Cuevas Bajas - Malaga

La indemnización a las mujeres vejadas por el franquismo, acordada ahora por la Junta de Andalucía, es otra vuelta de tuerca a la larga memoria del dolor heredado de aquella guerra fratricida. Quizá nunca es demasiado tarde para reparar un capítulo siniestro de la Historia, para rehabilitar a las víctimas, como aquellas mujeres a las que llamaban ‘pelonas’ en muchos casos violadas y paseadas con el pelo rapado para someterlas a escarnio por confraternizar de algún modo con los enemigos. Este era un episodio de aquellos años de plomo y sangre que, con las cárceles y los campos de concentración atestados, con los tribunales amortizando los juicios sumarísimos hacia el punto y final, había quedado ensombrecido entre la letra pequeña de la Historia. Sin embargo, a veces sí es demasiado tarde como para hacer realmente justicia. Y sobre todo cuando se llevan treinta años en el poder como el Partido Socialista en Andalucía. En los ochenta, muchas de aquellas mujeres estaban vivas y para ellas, apenas echado el cierre a la dictadura tras décadas de marginación y silencio ignominioso, hubiera sido formidable un acto de reparación. Entonces ya eran casi septuagenarias, pero era su momento. Ahora parece tarde para un decreto como éste, cuando ya apenas hay un registro con seis mujeres, nonagenarias más o menos desmemoriadas según la indulgencia del Alzehimer. Así que este decreto llega irreparablemente tarde, tanto como para desautorizarse a sí mismo.
Si la Junta esperaba que la derecha reaccionara atrabiliariamente, entonces desde luego que han tenido éxito. Otra vez al PP le han vuelto a aflorar esos demonios que le impiden tomar distancia con el franquismo, el régimen que siempre se han resistido a condenar, y ahorrarse los discursos provocadoramente ofensivos como ese portavoz que ha calificado el caso de “vomitivo” o la número dos que también se ha pasado de frenada. A cualquier dirigente del PP seguramente le habría bastado con lamentar la incompetencia de la Junta al privar a estas mujeres de un reconocimiento que debió llegar treinta años antes, pero meterse en el charco de las groserías sólo se leerá como lapsus linguae freudiano que la maquinaria de propaganda de la Junta no va a desaprovechar sobre todo ahora que el PP amenaza sus cotos vedados del interior de Andalucía. Todo este juego político resulta penoso, con la izquierda enrocada en sus retornos oportunistas a la guerra, esta vez a precio de saldo, y la derecha atrapada con sus demonios. Al menos esta vez hay margen para la atenuante de hacer llegar discretamente el cheque a esas mujeres, sin organizar broncas ni romerías con la fanfarria habitual del aparato de propaganda para ocupar el lado bueno de la foto.
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