San Martín de Valdeiglesias - Madrid

Le da hasta en el cielo de la boca ¡¡que pena !!

Alfredo Pérez Rubalcaba, no sé hasta qué punto consciente de lo que decía, se declaró el otro día «anticapitalista radical». La endeblez de su liderazgo y la descomposición del PSOE, que en todas las elecciones celebradas desde que es secretario general ha descendido en número de votos de una forma dramática, quizá le han movido a hacer esa declaración, que no es acorde ni con la lógica y la experiencia de la Historia de los últimos dos siglos ni siquiera con la trayectoria y la ideología de los partidos socialdemócratas de los países desarrollados, y que más bien parece un guiño oportunista a los que, ante la crisis y las dificultades económicas, han vuelto los ojos hacia opciones comunistas.

Declararse hoy anticapitalista es tan anacrónico y tan absurdo como declararse contrario a las doctrinas de Galileo o a la Física de Newton. Y esa obstinación solo puede provenir de la ignorancia (que no es el caso de Rubalcaba) o de la mala fe de quien se aprovecha de la ignorancia de los demás.

Puede entenderse que cuando alboreaba la primera revolución industrial, a principios del siglo XVIII, y cuando todavía no había escrito Adam Smith «La riqueza de las naciones», algunos hombres cultos e ilustrados se declararan contrarios al libre comercio y, en definitiva, al capitalismo, concepto, por cierto, acuñado a mediados del siglo XIX por los detractores del libre comercio.

Pero tras dos siglos de comercio más o menos libre, en los que la población mundial se ha multiplicado por siete y la esperanza de vida se ha multiplicado por dos, esas dudas y esas acerbas críticas de los clérigos e intelectuales decimonónicos son hoy curiosidades históricas, y las personas que todavía las defienden casi en los mismos términos que hace 150 años ya no pueden alegar ignorancia. Menos aún cuando las doctrinas sistemáticamente anticapitalistas han dominado medio mundo durante el siglo XX, dejando un legado aterrador de miseria, crímenes y represión.

Declararse anticapitalista y usar un teléfono móvil o un iPad, o tener una cuenta corriente, es tan contradictorio como blasfemar al mismo tiempo que se comulga, o como predicar la castidad mientras se fornica en un prostíbulo.

Es evidente que los desastres electorales de los últimos meses tienen en estado de shock al secretario general de los socialistas, que sabe que su puesto pende de un hilo. Quizá sea por eso por lo que decide hacer ese brindis al sol, para ver si así encandila a ciudadanos que defienden todavía las tesis de los antisistema, de la extrema izquierda y del socialismo marxista.

Sin embargo, hay que hacerle dos precisiones, una de fondo y otra de forma. La de fondo es que Rubalcaba, como tantas veces, no se cree lo que dice, porque nadie medianamente informado cree que exista alternativa al capitalismo como el sistema económico capaz de generar más riqueza y bienestar. Y no se puede liderar nada en política si no crees en lo que dices.

La precisión de forma es que, como ha pasado en Cataluña, los electores siempre van a preferir los originales a los sucedáneos.
Por eso, si alguien quiere votar anticapitalista ahí tiene todavía a los restos más o menos disfrazados de los partidos comunistas o a Bildu para hacerlo. O sea, que no le elegirán a él para conducir a España a las «delicias» del paraíso comunista al que aspiran todos los anticapitalistas radicales.


Romero Toma nota que falta te hace........

"RUTAS"