Por su juventud y su escasa experiencia incluso en política, Aído es quizá el mejor ejemplo de los políticos sobredimensionados de la etapa Zapatero. Pasó de la agencia del flamenco andaluza a todo un ministerio, aunque fuera el de Igualdad, y desde allí dio repetidas muestras de que su capacidad política no era sino... la que cabía esperar por su currículum.
Con la crisis y las tímidas reformas de Zapatero el Ministerio de Igualdad se vio reconvertido en secretaría de Estado, con la propia Aído al frente, hasta que en junio del año pasado, dadas las perspectivas del PSOE y probablemente sus propias perspectivas dentro del partido, eligió un destino lejano que le permitiese seguir viviendo del dinero público: asesora en el organismo para la mujer de la ONU.
Lo peor de todo, comprobar que el nombramiento no les ha salido a los españoles barato, ni mucho menos: Zapatero se comprometió con el organismo en cuestión a donaciones por casi 100 millones de euros que, obviamente, no saldrán de su bolsillo sino del nuestro.
