Colmenar de Oreja - Madrid

Donde sea pero fuera de aquí, dije sin mas formalismo. Y despunto por el retrovisor el brillo de una afable mirada que al cruzarse con la mía tuve, violentado, que apartar, sin mas remedio.
Cualquier lugar seria mejor que el de aquella niebla, que el de aquel vacío, cansado de andar solo y no sentir mas que el frío de los demás, la oscuridad de sus corazones.
Absorto en mis propios lamentos, me sorprendí contestando mecánicamente un si, si o un ya, ya a las disertaciones medioambientales de aquel taxista cuya locuacidad estaba empezando a resultarme molesta.
Era un tipo que destilaba bonomismo en todas sus frases, que coronaba de franqueza todos sus gestos y que poseía la perfecta tonalidad del buen galeno. Pero yo no quería mas curas y mi espíritu se ralentizaba azulado buscando refugio en el limbo de las ideas.
Al entender por condescendientes mis interjecciones fue trazando una linea ascendente en su perorata como intentado llevar a una hondura la conversación de la que yo solo buscaba una cortes salida.
Me explico que tenia muy a menudo este tipo de servicios donde el destino de la carrera era incierto, que de hecho se habia especializado en encontrar a los usuarios que no sabían donde ir, aunque mas bien, a veces sintiera que eran ellos al verle pasar quienes intuyeran su firme vocación de llevarlos a un lugar mejor.
En ese instante contuve un “pare aquí” ciertamente conmovido por tamaña creencia, sin embargo lo que hice fue preguntar ausente un “a donde me lleva” y como fuera que pareciere mas que imperativa mi pregunta, suplica, comenzó a explicarme que cuando no se sabe donde ir lo mejor es dejarse llevar.

Que ironía!, pensé, toda la confianza que en los demás tuve puesta, había sido sembrada en un hirial, ahora marchita me la pedía aquel cándido desconocido.
En mi ya no habitaba la fe en el hombre, y su onírico resplandor solo era noche.

Al principio comencé a sospechar, aterrado, que estaba buscando debajo del asiento un instrumento con el que amenizar una charla de buen samaritano, o peor, un libro de autoayuda con el que pretender comenzar una balada empalagosa de buenas intenciones.
El vacío metálico, abisal, de los dos cañones con los que ahora me apuntaba a la cabeza, si que me hizo poner el máximo interés en todo aquello cuanto quisiera decirme, a la vez que una estela de puntos suspensivos donde ahora se balanceaba aquello que me habia dicho de : “firme vocación de llevar a la gente a un lugar mejor.”

Nota autor: ¿interesa como sigue?