Colmenar Viejo - Madrid

Llegas con tu agenda y tus objetivos muy claros. Tienes que lograr que no siga disminuyendo tu mercado. Vienes a la capital del Estado que en otras épocas fue vuestro y, en otras más lejanas, el punto de exportación más importante de vuestra mercadería. Has puesto a punto tu márquetin para la ocasión. Te opones a la aconfesionalidad del Estado y a la laicidad de sus instituciones y de sus leyes, porque necesitas más votos de los que logras reunir. Si por la ley de mayorías lograras tus objetivos comerciales, no te importaría la laicidad; pero con los votos que sumas, no logras imponer tu mercado.

Tú y tus tenderos locales os constituís en lobby sin que haya reflejo en las urnas de vuestra fuerza. La ley que iguala el matrimonio para cualquier tipo de pareja sabes que es exportable a todo lo que consideras tus dominios. Debes conseguir demonizarla, a pesar de que entre tus filas abundan los homosexuales. Pero el matrimonio entre dos hombres o dos mujeres te incomoda más que la pederastia que practicáis en todo el mundo. Nada tiene que ver lo uno con lo otro, ¿verdad? Para los demás es evidente que vuestra sexualidad clandestina es la causa de vuestra violencia sexual contra los más débiles.

También la ley del aborto está en tu punto de mira, porque el mayor de vuestros mitos debe sobrevivir a toda costa. Curiosamente no veis alma en los millones de espermatozoides que eyaculáis en vuestross "pecadillos" cotidianos. De eso no queréis hablar. Es la mujer vuestra obsesión; ella siempre es la culpable, la responsable, la obligada a seguir las reglas bíblicas. Lo vuestro es anecdótico, ya sea por la masturbación compulsiva como por la pederastia amparada y consentida, en ello no hay condena. Desde el seminario vivís vuestras mentiras de abstinencia sexual, cuando sabes que los seminarios huelen a semen. Pero tenéis memoria selectiva. Por ejemplo tienes olvidado tu pasado nazi, casi tanto como tu empresa pretende ocultar su colaboración con Hitler y con todos los grandes dictadores y asesinos que han continuado su labor de exterminio de la disidencia y de la diferencia.

No queremos tu mercancía, rechazamos tu mercadería y lo hacemos por ley de mayorías. Aquí no eres ningún príncipe ni volverás a serlo. Tu negocio va camino de la quiebra; antes o después dejarás de tener “almas que salvar”. Ya sólo os quedará ganaros la vida como el resto de los mortales. Ciao mercader.

Bonitos zapatos, "santidad".