Velilla de San Antonio - Madrid

Este es el título de un artículo que hoy publica Javier Marías en el País Semanal, y que hace referencia a la necesidad de enfrentarnos a esos matones, que amparándose en la impunidad que les da el anonimato, se dedican a insultar sin medida, a mentir a sabiendas de que lo están haciendo, y faltar al respeto a todo el que opine de forma diferente a ellos.

Se lo dedico especialmente a Nex247, que en el foro Las Verdades de Velilla, ha contestado al hilo “Dedicado al gurú del blog”, iniciando una camino de matón profesional, como el mismo dice: “Llevo mucho tiempo jugando a esto, asi que dejate de tus palos de ciego, no vas a averiguar quien soy.”, que le va a resultar muy difícil si no imposible desandar. Y también a todos y todas las que bajo el anonimato han injuriado, vilipendiado, difamado y herido, -y siguen haciéndolo-, a personas maravillosas.

Los protagonistas son personas famosas, fundamentalmente futbolistas, pero os aseguro que vale para cualquiera de nosotros, y en cualquier momento de nuestra vida cotidiana. Es una buena lección, para todos, pero para ciertos individuos/as, mucho más.

El enlace completo, por si alguien quiere leerlo entero es:
https://ww.elpais.com/articulo/portada/matones/protegidos/elpepusoceps/20100124elpepspor_16/Tes

Algunos párrafos son así de clarificadores:

“… como todos los hinchas groseros y violentos que llenan los estadios, se estaba amparando en la masa y en el anonimato, estaba actuando con cobardía al insultar a resguardo al jugador, cosa que sin duda no habría hecho a solas y en su proximidad”

“Me pregunto cómo se hace caso omiso de las barbaridades que uno escucha dirigidas a uno”

“Yo me pregunto cómo se hace caso omiso de las barbaridades que uno escucha nítidamente dirigidas a uno, de principio a fin de un partido. Cómo se concentra uno en parar los disparos. Salvando las distancias, es como si a un actor de teatro se le pidiera que pasara de los insultos lanzados con profusión desde el patio de butacas y se ciñera a su texto, como si allí no hubiera nadie. O a un cantante que siguiera impertérrito con su recital mientras le llueven abucheos e injurias. O a un escritor que continuara con su conferencia mientras los oyentes lo llaman "hijop..." y "cabr´.n". Y como si a todos estos "profesionales" se los castigara y multara por interrumpirse o hacer frente a sus groseros detractores. El razonamiento -es un decir- de los responsables del fútbol es más o menos: "Cualquier respuesta sólo empeorará las cosas". Esto es: "Permitamos y protejamos los abusos, el matonismo y la violencia verbal, no vayamos a soliviantar a los soliviantados". Lo mismo que en los años treinta: "Cedamos ante el furioso Hitler, no se vaya a poner aún más furioso". Ceder ante los comportamientos fascistas siempre se paga caro, porque el espíritu fascista -que puede darse en gente de izquierda- toma por debilidad cualquier inhibición del adversario, y no hace sino envalentonarse y aumentar su agresividad, hasta aniquilar a ese adversario. Si el apaciguamiento está institucionalizado; si los violentos y matones están protegidos; si se condena al individuo valiente que se enfrenta a ellos o por lo menos les señala su cobardía y su mezquindad, no es de extrañar que éstos se crezcan y que cada vez estemos todos más y más a su merced.”