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Alozaina - Malaga

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España > Malaga > Alozaina
25-01-11 13:12 #6934411
Por:No Registrado
HOMENAJE AL BURRO
Quien pudiera leer esas tarjetas modernas ( yo no pude leerla) aunque me lo contaron, donde se ven estampa¬dos cinco ó seis nombres y una fila de apellidos, no se figura que el sujeto designado en ella sea una simple persona (aunque bien pudiera ser persona simple); sino todo un per¬sonaje de los de cuerpo entero, muy considerable, empingo¬rotado y magnifico. Porque es añeja costumbre emitar a monar¬cas, príncipes y grandes señores con abundancia de apelativos, preposición y conjunción para resaltar sus diferentes apellidos y sorprender al oyente como un ridículo hidalgo. Mientras hay enjambres de hombres y mujeres menguados y disminuidos en todo por su poquedad e impuesta miseria, apenas se atreven á llamarse tal o cual.

No pertenece á este último grupo mi héroe, sino á la “primera ca¬tegoría”; pues además de los muchos nombres que en todos los idiomas tiene, sólo en el nuestro país posee varios, y no poco altos, sonoros y significativos, como asno, burro, borrico, pollino, jumento, garañón etc., pedir más es gollería, fuera de los singulares apelativos que por su corpulencia, pelo y cualida¬des suelen aplicársele, como el Machote, el Muelo, o borrica inteligente etc., etc.

Puedo afirmar que en la feria de ganado de Alozaina se representaban los más importantes animales de mi época, caballos, mulas y asnos, entre ellos el asno cordobés, catalán, mallorquín y zamorano, son las mejores del mundo y bien definidos, aunque por mis carencias económicas siempre aposte por la compra de una borrica cruzada, más barata y sin registro genealógico sin preocuparme de su pureza y fomento, pues el burro es el, solo él es capaz de lidiar en todas las categorías.

Así, desde los tiempos más remotos, sucede con los semidioses, caudillos, héroes y príncipes; pues vemos que Homero dice: Aquiles el de los píes ligeros, Nés¬tor el Prudente, Ulises el Astuto; Virgilio habla de Eneas el Piadoso ó Pío; Tasso, del soberbio Argante; dejando aparte poetas y poemas, vemos que la misma historia nos relata hechos de Solimán el Magnífico, de Ruy Díaz el Campeador, de Don Fernando el Santo, y hasta de D. Sancho él Gordo y de D. Enrique el Impotente, o el cacique ramplón que cuando tenían bastón lamia hasta el puño. Y para mayor semejanza con personajes tan ilustres, también el asno tiene su abolengo indiscutible y antiguo; y aun sobre su cuadra ó pesebre podría colocar aristocrático escudo de armas, figurando en campo verde una hermosa albarda, par¬tida en cuatro cuarteles por dos varas de arriero cruzadas: en cuyos mencionados cuatro cuarteles lucieran otras tantas pezuñas, y coronado todo ello, á guisa de emplumado yelmo, por un par de colosales orejas.

De la misma Asia, grande y fecunda madre de hombres y dioses, procede el asno, que en tiempos bíblicos fue lle¬vado al África, donde se multiplicó y propagó como las hierbas del campo y los prestamistas de Madrid y las carencias alimentarias de toda España. De Asia y África fue llevado á las demás partes del mundo, singular¬mente á Américas, donde lo introdujeron los es-pañoles con el carnero, el cerdo, la vaca y el caballo.

En su estado salvaje es grande y fuerte: llamase onagro y la es¬belta y pintada zebra es una variedad suya. Pertenece á la familia de los solípedos, orden de los paquidermos, clase de
los mamíferos. Tiene 12 muelas, ocho dientes incisivos y dos caninos en cada quijada: total, 42. La preñez de la burra dura doce meses, pues la naturaleza necesita tomar tiempo suficiente para producir sus obras maravillosas.

Físicamente el burro es más robusto que el caballo: padece menos enfer¬medades; requiere menos alimento y cuidado; sufre mejor las privaciones y las fatigas; le aventaja en el alcance de la vista, en la finura del oído, y en la firmeza y seguridad con que anda por escabrosos lugares sobre piedras movedizas y entre horrendos precipicios. Moralmente es un conjunto de virtudes: siendo utilísimo para él hombre, sufre sus malos tratos con ejemplar humildad y paciencia: su sobriedad es la sátira de nuestra gula; su mansedumbre contrasta con nuestra soberbia; su trabajo incesante, con pereza y holganza del cacique. Hasta su natural gravedad le da cierto aspecto de filósofo pensativo y melancólico, de que no saca ventaja alguna; mientras numerosos individuos de la familia humana logran elevadas posiciones y pingües beneficios con sólo imitarle en esta gravedad, que ante ojos vulgares parece seguro indicio de vasto saber y consumada prudencia.

Mas no por ser tan serio y silencioso deja de ser expresivo; al contrario, lo es, y en grado altísimo y sorprendente, cuando le inflama el amor y en el triste camino de su vida encuentra á su com¬pañera. Vedle agitar como abanicos entrambas orejas, y re¬chuparse los labios, como quien saborea un manjar exquisito: con la flexible cola azota sus costados á guisa de discipli¬nante; véase acercase poquito á poco á su hembra, huélela por la popa, y entonces sonríe, plegando el hocico y mostrando una caja de dientes parecidos á teclas del piano: en seguida mueve á un lado y otro la cabeza, y la levanta hacia el fir¬mamento, como si dijese: Caballeros, de aquí á la gloria. Y para publicar urbi et orbi su felicidad y contento, con la sonora trompeta de sus pulmones lanza un formidable re¬buzno, adornado de escalas, altibajos, jipíos y florituras, á que no llega el relincho de ningún caballo, y de que debie¬ran avergonzarse todos los tenores del universo.

El burro es el caballo del pobre, y aunque de inclinaciones pacíficas, también ha servido para los combates cuando el hombre, violentando su naturaleza, lo ha llevado á luchar entre los peligros y estruendo de las armas. Así los guerre¬ros de la Mesopotamia, Asiría y Persia lo emplearon, y tam¬bién los caudillos del pueblo hebreo. Meruan, califa de Oriente, fue apellidado el Asno por su robustez y valor; y aunque príncipe victorioso, llevaba ufano y con orgullo tal sobrenombre, de que hoy cualquiera chupa charcos se abo¬chorna y ofende. Jacob llama, en son de alabanza, asno fuerte á su hijo Isaac; y algunos autores han apellidado á San Agustín el asno de la Iglesia, por su constancia en el trabajo.

En las comarcas de Oriente, y en todos los países cálidos, es donde el burro alcanza su mayor fuerza y corpu¬lencia y también su mayor estimación: como leemos en la Biblia, reyes, príncipes, patriarcas, profetas, caudillos y jueces lo usaron por la mejor cabalgadura: Abraham, Saúl, Abigaíl, David y sus hijos, la Sulanita y los santos profe¬tas lo empleaban en sus viajes: el libro de Judit menciona á un señor que tenía la friolera de 40 hijos y 30 nietos, cuya familia caminaba sobre 71 burros, amén de los que llevaban para conducir el agua y los comestibles, con lo que forma¬rían la más lúcida cabalgata. Job, entre sus muchas rique¬zas, poseyó 500 burras, y no sé cuántos pollinos: en la an¬tigua Tesalia se pagaron algunos de estos animales á 70.000 sestercios, y cuatro de los más robustos y hermosos se ven¬dieron en 400.000. En Roma no era raro dar por uno solo de 1.000 á 2.000 pesetas, según el valor actual de la moneda.

La hermosa Poppea, mujer del emperador Nerón, tenía 600 burras, y hasta mandaba conducirlas en sus viajes para ba¬ñarse á diario en su fresca leche, y conservar la suavidad y blancura de la piel, que brillaba como el raso; lo cual no estorbó que su imperial marido la matase de una gran patada en el vientre; pues las coces de tan “ilustre” personaje de¬bieron de ser terribles, como de mulo manchego.

Baco y Vulcano, dioses del gentilismo, acudieron en as¬nos á la batalla contra los gigantes, y en asno fue el primero á la famosa conquista de la India: en asno cabalgaba el pro¬feta Balaán, cuando el animal se detuvo, y con palabras severas le reprendió su conducta, no hablando de memo¬ria como los loros, que repiten lo que oyeron sin enterarse del concepto, sino como podría expresarse el más sabio de los siete sabios de la Grecia. Y sin necesidad de acudir á tan lejanas antigüedades, pues abundan escépticos que las nie¬gan, alegando la incertidumbre y nieblas del largo tiempo transcurrido, aseguro, bajo palabra y fe de honradez, que yo he visto leer á un burro, con sus grandes gafas cala¬das, y puesto ante un atril, donde había un libro abierto, al que miraba con notable aplicación y fijeza. Cierto es que el animal no pronunciaba ningún vocablo; pero supongo que leería para sí, y también que sacaría no escaso fruto de la lectura, según su aspecto inteligente y reflexivo. Nadie podrá negar que en muchos circos hay burros sabios que entienden de aritmética, distinguen entre las mujeres del concurso cuales son las más feas y las más bonitas, las más mayores y las más jóve¬nes, abarcando así dentro de su caletre ciencias y artes, y haciendo otras mil habilidades ingeniosas, que dejan á los espectadores maravillados y pluscuamperfectos.

Mas ¿á qué extrañar cosas tales, habiendo en España pro¬vincias, como sucede en la de Málaga, donde los mandan á estudiar y suelen oírse diálogos por estilo del siguiente? Tío Fulano, esta tarde vamos de merienda á la loma grande varios amigos. ¿Podría usted alquilarnos cuatro ó cinco burros?
Y el tío Fulano responde con el mayor aplomo: Lo siento. Hoy no puede ser, porque los he mandado á estudiar y no volverán hasta la noche. Si mañana sirven, estarán listos.

Declaro que al oír por primera vez semejante diálogo me quedé confusa y llena de curiosidad. ¿Sería un guasón el tío Fulano, que se burlaba? Y de otra manera, ¿qué burros tan inteligentes y aplicados eran aquéllos? ¿Qué ciencia ó arte aprendían? ¿Con qué libros y bajo la disci-¬
plina de qué maestro? Después me informaron de que, para ahorrarse piensos, envían los dueños sus burros al campo, á que allí se alimenten de las hierbas que hallan, y á esto le llaman estudiar, y está bien llamado: que no es flojo ni fácil estudio el de buscarse la vida.

Millones de hombres nacen, crecen, envejecen y mueren sin haberlo en¬tendido jamás; pero el asno, desde la primera vez, lo com¬prende y practica. Y luego le tachan de torpe y romo. ¡In¬justicias del mundo! Mas no todos le motejan y ofenden; pues Aristóteles, Plinio y Marco Varrón, entre los antiguos, y el magnífico caballero Pedro de Mexía, el Conde de Buffón y otros muchos, entre los modernos, elogian sus altas prendas y exce¬lentes virtudes, como función de desagravios por las inju¬rias y malos tratamientos con que á menudo le menosprecian y abruman.

El jumento no rabia jamás, como el perro, el gato, el cerdo, la rata y otros animales: se alimenta con poco, tra¬baja mucho, es robusto y dócil, acémila y cabalgadura; su hembra nos proporciona la leche más fresca, y semejante á la de mujer; por esto, desde antes que amanezca, sale una le¬gión de burras por las calles para curar y alimentar á los acatarrados y tísicos del mundo conocido. Como éstos beben acurru¬cados en su cama el néctar saludable y espumoso que les sirven desde el portal, ni siquieran conocen á sus amas de leche; aunque si las conocieran, ¡ingratos! ni aun las salu¬darían al encontrarlas por plazas ó plazuelas, calles ó calle¬juelas.

Si durante su vida es útilísimo para los hombres el asno, sigue siéndolo también después de muerto; pues de su piel se hacen cribas, tambores, vainas de espadas y sa¬bles, zapatos, asientos, estuches, grandes carteras, forros de librotes y baúles, y hasta cubiertas impermeables de tiendas, muy estimadas por los árabes. De parte de su cuerpo se extraen las mejores gomas y colas; de sus huesos se hacen botones y otros mil objetos; y si no co¬memos sus carnes, más bien, que por otro motivo, es por falta de costumbre, como sucede con los canarios, ruiseño¬res, loros, guacamayos, pericos, etc. Al decir que no se come la carne del burro, paréceme que hablé muy de ligero, y que si tuvieran voz y palabra los chorizos, longanizas, salchichones y toda suerte de embutidos, singularmente los llamados económicos, y aun muchos picadillos y chuletas, posible es que impugnaran mi aserto, probándome como dos y dos son cuatro, que la tal carne se guisa, traga y digiere por millares y millares de individuos, no pocas veces disfra¬zada de ternera y oculta bajo doble ó triple envoltura de papel letrado y con la salvaguardia de nombres extranjeros y pre¬cios x.

En circunstancias calamitosas, no sólo se ha comido a sabiendas, sino que se ha pagado por fabulosa manera; durante el asedio de Samaria, cercada por el rey de Siria, llegó á valer 800 monedas de plata una cabeza de asno. Aunque tales monedas de plata equivaliesen á las mo-dernas del real, que son las menores, ya es bastante dinero. Sitiada otra ciudad por el famoso Artajerjes de Persia, se vendieron cuartos de burro á 70 dracmas, y a 15 dracmas las raciones.

En Sagunto y Numancia, y modernamente en la guerra de Cuba y Melilla, sucedió cosa muy parecida, pues no quedó burro en tales poblaciones y algunas leguas á la re¬donda, que no fuese pasado a cuchillo y a diente, propor¬cionando sustento a los heroicos defensores. Y es tradición no desmentida que ninguno de éstos rebuznó, ni advirtió que le creciesen las orejas, a pesar del mencionado alimento.

Mas ¿qué mucho que haya servido a veces para sustento de hombres, si también como medicina sirve para curar, ó aliviar cuando menos, sus dolencias y enfermedades? Por¬que, según antiguos autores, el hígado de asno, cocido con romero y tomado en ayunas durante algunos días, tiene grande eficacia contra el mal caduco ó gota coral; sus cas¬cos, hechos polvo finísimo y disueltos en leche, son antive¬nenosos y antipútridos: mezclado este polvo con miel, cura la disentería: cocido con leche y salvia, alivia las irritacio¬nes de los ojos; y si fuese a seguir enumerando cuantas ex¬celencias y virtudes le atribuyen nuestros antepasados, sería tarca por extremo prolija y poco menos que interminable. Por lo cual no podía dejar de ser tratado en la literatura, las artes y la historia.

Apuleyo escribió su celebérrimo Asno, que la posteridad comparó en valía con el oro mismo, y así le llamamos hoy El Asno de Oro, libro donde se describen las aventuras y mal andanzas del metamorfoseado Lucio, y que no contiene menos doctrina que los versos áureos de Pitágoras; los pintores y escultores medioevales representan la figura del asno como emblema y símbolo de la sobriedad y mansedumbre; La Fontaine y Samaniego le tomaron por héroe de sus Fabulas; Julio Janín publicó, en 1829, su no¬vela El Asno muerto, ó la Mujer guillotinada, que tanto llamó la atención pública; el pintor Décamps fue premiado por su admirable cuadro Los Asnos de Oriente; y buriles y cinceles, a competencia, han inmortalizado el asno de Sileno y el rucio de Sancho Panza.

La Historia Sagrada nos dice que con una quijada de asno se cometió el primer homicidio: con igual herramienta mató el forzudo Sansón mil filisteos; aunque rebajásemos los muertos a la mitad, y aun a la dé¬cima parte, quedando en ciento, siempre resultará una qui¬jada extraordinariamente funesta y varios carros llenos de cadáveres.

Puede estar orgulloso el caballo por haber existido un Belerofonte, un Bucéfalo de Alejandro, un Babieca del Cid; y, en las regiones de la fantasía, el Rocinante de D. Quijote, superior a todos ellos; pero el burro tiene mejores papeles, como suele decirse, y títulos más altos y valederos para nuestra estimación y alabanza. Porque él, con la mula y el buey, acompañó en el establo de Belén á la misma Virgen, y fue testigo del nacimiento de Jesús, cuyos miembros calentaba con el vaho de su aliento ; sirviéndole des¬pués de cabalgadura en la huida á Egipto, cuando el tunante de Herodes se propuso no dejar un chicuelo vivo en la capi¬tal, ni en diez leguas á la redonda; y, por último, conduciéndola sobre sus lomos para la triunfal entrada en Jerusalén, mientras la muchedumbre popular cubría de flores el suelo, y las puertas y ventanas y miradores, de palmas y guirnaldas, exclamando á voces con júbilo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Hosanna al que llega en nombre del Señor montado en un burro!

Si algún otro animal existe que se crea con mejores títu¬los para nuestra estimación y afecto, que levante el pico, el cuerno, la pezuña, ó lo que fuere, en señal de protesta; pero mientras tanto, ninguno podrá negar, ni aun poner en duda un solo momento, las altas dotes, insignes, excelen¬cias borricales y virtudes que dejo mencionadas. Alozaina: Rosarito Siglo XIX
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25-01-11 16:07 #6935452 -> 6934411
Por:No Registrado
RE: HOMENAJE AL BURRO
De todos los burros de Alozaina el más saludable era el borrico de Hevilla, hay que ver como se golpeaba el pecho. con su imponente badajo.
Puntos:
25-01-11 17:20 #6935933 -> 6935452
Por:No Registrado
RE: HOMENAJE AL BURRO
Habria que hacerle un Monumento a los Asnos de Alozaina, por las hambres que quitaron.
Buen articulo
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25-01-11 17:56 #6936177 -> 6934411
Por:No Registrado
RE: HOMENAJE AL BURRO
Traemos un burro.
Que puede con todo.
Que aunque lleva carga.
El puede con todo.
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25-01-11 23:09 #6938807 -> 6936177
Por:No Registrado
RE: HOMENAJE AL BURRO
Propongo: Hacer imagenes de Burros (asnos) en la entrada del pueblo y aun tamaño adecuado, (fotos y turismo), asi como viajes programados con Burros por los caminos O Colas de Sierra Prieta, esto dejara dinero, EL LEMA AL "BURRO" DE ALOZAINA EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE
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26-01-11 12:28 #6940850 -> 6938807
Por:No Registrado
RE: HOMENAJE AL BURRO
Por favor, que no falte el borrico de Hevilla.
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28-01-11 17:22 #6956847 -> 6940850
Por:No Registrado
RE: HOMENAJE AL BURRO
me gusta este post!!!!!! Muy Feliz
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04-02-11 22:17 #7007010 -> 6956847
Por:No Registrado
Re: homenaje al burro
Adelante con el proyecto de burros para todos
Puntos:
04-02-11 22:20 #7007027 -> 7007010
Por:No Registrado
RE: Re: homenaje al burro
Mas vale burro en mano, que proyecto traspapelao.
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05-02-11 06:12 #7008448 -> 7007027
Por:No Registrado
RE: Re: homenaje al burro
Aunque el Sol fue intencionado, gracioso y oportuno,
¡ni el uno cae de una mulan ni el otro cae de un burro!
QUE SE PROTEJA A LOS BURROS,LOS BIPEDOS QUE SE LA BUSQUEN
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01-03-11 01:08 #7176911 -> 6956847
Por:No Registrado
Re: homenaje al burro
hola osqueria hacer una pregunta es verda que el alcalde tiene una empresa de trabajo temporal. Remolon
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Tema (Autor) Ultimo Mensaje Resp
homenaje al hombre que mas tiempo lleva sacando a sa tiago Por: rodriguez mergonzalo 05-07-13 12:12
rodriguez mergonzalo
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