De entrada la puntilla: las corridas de toros son un espectáculo bochornoso que pueden escenificar perfectamente la obvia superioridad del hombre y la fascinación enfermiza por la sangre. Contra toda lógica hay quienes creen tener un derecho divino a disponer a su antojo de la vida de otros seres sensibles, llegando incluso a justificar y trivializar la muerte del toro como pura diversión.