Pablo Lastras PABLO LASTRAS Y SUS MISTERIOS Hace años que nos conocemos solo de vernos por la carretera pedaleando indefensos y atrapados por el encanto de la soledad. Siempre llama mi atención tu educada simpatía al saludar desde la bici. Yo te observo cautivado. Pedaleas como si tus piernas fueran plumas y los pedales poemas etéreos y suaves que soportan tus caricias más que tu peso. Parece que avanzas a impulsos de alientos enamorados, como si manojos de musas fueran detrás de ti empujándote. Todo es belleza y equilibrio en tu postura. Tus movimientos son una sinfonía de armonía que rozan el arte de lo misterioso, en claro contraste con el ruido y la agresividad que dominan las carreteras. Cuando me encuentro contigo pienso que tienes un misterio que me impele a descubrirlo, es un misterio semejante al que poseen esas obras de arte que me asombran colmándome de emociones. No ha mucho hablé contigo y me percaté de que además posees -al menos- dos virtudes admirables: Una la de ser humano excepcional y otra la de deportista ejemplar. Repartes generoso lecciones deportivas y humanas, que son las que realmente acaban por enganchar a los más jóvenes a su práctica y a los demás a no dejarlo, mientras todos nos miramos conmovidos a través de tus ojos. Estás lejos del engreimiento y muy cerca de la humildad que te hace grande y admirado. Sentimos por ti una fascinación sincera y auténtica que te ganas a golpes de ternura. Este verano, después de la ruta que hicimos contigo, nos regalaste a los compañeros, con una sonrisa dibujada en tu rostro, una cantimplora y una gorra. Te faltaron dos: la de un colega y la mía. Y aquí viene lo emotivo, lo que te hace un ciclista campeón y un hombre sensible y especial. Me dijiste: “Miguel, espérame un momento, enseguida vuelvo”. Y todo un campeón ganador de etapas en el Giro, Tour y Vuelta apareció al rato con los obsequios que nos entregaste complacido y que yo, “globero” al fin, recibí emocionado como si de una ofrenda ritual se tratara. Más tarde, subiendo a Cadalso sobre mi bici, sentía que flotaba. Era una plenitud interior similar a la que nos provoca escuchar una sublime pieza musical, ella me hacia pensar que con gente como Pablo Lastras, la vida sería una gran vuelta por etapas digna de ser ganada repartiendo abrazos al coronar las cimas de los corazones. Eres un artista del pedal con un genio oculto que tanto tú como nosotros jugamos a descubrir pero que, afortunadamente, nunca lograremos. Porque si ocurriera, no tendríamos ni genio, ni duende, ni hada misteriosa que nos impulsara a afrontar el camino diario de la vida como lo hacen contigo. Y es que, Pablo Lastras hace las cosas con sentimiento. Siempre va creando delicadas obras de arte sobre el asfalto cantando al amor.
|