Colmenar Viejo - Madrid

Todos hacemos elecciones.
Los que votan, por descontado.
Los que no votan, también: eligen no votar.

Pero el resultado también depende de su no participación. Si no les gustan las opciones que hay, si no les gustan aquellos a quienes han votado en ocasiones anteriores, lo que salga dependerá de su abstención. Esta es completamente legítima, puede haber muchas razones, pero también tiene consecuencias que se deben tener en cuenta. Entre ellas, y no de poca importancia, que si no se quiere que esté alguien, absteniéndose, se favorece que esté otro.

La abstención también tiene responsabilidades.

Nadie puede abstraerse de este mundo, nadie puede decir “yo me apeo” y considerarse al margen de lo que ocurre.

Que “todos son iguales” solo lo dicen unos, siempre los mismos, pero saben bien a quién quieren votar y a quién no. Trucos.

Lo que ocurre en cada elección afecta a todos, a los que han votado y a los que no.

A ver si es que los que han armado toda esta barahúnda van a obtener premio extra en las elecciones, con el aval del voto de la mayoría.

Me ahoga la garganta la indignación por la tergiversación y manipulación brutal de que son capaces sin que haya una respuesta de la población. Haría falta precisamente un nuevo escarmiento electoral para que se les bajen los humos que han exhibido desde que perdieron el poder y que han pretendido que se les quitó ilegítimamente.

Solo el malestar producido por la crisis económica, que ellos en particular han creado, puede darles el premio que andan buscando. Ya es escarnio.

Veremos si nuestro país se somete a semejante yugo mansamente o demuestra agallas para hacer frente a una situación tan difícil y dolorosa como la que han inducido desde casi todas partes los poderes “fácticos”.
¿Suena eso a algo? Pues eso.