Su capitulación ha sido tan total que ha asumido sin resistencia idéntico destino fatal. Lo peor de todo es que seguramente Mariano Rajoy sabe o sospecha que dentro de unas semanas, volveremos a estar hablando de sangrar de nuevo a un enfermo inerme que no solo no se recupera con la terapia de choque sino que agrava su condición. Más sangrados, recetarán médicos y acreedores solo ocupados en asegurar el pago de sus deudas, cueste lo que cueste. |