El saqueo de Bankia y la comparecencia de Rajoy España se levantaba la semana pasada con de Guindos anunciando que las ayudas públicas a Bankia serían de 7.500 millones. Y se ha acostado el sábado conociendo que serán al menos 23.500. Dinero que el nuevo presidente de Bankia ya se ha encargado de recordarnos que no se va a devolver nunca. En torno a Bankia y al sistema bancario español se está librando ahora mismo una feroz batalla política soterrada. Y en ella se está decidiendo hasta donde va a llegar el proyecto de saqueo hegemonista sobre nuestro país. Todas las fuerzas del imperialismo se han lanzado en una misma dirección: atacar implacablemente a la banca española como paso previo a hacerse con una parte sustancial de ella. El FMI marcó el camino, señalando a Bankia como el eslabón débil donde golpear. Después Hollande reclamó un rescate europeo. A continuación fue Obama quien, con palabras más remilgadas, exigió lo mismo. Más tarde la OCDE pidió que se dejara caer a los bancos que no pudieran mantenerse. "La intervención de España por la troika empieza a tomar la forma de rescate del sistema financiero" Están afilando los cuchillos para clavarlos en el sistema financiero español. Han olido la sangre y, como buitres, se disponen a abalanzarse sobre la presa. Y en un acto de cesión de soberanía sin precedentes, De Guindos entrega las llaves de la casa a quienes no buscan sino desvalijarla. Serán una auditora norteamericana y una alemana, los bancos centrales de las grandes potencias, el BCE y el FMI quienes a partir de ahora tendrán el control de la reforma financiera. En torno a este asunto hay en juego mucho más que 23, 60 o 90.000 millones de euros. Lo que parecía imposible, la intervención de España por la troika (FMI, Bruselas y Francfort) empieza a tomar la forma de rescate del sistema financiero. Y con él, la soberanía nacional se encuentra más cerca que nunca de desaparecer por el sumidero. "La degradación de nuestro país avanza al mismo ritmo que se incremente la prima de riesgo" Sólo desde aquí es explicable la insólita comparecencia de Rajoy el pasado lunes. Lanzando dos mensajes contundentes. En primer lugar, descartar tajantemente el rescate europeo para la banca española. En segundo lugar, afirmando que el gobierno inyectará todo el dinero que haga falta en Bankia, porque dejarla caer sería como “dejar caer al país”. Y es que, en efecto, en torno a Bankia se está decidiendo ahora mismo si el órdago lanzado por el FMI para forzar la puerta que permita la entrada del gran capital extranjero al control del sistema bancario español tiene éxito. O si, por el contrario, la clase dominante española podrá mantener la cerrada defensa que ha planteado para no perder el control de una parte sustancial de su gran joya de la corona: un sistema financiero en el que durante casi un siglo no ha permitido la entrada de ningún competidor extranjero. La envergadura de lo que hay en juego en esta batalla es la que ha obligado a Rajoy a salir de su habitual mutismo, compareciendo por primera vez desde que es jefe de gobierno en una rueda de presa abierta a preguntas. Plegarse al rescate del sistema financiero nacional, no sólo sería ponerlo graciosamente en manos externas, sino que implicaría tan notable pérdida de soberanía que ni gobierno ni parlamento tendrían a partir de entonces capacidad de decisión sobre el sector más vital de cualquier economía. Es, por resumirlo en una imagen, como si a una familia pasaran a ingresarle la nómina en una cartilla ajena, poniendo en consecuencia en manos ajenas la capacidad de decidir cómo reparte sus ingresos y a qué los dedica. Con su comparecencia pública, Rajoy se ha alineado pública y formalmente con el grito lanzado por Montoro la pasada semana frente a las maquinaciones del ministro de Economía poniendo el sistema bancario nacional a los pies de los caballos al quitar su supervisión y control al Banco de España. Y expresa –como ha sabido leerlo la gran prensa internacional– la determinación “valiente y testaruda” de un importante sector de la oligarquía financiera española que no esta dispuesta a ceder –o al menos a ceder sin una feroz resistencia– la propiedad y el control de una parte tan importante del sistema financiero como Bankia, el cuarto mayor banco del país. En esta situación, poner el centro de lo que esta pasando en una petición de comparecencias o en una comisión de la verdad es tanto como querer taponar una hemorragia con tiritas. Y no porque no estemos completamente de acuerdo con saber lo que ha pasado y depurar responsabilidades, más allá incluso, con juzgar y encarcelar a los responsables hasta que devuelvan el ultimo euro. Sino porque el frente está ahora mismo en otro sitio, en si el FMI, el BCE y la gran banca europea y yanqui van a romper las barreras que les permitan apoderarse de una parte de la principal fuente de acumulación de riqueza del país. Y en esa batalla es mucho lo que nos jugamos, no solo la oligarquía española. En primer lugar porque esa riqueza en disputa, no hay que olvidarlo, no es de los banqueros españoles por más que sean ellos los que la gestionen, sino nuestra, producida con nuestro trabajo, acumulada con nuestros esfuerzos y nuestros ahorros. Pero en segundo lugar porque admitir que los grandes magnates de las finanzas de Wall Street y Francfort tomen posesión, disfruten y saqueen esa parte de la riqueza nacional equivale, en las actuales circunstancias, a permitir la degradación de nuestro país a una tercera división regional. Degradación que pretenden hacerla avanzar al mismo ritmo que se incremente la prima de riesgo, provocando una presión insoportable sobre la deuda pública y privada y poniéndonos ante e abismo del rescate. Y ya sabemos por Grecia, Portugal o Irlanda lo que eso significa y las consecuencias que puede llegar a tener para el 90% de la población. Todos los recortes y ajustes que hemos sufrido hasta ahora pueden llegar a parecer un juego de niños comparado con lo que nos espera si los altos funcionarios de la troika asientan directamente sus reales en el palacio de la Moncloa. |