Cadalso de los Vidrios - Madrid

A los cinco años, justo a los cinco, dejábamos, de alguna manera, de ser niños, empezaba nuestro periodo escolar en aquellas, inolvidables, Escuelas de San Antón. Un edificio, entonces, majestuoso, con escaleras de acceso, fachada de vistoso ladrillo rojo, amplios ventanales, frente monumental, casi, el Escorial en Cadalso y, sobretodo, habitado por Personajes, en la época, muy importantes, referentes, de, y, para, varias generaciones: Doña María, Doña Judit, Doña Teresa, Doña Angelita, Don Enrique, Don Manolo, Don Luis, los Maestros, en la más amplia extensión de la palabra, para varias generaciones de cadalseños. Personas y personajes que, permanecen frescos, estoy seguro, en el recuerdo, para bien unos, otros, menos afortunados, muy a pesar de quien los recuerda pero, en el fondo, todos protagonistas de un tiempo que atesora muchos de nuestros mejores recuerdos.
Nos recibia Doña Angelita, a la que recuerdo alta, esbelta, paciente, cariñosa, aficionada al punto pelota, de voz, a la vez, enérgica y dulce, preocupada de nuestro bienestar, comunicativa y sonriente, siempre e invariablemente sonriente, maestra de vocación, en primera línea de batalla, separándonos, difícil papeleta, del calor materno, las aventuras paternas y, además , de la "libertad" (no madrugar, ausencia de horarios, de deberes, el día entero para jugar). Allí descubrímos que, además de nuestro barrio, nuestros amigos, nuestra familia, había otros niños y niñas, otros barrios, otras personas, otros trabajos, en fín, que el mundo, nuestro mundo, desde entonces, era mucho más amplio. Recuerdo el aula, inmenso a los ojos de mis cinco años, con mesas, muchas mesas, redondas, bajitas, como nosotros, la mesa de la "maestra", enorme, alta, con cajones y un extraño artilugio, con una manivela y un agujero, sujeto, en un extremo, a ella...el sacapuntas. En la pared del fondo, el encerado, negro, muy negro y...liso, muy liso, enmarcado y con un soporte, en la parte inferior, donde se apilaban las tizas (qué maravilla) de distintos colores. Justo encima de él dos fotografías, una a cada lado del crucifijo central, de dos señores muy serios, con unos ojos, fijos, que nos miran inténsamente...¿quienes serán?. En el extremo de esta pared una estufa, grande y oscura, con un tubo muy largo que¡atravesaba! el techo. Justo en la pared de enfrente un mapa gigante, de muchos colores, con dos globos amarillos, muy grandes, casi tocándose, rodeados de un azul intenso y extenso...el mapa¡MUNDI! y, entre él y la puerta, un perchero, el primero que veía, enorme.Y, otra sorpresa más, el suelo de madera muy clara y ruidosa al caminar. Allí aprendimos nuestras primeras letras, descubrimos los cuadernos, las pinturas, los colores, la uniformidad (íbamos con babi blanco), la convivencia, la leche en polvo y hasta "el amor".
A los seis años, qué mayores, cambiábamos de escuela, de edificio, de maestra y de lugar. Era la etapa de la Parroquial, junto a la iglesia, en aulas independientes para chicas y para chicos, doña Espe con ellas, con nosotros don Eugenio. Ya, más curtidos para la vida escolar, los juegos daban paso a tareas más serias; descubrimos a doña "Eustaquia", a los "de rodillas con los brazos en cruz", a un personaje inolvidable y misterioso: "la Fidela", visitante impenitente sabatina, las "Flores a María", "la Cruz de Mayo", las "Permanencias", la pluma estilográfica, París en voz de nuestro "maestro" relatando su viaje de bodas, Buenaventura y su trágico suceso..., y Yo, descubrí a un personaje fundamental en mi vida escolar y fuera de las aulas: Don Eugenio, mi "MAESTRO" y, me atrevo a decir, el de muchos cadalseños de mi generación. Profesionalidad, entrega y vocación como señas de identidad, merecedor de capítulo aparte.Saludos.

Marconi, muchas gracias.

Querido Garrulo, es de justicia recordar a las personas que, en un momento determinado, te han dado lo mejor de sí, si además, como es el caso, todas las vivencias referentes a ellas no hacen más que ratificarnos el buen sabor de boca que, su paso, dejó en nuestras vidas. Es lógico que en el baúl de los recuerdos de esa, en boca de Comprension, "patria del hombre" que es la infancia, su presencia no sólo sea obligada, sino, sobretodo, agradablemente necesaria.

Un saludo.

Con tu relato vuelvo a vivir mi etapa más bella: la infancia. Tengo días -no me vais a creer- que me parece que sigo viviendo en aquella época, que me parece imposible tener los años que tengo mientras sigo cobijado en mi infancia. En las caricias, en los besos, en los juegos, en la esperanza de entonces... ¿Por qué todo pasa tan rápido? Por qué la vida nos engaña? ¿Por qué no puedo seguir siendo niño? ¿Por qué me abandonaron tantos seres queridos? ¿Por qué me sigue atrapando la nostalgia, la melancolía vieja de niño feliz? ¿Por qué noto la pérdida desgarradora de lo que ya no tengo conmigo? ¿Por qué los niños dejamos de serlo? ¿Por qué me siento viejo?

Amigo Comprension, me parece que,salvo por las años que inexorablemente van cayendo, sigues siendo el niño que, dicen, todos llevamos dentro, lo manifiestas abiertamente en tu manera de sentir, de mirar, de ilusionarte, de dar lo mejor de tí, de entregar el alma en cada relato, de no guardar rencores, de perdonar ofensas, de ser fiel a tus princios y a los tuyos, de añorar, de ser, siempre, AMIGO.

Un abrazo