Mollina - Malaga

Las expectativas que suscitó Sarko con sus promesas de reforma, las ha generado ahora Hollande con su indefinición. Se esperan de él grandes prodigios. Pero la deuda estará ahí cuando la izquierda despierte.

La obra de Nicolas Baverez, La France qui tombe ("Francia en declive"), fue un aldabonazo que precedió a la llegada de Sarkozy a la presidencia. Fue también una inspiración para las promesas de reforma que sembró hace cinco años el ahora derrotado. Aquel diagnóstico sobre los males de Francia señalaba la inviabilidad de un modelo económico anquilosado, intervenido, que se mantenía gracias a la deuda pública. Sarko, siempre ambicioso, no sólo prometió una reforma, sino una ruptura con el viejo modelo, y la recuperación de valores como el esfuerzo y el mérito. A grandes promesas, grandes decepciones. En un lustro, Francia ha pasado de contemplar el declive a asomarse al abismo.

Es un punzante paralelismo que las expectativas que suscitó Sarkozy con sus promesas de reforma, las haya generado Hollande con su indefinición. Esperan de él grandes prodigios, sin ir más lejos, los socialistas españoles, tan reacios a producir ideas que prefieren sumarse a las de otros. Han atribuido al pobre François la invención de la sopa de ajo: el crecimiento. A nadie se le había ocurrido antes, por lo visto, que había que crecer para salir de la crisis. Pero han paseado a Hollande como brioso combatiente contra la austeridad de la roñosa Merkel, y le felicitan por conseguir que en la UE se empiece hablar de crecimiento y de proyectos de inversión. Se equivocan.

Es bien dudoso que Francia, con Hollande o sin él, se pueda permitir un aumento del gasto público. La deuda, como el dinosaurio de Monterroso, estará ahí cuando la izquierda despierte de la fiesta. Y es improbable que el socialista tenga la capacidad y aun la voluntad de modificar la política común. El fenómeno Hollande es un soufflé: se desinflará en cuanto salga del horno. Si el ligero cambio en el discurso europeo se debe a un fenómeno francés, no será por la aparición del nuevo héroe de la izquierda, sino por la inquietud que provoca la fuerza adquirida por los antisistema en el caldo de cultivo de una crisis que sólo tiende a empeorar. Porque la derrota de Sarko significa que la ganadora de facto es Le Pen.

La herencia de un país con poco crecimiento y una gran deuda
Los cinco años de la presidencia de Sarkozy llevaron a Francia a una difícil situación económica.
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Francia, elecciones presidenciales en Francia, Sarkozy, François Hollande
PARIS. CORRESPONSAL - 06/05/12
“Yo los necesito”, imploró el candidato presidente Nicolas Sarkozy a sus potenciales electores. Era su última estrategia de campaña para convencer, más allá del 27% que había conseguido en la primera vuelta de las elecciones francesas. Los que él necesitaba decidieron que no lo necesitan a él y parecen dispuestos a poner fin a su tumultuoso quinquenato, según los sondeos y así ser uno de los pocos presidentes franceses que no fue reelecto. El sigue confiado que la pelea será “al filo de la navaja”, que aún la puede ganar y llamó a la movilización de último minuto. Su partido, la UMP, no tiene el mismo optimismo que su jefe y prepara el “Día Después”.

El póster de campaña de Nicolas Sarkozy es él, su cabeza, sobre las aguas de un océano.

Le Nouvel Observateur hizo en su tapa una reinterpretación: sobre el mismo fondo, la imagen de Sarkozy con el agua hasta la nariz, más cerca de la realidad que debe afrontar hoy.

El naufragio de Sarkozy por decisión popular no es nuevo . El mismo se lo confesó al ex canciller alemán Gerhard Schröder en el 2011: “Si es por los números, esta elección ya está perdida”.

Pero, ¿cuándo comenzó a perder su popularidad en el Eliseo? ¿El 6 de mayo de 2007, cuando en plena crisis matrimonial, decidió festejar su llegada al poder en el restaurante Fouquet en los Campos Eliseos con representantes de los capitanes de la industria? ¿El día que se paseó en Disneylandia de la mano de Carla Bruni, cuando no hacía dos meses se había separado de su mujer, Cecilia? ¿O al irse de vacaciones a Petra con toda la familia Bruni y se fotografió con el hijo de Carla? ¿O cuando le lanzó su “Rajá, pobre petotudo” a alguien que lo había criticado en el Salón de la Agricultura? ¿O tras la audiencia con el Papa, en la que se la pasó enviando mensajes de texto? ¿Cuando estigmatizó a los gitanos en julio de 2010 ,en Grenoble?.

Sarkozy empezó a perder su popularidad, que lo puede llevar a abandonar el Eliseo, en el 2007 cuando los franceses percibieron a derecha e izquierda que su personalidad, su comportamiento y su agresividad afectaban la investidura presidencial , la imagen que ellos tenían de un jefe de Estado y la que su país debía proyectar en el mundo. El divorcio inexorable se produjo allí: fue un escozor, una vergüenza ajena, que se transformó en un “referéndum contra Sarko” en la primera vuelta de las elecciones del 2012. Por encima de la UMP, su deshilachado partido, más allá de los principios de la derecha, sin contar la crisis y los gestos sarkozistas para salvarlos. En sus cinco años en el poder, Sarkozy no produjo la “ruptura” anunciada. No fue ni Thatcher ni Schöeder ni De Gaulle.

Sus promesas quedaron allí .

Hubo en el Eliseo un tsunami de comportamiento, pero no un cambio de los arcaísmos del “modelo francés”. Francia continuó con un crecimiento inferior al 1% en todo el quinquenato, un millón de desempleados más, una deuda pública gigantesca y un déficit en ascenso. Ningún presidente de la V República finalizó con peor perfomance. Confundió su hiperactividad con reformas nunca terminadas y por eso lo puede pagar caro hoy en las urnas.