Navalcarnero - Madrid

PPSOE: LA FIESTA NACIONAL.

En el más cercano horizonte una fecha señalada, el día de la estocada definitiva que determinará sobre quién recaerá el poder de dirigir los designios de un ayuntamiento que derrama por su escurridiza estampa funesta el duelo del poder perdido.
Los partidos políticos preparan sus acometidas sobre el adversario. En el ruedo, como un duelo de gladiadores, se disponen a pelear los pretendientes sin más reglas que el todo vale. Agazapados en sus toriles estudian con meticulosidad la forma de dar sus primeros envites que hagan repuchar al adversario, humillarlo; y cabizbajo, con el hocico ablentando la arena, mofarse de como calamochea teniendo burriciega la razón.
Ahora se esfuerzan, pulen una y otra vez discursos escritos para abrevar a sus prosélitos e insuflarles la vigorosidad de un ánimo que se retroalimenta inmerso en sus propios berridos por las plazas entre bramidos y bufidos, mostrando orgullosos sus arboladuras que atemperen la osadía de quienes no piensan como ellos para que barbeen y abandonen el ruedo, si es posible definitivamente.
Si el enemigo es bronco, y así parece que transcurre la vida política en Navalcarnero, habrá primero que cocearlo, luego barrenarlo o derrengarlo hasta que acule frente al burladero. Si esta primera acometida fracasase, el uso de la garrocha debería ser suficiente para que el enemigo se amosquilase, o arriesgarse con una buena maula para facilitar la banderilla que dejase su velamen como el simple ornamento de un enemigo manso que sometido espera que lo encabestren bajo la vigilancia de cualquier campino aguardando la puya que le ponga un punto y final.
Con el enemigo descepado o mejor desmochado, desollar su argumentación aún será más fácil que los idílicos versos dedicados a los competidores políticos en sus respectivas publicaciones. Pastar en el pastizal del Ayuntamiento será tarea fácil para aquel que haya conseguido anular la opinión. Jaleado por su triunfo se dirigirá solo hacia la alcaldía. Y pronto, acostumbrado a perseguir y devorar afanosamente a las fieras irá degenerando gobernando como si fuese otra fiera.

Saldek.