No es fácil encontrar a un profesional de la Justicia tan significado políticamente como ya lo estaba Mariano Fernández Bermejo antes de ser ministro del ramo por encargo de Zapatero. Bermejo había desarrollado una carrera trufada de ideología y con notable éxito, gracias sobre todo a puestos en los que se es designado, como el que ocupaba antes de entrar en el Gobierno: Fiscal Jefe de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo.
Como otros compañeros de gabinete Fernández Bermejo logró su escaño en el Congreso en las elecciones de 2008, pero la alegría no le duró mucho: en febrero de 2009 se veía abocado a la dimisión después de la primera huelga de jueces de la historia de España y, sobre todo, de la polémica cacería en la que compartió mesa y mantel como Garzón y el comisario de la operación Gürtel y para la que no tenía licencia en regla.
Tras mantenerse como diputado hasta el final de la legislatura abandona la política y vuelve a la carrera judicial, lo que provoca que el suyo sea, probablemente, el destino más sorprendente de todas las grandes estrellas del zapaterismo: ser nombrado por el Gobierno de Mariano Rajoy, que lo ha colocado fiscal de Sala de lo Militar del Tribunal Supremo.
