Doña Laurentina del Castañar-Finojosa y Loeches José Ramón Muñiz Álvarez “LA MAÑANA EN EL MERCADO” O “EL AMANTE SIN AMORES” (JUGUETE CÓMICO-LÍRICO EN UN ACTO) ESTAMPA I Típico mercado medieval. Las gentes pululan de un lado para otro, mirando los distintos productos que se ofrecen. El decorado pinta una callejuela de un pueblo castellano, hacia el siglo XVI, y las gentes visten al uso de la época. ESCENA I Los distintos vendedores pregonan sus productos a viva voz. Aparición de un ciego con su lazarillo por el lado izquierdo, y, por el derecho, dos señoras. MERCADER: Traigo sedas del Oriente, De la tierra en los confines, Dignas de los serafines De la aurora incandescente. No es un género corriente Esta tela del Nipón, Una lejana nación Al otro lado del mundo, Donde el comercio es fecundo Y ricas las gentes son. LECHERA: Leche de cabra, señora, Siempre el mejor alimento. VENDEDOR: Vendo un formidable ungüento Que el africano atesora, La solución que mejora La salud más delicada. LECHERA: Compren, señoras, cuajada. MERCADER: Telas para las mujeres Que nos traen los mercaderes Del rincón de la alborada… ALDEANA: Buenos huevos de la aldea, Que son producto aldeano, Que el huevo es siempre más sano, Si el tiempo no lo estropea. La gallina cacarea Dentro de su gallinero. PANADERO: Tenéis aquí al panadero, Que trae sus bollos de harina. ALDEANA: Buenos huevos de gallina, Puestos con mucho salero. SEÑORA: Anda, pon media docena, Que los días de mercado Mi esposo está acostumbrado A comerlos con la cena. ALDENA: Será una docena buena, Que cene bien su marido. SEÑORA: Con media ya va servido, Que es un hombre muy frugal. ALDEANA: Pues nunca se venden mal. SEÑORA: Dime ya lo que es debido. ALDENA: Un escudo. LA OTRA SEÑORA: ¿No son caros? ALDEANA: Lo son para los avaros. SEÑORA: Pues yo pienso que lo son. MERCADER: Bellas telas del Nipón… LA OTRA SEÑORA: Vaya robo. SEÑORA: Ya te digo. ALDEANA: A comprarlos yo no obligo, Que me sobra quien los quiera. LA OTRA SEÑORA: Si quieres vender, espera… ALDEANA: Yo digo bien lo que le digo. SEÑORA: Es ladrona la aldeana Al pedirnos un ducado. PESCADOR: Salmón, trucha, buen pescado… LA OTRA SEÑORA: De engañarnos tiene gana. Yo vine la otra mañana A ver que huevos tenía Y digo que los vendía A buen precio, pero estoy Sorprendida, al ver que hoy Tenga ella tanta osadía. EL CIEGO: Perdón, señoras, soy ciego, Pido limosna a la gente. SEÑORA: Pues sí que hay que ser valiente Para pedir. LA OTRA SEÑORA: Desde luego. EL CIEGO: Si la limosna yo ruego Será por mi condición. LA OTRA SEÑORA: No tenéis de Dios perdón Con tamaño proceder. Sabemos que podéis ver. LAZARILLO: Amo, si tienen razón… EL CIEGO: Con lo mal que está la vida Sólo me resta pedir. LA OTRA SEÑORA: No os lo pienso repetir. EL CIEGO: Doy la cosa por perdida. LA OTRA SEÑORA: La que me tiene encendida Es la maldita aldeana. Viene aquí cada mañana En los días de mercado. SEÑORA: Hoy por robar se le ha dado. LA OTRA SEÑORA: Miserable soberana. SEÑORA: Si pudiera darle muerte, Juro que muerta estuviera: ¡Vender huevos como quiera, Y cobrarlos de esa suerte! LA OTRA SEÑORA: Yo misma, que estoy más fuerte, Mal los ojos le sacara, Por ser una perra avara, Una perra, una ladrona. ALDEANA: Bruja, eres mala persona, ¿Y si yo a ti te matara? SEÑORA: Y no le falta valor, Que quiere seguir el lance. EL CIEGO: Voy a cantar un romance, Menos ruidos, por favor, Porque con este fragor Nadie que quiera escucharlo Tendrá ocasión de gozarlo, Y no voy a repetir. LA OTRA SEÑORA: ¿Quién lo hubo de pedir? ¿A quién oyes demandarlo? ESCENA II Entra don Pedro, acompañado del comendador. DON PEDRO: Dichoso mal el amor, Si es que el amor es un mal, Pues su destino fatal Es de todo lo mejor. Quiere hacernos el favor El amor tan inconstante Que arranca a cualquier amante Que el amor triste profesa. COMENDADOR: El amor no me interesa. DON PEDRO: Pues es harto interesante. Nos brinda tanta alegría Como también su tristeza. Bello es cuando se tropieza Con su furia tan bravía. Negra desgracia la mía, Que la tengo por gran bien, Si el amor es un vaivén Lleno de melancolía. Que pasan tales estados Y sufren por el desdén. COMENDADOR: ¿Y os desdeña vuestra amada? DON PEDRO: Claro está que me desdeña. COMENDADOR: Vuestra mente se despeña De la nada hacia la nada. DON PEDRO: Ella es la misma alborada, Cuando sale el sol al día, Es esquiva, siempre es fría, Como la hora tan hermosa Que en el horizonte posa Su lucero y bizarría. COMENDADOR: Pues, si estáis enamorado, Será para vuestro mal, Que ese tormento fatal Hace mengua a vuestro estado. De sensato diplomado, Titulado en Alcalá, Todo el seso se os irá En ese amor que sentís. Valiente cosa decís. DON PEDRO: Y grande gracia será. En fin, como soy amante, No seré contestatario Con ese vil comentario, Que es el amor tolerante. Os absuelvo en este instante De decir blasfemia tal, Que en mi destino fatal Yo me tengo por bendito. En cambio vos de granito Parecéis, si no es cristal. ¿De la ilustre afortunada No queréis saber el nombre? COMENDADOR: ¿Será cosa que me asombre? DON PEDRO: Será cosa celebrada. COMENDADOR: La aurora será, cuajada De su luz y su belleza, Si es que vos tanta tristeza Debéis sentir por amor. DON PEDRO: Pues, sin hacerme favor, Os burláis con sutileza. COMENDADOR: Sois un hombre respetado. No tenéis necesidad De tanta pomposidad Ni veros en ese estado. No tenéis hoy concertado Vuestro ingenio de otras veces. DON PEDRO: Esas son burlas soeces. COMENDADOR: Finezas tan cortesanas No son para las mañanas. DON PEDRO: Pueden serlo algunas veces. COMENDADOR: De los dos soy el más viejo, Como viejo que soy, Este consejo que os doy Habéis de ver como espejo. DON PEDRO: No quiere el amor consejo, Que solo un bien lo alimenta, Que es ese bien que sustenta Toda su clara hermosura. COMENDADOR: Amar es una locura Que se sale de la cuenta. Están llenas las ciudades, Los pueblos, vellas y aldeas De gente cuyas peleas Asusta a las vecindades. El amor a mezquindades Conduce al hombre más bueno. Es amor puro veneno. DON PEDRO: Pues yo estoy envenado, Por verme al amor atado. COMENDADOR: Nadáis en fango y en cieno. LECHERA: Compren, señoras, cuajada. MERCADER: Telas para las mujeres Que nos traen los mercaderes Del rincón de la alborada… LECHERA: La salud más delicada Con la cuajada mejora. Leche de cabra, señora, Siempre el mejor alimento. VENDEDOR: Vendo un formidable ungüento Que el africano atesora. ESCENA III Llega doña Laurentina, acompañada de su aya. DON PEDRO: A propósito, aquí llega Esa hermosura callada, Esa flor que la nevada Vence si el aire navega. La clara flor de la Vega Luce su llama preciosa, Su fragancia, que, olorosa, Se presenta repentina Como doña Laurentina Del Castañar Finojosa. Vedla con qué gracia clara Alcanza la luz del día, Bella cual su nombradía, Dulce como se declara. Porque en su mirada avara Todo desdén es pureza, Y, si me causa tristeza La poca atención que me da, Ello no me enojará, Si es desprecio o si es dureza. Y, cada vez que la miro Pienso que fue la alborada La que corrió, acelerada, Los valles en un suspiro. Yo, que su nombre respiro, Laurentina, clara suerte, Pido en su nombre la muerte, Porque yo en ella reviva Cuando quiera herirme, esquiva, Porque mi dolor advierte. ¿No la veis, donde ha frenado Su paso, tan elegante? COMENDADOR: Ese amor es delirante, Pues estáis obsesionado. LAURENTINA: Poco pan hemos comprado, Y harán falta leche y miel. AYA: No me manchéis el mantel Otra vez, como aquel día. LAURENTINA: Y no sé si la sandía… DON PEDRO: Bella rosa en un vergel… Me parece tan hermosa Como flor en su jardín. ¿Es una rosa o un jazmín? En fin, es flor olorosa. COMENDADOR: Me parece cosa odiosa Tanta flor y tanto halago. DON PEDRO: Pero ¿no es ella aire vago De las fuentes del camino? Y me siento mortecino, Pues por ella me deshago. COMENDADOR: Esa preciosa mujer No parece la mejor Para que mostréis amor A punto de perecer, Porque, como podéis ver, Los tiempos se hacen tacaños Al amor, cuando los años Os sobran en gran medida, Cuando a ella, por mi vida, Le faltan. DON PEDRO: Extraños daños. De un amigo no esperaba Semejante tropelía. COMENDADOR: Vuestro amor es osadía. DON PEDRO: Osado el amor me hablaba. Solamente musitaba Lo que me dicta Cupido En la puerta del oído, Donde suele aconsejarme, Que no pretenda aliviarme Si fuera estoy de sentido. DON PEDRO: Parece el sol eclipsado, Si nos falta su presencia. COMENDADOR: Raros requiebros de ausencia Para un loco enamorado. DON PEDRO: Ya me imagino casado Con esa clara hermosura. COMENDADOR: El amor y la premura De la mano van unidos. DON PEDRO: Destino de los vencidos Es el que a mí me tortura. Siento tal melancolía Y tal dolor en mi pecho, Que, ya el ánimo desecho, Quiero que pase este día. Con qué dureza se enfría Esta pasión del amor, Que me llena de dolor, Porque, al ir al mercado, Ya que no la hube encontrado, Ella olvida mi favor. Dijo palabras tan bellas En aquella romería… Yo, que no la conocía, Imaginé las estrellas. Pero ya sus mil centellas Se apagaron delirantes, Que no pueden los amantes Vivir tristes y escondidos, Renunciando a los sentidos Y a sus pasiones constantes. TELÓN 2009 © José Ramón Muñiz Álvarez Todos los derechos reservados por el autor. |