Frascuelo, Pauloba... en Cadalso. El pasado 23 de Agosto se hicieron públicos los carteles taurinos de nuestras Fiestas. Sobre el papel parecen interesantes, llama poderosamente mi atención de aficionado la corrida del día del Cristo que reune a dos de los toreros que más admiro: Carlos Escolar "Frascuelo" y Luis de Pauloba. En la parte negativa contrasta la no presencia en los mismos del rejoneador local Mariano Rojo, a pesar de que se anuncia una novillada de rejones... Espero que todo salga bien y que la feria se desarrolle con total normalidad para disfrute de cadalseños y visitantes. Os adjunto los mismos junto a una semblanza que le escribí -en su día- a Luis de Pauloba. A Frascuelo ya se la dediqué cuando disertó en Cadalso sobre su tauromaquia, aparece más abajo en este mismo foro. Espero fervientemente que todos tengamos en nuestras Fiestas alegría y felicidad y que las disfrutemos sanamente con respeto hacia los demás. Que los visitantes comprueben la imagen de un pueblo hospitalario, feliz y alegre capaz de sacar lo mejor de cada uno. - Domingo 14 de Septiembre: Toros de Javier Gallego, encaste Veragua, para Carlos Escolar 'Frascuelo', Luis de Pauloba y Salvador Cortés. - Lunes 15 de Septiembre: Tres novillos de Hernández Pla y otros tantos de García Pedrajas para Joao Moura Hijo, Pedro Calero y Javier Cano. - Martes 16 de Septiembre: Novillos de Giménez Indarte para Juan Luis Rodríguez, Miguel Tendero y Pablo Lechuga. - Miércoles 17 de Septiembre: Novillos de El Jaral de la Mira para Carlos Gallego, Carlos Guzmán y Abel Valls. QUIERO SER TORERO... Me agrada ir a los toros a los pueblos. Encuentro más sinceridad en ellos que en las capitales; me gustan más las fiestas rurales que las galas sociales de las urbes. Allí te manchan de "limoná" mientras en la ciudad empiezan a ofenderme sus "poses" recamadas de hipócrita educación. Te vi torear con el capote una tarde calurosa de Agosto en un pueblo cercano al mío y no necesité de más. Comprendí que las revelaciones también se manifiestan entre los dobleces del percal que aran los ruedos castellanos en veranos de gloria y tragedia, de miseria y dignidad, de vino rebelde y amor en los pinares. Pregunté raudo a tu mozo de espadas si lo de Pauloba era por "El Paula". Me respondió que no, que era por tu abuelo Pablo. ¡Sea!, me dije, y haciendo un hueco entre el polvo te aposentaste en mis sienes como algún otro, no muchos en verdad. En junio de 1989 te presentas en Madrid, de mis ojos manaron aquella tarde oleadas de emociones que se atropellaban en la garganta según pasaban hacia algún lugar del corazón. Vestías de blanco, era jueves y al recordarlo aún siento ligeros escalofríos. Definitivamente irrumpiste en mi memoria y te aposentaste muy dentro. Los pocos toreros que me arrebatan lo consiguen con una verónica, un natural, un cite, un toque de muñeca, una frase o su probable indolencia de una tarde. Siempre me pasa igual: un boceto, un apunte, o un detalle e imagino que si es capaz de engendrar eso, ha de ser una especie de genio al que hay que saber esperar muy atento para cuando salga de la botella nos encuentre prestos al quite. Será, como dijo alguien, que la esperanza siempre es bella y la realidad es muchas veces decepcionante. El domingo de Resurrección de 1991, un novillo del Conde de Mayalde te destrozó la boca y un ojo en Cuenca. Te traían a Madrid, había caravana y porque te morías pararon en una gasolinera a reanimarte, no te quejabas porque no podías siquiera mover los labios, tan solo mecías los brazos, como si de una verónica se tratase, pidiendo agua. Luego la recuperación en el hospital Doce de Octubre, cuarta planta, de Madrid. Y tus padres que vienen de Aznalcóllar (Sevilla) y dan las gracias a todo el mundo. La gente humilde siempre está agradecida a algo o a alguien. Tu padre aparenta más años, tiene la cara muy morena y llena de arrugas. Es minero, llora cuando habla de ti y le cuesta trabajo articular frases. Preguntan a tu madre que qué te dirá si después de esto insistes en seguir siendo torero. Tu madre secándose las lágrimas con un pañuelo blanco les responde que nada, que sabe cuanto amas esta profesión y que por encima de todo quiere que su hijo sea feliz. Tus padres no conocían Madrid, ni lo conocerían porque no se separaron de tu lecho un solo instante. Pasaron varios meses, una tarde en televisión te oí balbucear como los niños pequeños que querías ser torero y dabas las gracias -siempre las gracias- a muchos que ya te habían olvidado. Al oírte se me abrió el alma de par en par como si de la Puerta Grande de Las Ventas se tratara. Pero aquel año de 1992 las puertas de la Feria de Abril y la de San Isidro permanecieron cerradas para ti, tu nombre no figuró en aquellas Ferias ni en ninguna otra. En mi pueblo hablé de ti a los empresarios, ni caso me hicieron y no quisieron ponerte en nuestras fiestas de Septiembre. Misericordiosamente, y porque era de justicia en recuerdo de tus tardes hermosas, te ponen en Madrid. Allá me fui pertrechado en mis mejores ilusiones y con una alegría nacida del convencimiento de tu triunfo. No tuviste suerte; ¡dicen eso tantas veces para justificar a los "figuras" y vuelven de nuevo! Tú no volviste. Tus banderilleros Basilio Martín y José Echevarría, éste con un lunar en el carrillo izquierdo, buscaron acomodo más seguro. Tu apoderado, José Luis Cazalla, no se fué nunca, era fiel y te apoyaba a muerte; un día le oí decir que al principio prometieron mucho pero el tiempo pasaba y no te daban ninguna oportunidad. Ya hacia tiempo que me molestaba cantidad lo que hacían contigo pero eso mismo provocaba en mí mayor confianza en tus posibilidades. Ya sabes, somos tan buenos los humanos, hablamos tan bien, somos tan educados que no concebimos que el hijo de un minero quiera ser torero y encima de los de arte y que para más inri no ve por un ojo ("los doctores han dicho que recuperaré parte de la visión"), y además tampoco se le entiende bien cuando habla. Y yo pensaba: ¡Cómo puede tener este hombre tanta fe y confianza en sí mismo! ¡Me vuelve loco esta gente! ¿Por qué será que encuentro más trascendente esto que el figura triunfante con becerros cruelmente desmochados? ¿Será que hay más verdad en un mililitro de sangre de Luis de Pauloba que en varios litros de la de muchos que quieren dar lecciones y tampoco se les entiende, aunque por diferentes motivos?. Por fin te ponen en la Feria de Abril de Sevilla de 1993, haber si te estrellas el día de tu alternativa y les dejas en paz, con un corridón del conde de la Maza. Buidos pitones tienen los toros, ¡qué casualidad!, y trapío para prestar a todas las corridas que matan los "figuras" durante toda la temporada. Y resulta que vas, tomas la alternativa y toreas... y yo que guardo la hermosa crónica que te hacen, y cuando te pregunta la prensa, vuelves a lo tuyo, a lo de siempre: "Yo quiero ser torero". Y es que, Luis, no se enteran; están tan ocupados en loar las proezas de los hijos de papá que no prestan atención a lo que dice el hijo torero de un minero. Sin embargo, en Madrid hay muchas sustituciones por San Isidro y no te llaman para ninguna, estaban tan pendientes en sacar a los demás a hombros que se les pasa avisarte. Créeme, Luis, por mí ¡ni uno! saliera de tal guisa. Pero como yo soy tan raro, mejor no me hagas caso, mejor callar en espera de tiempos mejores. Acabaste la temporada 1993 convenciendo a incrédulos -difícil labor- con tus triunfos en Barcelona y sobre todo en la Corrida de la Prensa de Sevilla, donde volviste a torear con el capote a un toro de Prieto de la Cal -una de las pocas reservas de Veragua que nos quedan- lento, quieto, meciendo los brazos con la naturalidad que produce el sentimiento que fué acurrucado en el misterio de tus noches solitarias. Cuando ya el otoño seducía a Madrid confirmaste la alternativa con una corrida de Dolores Aguirre que era un auténtico homenaje al toro de lidia. Y triunfaste de verdad, lo sé por el "run-rún" que le sale a esta plaza de lo más hondo, a salvo de influencias que, afortunadamente, no saben de honduras. Ahora te espero con emoción, esa emoción que me producen los toreros que dan el pecho a la vida y al toro, que sienten y transmiten un toreo evanescente que, como mis amigos, se me incrusta en el alma o en alguno de esos extraños lugares y ya jamás consigo extirparlo convirtiéndome en esclavo de algo que siempre espero, que siempre está por llegarme. Raro que es uno...
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