Trastornos alimenticios ¿Sociopatía capitalista inducida? La modernidad apremia cambios, la apertura a nuevos destinos, surgen nuevas problemáticas sociales (reales o inducidas), como también nuevas formas de solapar la desigualdad; en una sociedad inmersa en un modelo político y económico de corte liberal, donde el lujo, la vanidad y el status apremian, las necesidades básicas e imprescindibles de la mayoría de la población son pospuestas y a menudo olvidadas. Como bien sabemos, dicho modelo económico se ha pre configurado y orientado no a la satisfacción de las necesidades básicas de los individuos sino a la creación y promoción de necesidades nuevas, secundarias y prescindibles. Entre estas necesidades básicas, la más apremiante será la satisfacción del hambre, hambre históricamente asesina de nuestros pueblos oprimidos producto de la explotación y la monopolización de los recursos en pocas manos, hambre que ha menguado las capacidades de los individuos, invalidando, limitando, y excluyendo; hambre que ha llevado a los sujetos al trabajo explotador, alienante, castrante y reductivo como único medio para la insuficiente y deficiente satisfacción de las necesidades básicas. Sin embargo, el sistema capitalista históricamente ha negado el hambre, argumentando que esta es producto de la incapacidad de los llamados pueblos del tercer mundo, ligada a nuestra herencia étnica. Se nos dirá que somos un pueblo atrasado, incapaz de satisfacer nuestra hambre, la que el sistema sembró en aquellas tierras expoliadas, hambre a la que fuimos condenados mediante la manipulación y explotación de nuestros recursos, hambre de nuestros pueblos que alimentó a nuestro opresor. No obstante, el sistema pretende quitarnos ese castigo que fue privilegio nuestro durante siglos, el hambre deja de ser monopolio de los pobres. ¿Parece casual el creciente impacto de la anorexia, la bulimia y los múltiples trastornos alimenticios emergentes en nuestras sociedades? Parece por el contrario un mecanismo del capitalismo para desviar la atención de esa hambre producida en el seno de la inequidad económica. Pero ¿Es posible comparar el hambre producida por la necesidad apremiante y la imposibilidad de satisfacerla por la ausencia o escasez de recursos, con aquella hambre producida por elección en quienes tienen diversidad y abundantes recursos alimenticios? Si bien es innegable el carácter patológico y sociopático de los desórdenes alimenticios, es posible identificarlos como patologías surgidas en el curso y desarrollo de la dinámica social moderna, como patología inducida, mecanismo solapador del hambre real emanada de políticas económicas perversas y devoradoras. |