VOTAR CABREADO Carmen nos contaba hace unos años en el sitio de los vermús de Chueca la última perrería de su novio, al que para resumir los amigos llamamos “el quinqui”. En unas horas tenía que volver a San Francisco para casarse con él y se lo estaba pensando. Nos recuerdo al más puro estilo asamblea Movistar, levantándonos indignados para darle instrucciones precisas de lo que tenía que hacer con su vida. Que sí “tía perdónalo” o “tía no te cases si no quieres”. Hasta que la que firma dio voz a su pragmática heréncia genética de las tierras altas de Soria y le dijo “cásate cabreada”. Celebramos el consenso con unas aceitunas. Porque una se puede casar consciente de su cabreo, igual que se puede ir a votar sabiendo que no va a servir de nada y que en cualquier caso, estás respondiendo a la pregunta equivocada. Rajoy se lleva una novia cabreada, que es una cosa que no le deseo a nadie y menos a un señor registrador de la propiedad. El fatalismo de estas elecciones en las que se elige entre lo malo y lo peor para que al final, manden otros, se dijo primero en broma, como es como se dicen las cosas serias en este país. Jaime lo clavó en su transcripción del debate electoral. Nada que ver con el ánimo preelectoral de las últimas elecciones, en el que acababa de vivirse el subidón del 15M y en el que la red hervía de explicaciones sobre el sistema electoral. Otros también lo han dicho en serio, es decir, en inglés, como The Guardian o los corresponsales de por ahí. Pero para qué alargar lo que cabe en un tuit |