Colmenar Viejo - Madrid

Estos días nos vienen enredando con la “renovación” del PSOE.

Es un asunto que se resuelve entre los miembros del partido, pero como concierne a los demás, digo yo, aquí pongo alguna consideración.

¿Alguien sabe qué diferencia hay entre Rubalcaba y Chacón?

Desde luego, el uno es hombre, mayor y, supuestamente, apoyado por el aparato. La otra es mujer, más joven y, también supuestamente, más apartada de la estructura dirigente.
¿Algo más?

Pues ni idea, salvo que nos presentan como un duelo caballeroso una ristra insufrible del recuento previo de sus apoyos.
Ideas casi ninguna. Y así pretenden que la opinión se interese, que encuentre un reflejo de sus inquietudes y problemas, se incline por una adhesión a no se sabe qué, ni quién, ni por qué.

Algunos medios realzan el proceso como si fuera un acontecimiento.
La realidad es que producen tedio y menosprecio.

Ambos son personas de aparato, disciplinados, sin relieve, miembros de una estructura de poder, sin garra ni discurso potente y clarificador.

Chacón puede conseguir que el apoyo que le quedó al PSOE se vea reducido a la mitad. Su tono es detestable, lastimero, mitinero, lleno de frases acuñadas para la ocasión, efectistas. No hay quien lo aguante, independientemente de que “su proyecto” tenga la consistencia de un partido “de poder” que se adapta a lo que haya que adaptarse, con unos mimbres de cierto carácter social.

Resulta ilustrativo de la deriva política que el comentario de Rodríguez Ibarra diciendo que, al fin y al cabo, “Chacón es Zapatero, pero con faldas”, se tome como una ofensa machista por parte de Narbona. No muestra el más mínimo sentido del humor, ni de la realidad, querer que asumamos ese criterio de la corrección política que impide decir nada que aluda a las mujeres.
Aparte de que puede ser una descripción fiel de lo que en realidad es. Insustancial, contingente, con una falsa debilidad, en ocasiones, y en otras actuada firmeza. Sin que Ibarra sea santo de mi devoción.

Rubalcaba es balbuciente, dialéctico, eso sí, con esa presencia y gestualidad esquiva que parece casar mal para resultar atrayente en una contienda electoral.

No es imprescindible que quien pueda ocupar un puesto de la máxima responsabilidad tenga que ser un fenómeno de la naturaleza, con buena presencia, de expresión fácil, pero consistente y poderosa, con habilidad para lidiar los obstáculos, con suavidad y firmeza convincentes, capaz de relacionarse en algún idioma aceptado internacionalmente.

No, no es imprescindible, pero cada vez es más necesario.
¿Por qué los partidos “de izquierda” carecen tan ostensiblemente de personas competentes y con esas cualidades?
¿Son maquinarias que desplazan al que posee esas dotes favoreciendo a los que maniobran con los militantes y sus intereses para alcanzar sus objetivos?

Se verá sin mucha tardanza, pero el país necesita una renovación profunda, social y política tanto como económica.