La pobreza del espiritÚ........ Su santidad Juan Pablo II, durante su segunda visita a nuestra ciudad, nos recordaba algunas líneas fundamentales para una vida económica acorde con el Evangelio y conforme con nuestra naturaleza humana. Nos decía "¡Realiza tu trabajo usando correctamente los recursos que Dios te ha dado! ¡Transforma sus riquezas con la ayuda de la ciencia y de la técnica, pero no abuses, no seas usurpador ni explotador, sin miramientos, de los bienes creados! ¡No destruyas y no contamines! ¡Recuerda a tu prójimo, a los pobres! ¡Piensa en las generaciones futuras!" Nos recordaba un principio evangélico: "No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6,24). El Papa invitaba a superar la tentación de poner los bienes terrenos por encima de Dios y nos cuestionaba sobre el ateísmo práctico de muchos bautizados Los Obispos mexicanos han afirmado que el crecimiento económico no debe ni puede ser confundido con el desarrollo humano. (…) un modelo de desarrollo auténticamente humano, es aquel que posibilita que las personas crezcan de un modo integral y armónico, de acuerdo a su dignidad, poseyendo oportunidades para actuar de modo solidario y responsable . "El afán de ganancia exclusiva, por una parte y por otra, la sed de poder, con el propósito de imponer a los demás la propia voluntad" . Este afán de tener más se ha expresado claramente en nuestro medio, en el cual, víctimas de la publicidad nos creamos necesidades ficticias, y vivimos en una carrera que nunca acaba por obtener los satisfactores que nos son presentados como indispensables para una vida plenamente humana y feliz. La angustia consumista nos hace incapaces de advertir las necesidades de los más pobres . Sin confundir la pobreza de espíritu con la miseria o con la indigencia, es conveniente recordar lo que se entiende por pobreza evangélica. La pobreza de espíritu, la que Cristo llama bienaventurada, consiste en no poner el corazón agradecido a Dios por cada bien que poseemos; consiste en saber disfrutar de lo que tenemos, evitando todo exceso dañino; consiste en compartir esos bienes con los necesitados, en espíritu de caridad evangélica, sabiendo que cuando damos la mano a un pobre, es al mismo Cristo a quien ayudamos; consiste en no valorar a las personas por lo que tienen, sino más bien reconocer y promover la dignidad de todos por igual. "Evangelizar es hacer lo que hizo Jesucristo, cuando en la Sinagoga mostró que vino a evangelizar a los pobres. Él siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Él nos desafía a dar un testimonio auténtico de pobreza evangélica en nuestro estilo de vida y en nuestras estructuras eclesiales, tal cual como Él lo dio" . |