Alcalá de Henares - Madrid

Hablar es una cosa simple y sencilla que solo es complicado para todo aquel que no puede emplear las cuerdas bocales y emitir con ellas unos sonidos que, si los conoces, se tornan en el lenguaje y que, independientemente del idioma y el código empleado, sirve para comunicarte con tus semejantes.


Ha sido siempre un problema el que ha tenido el hombre con la comunicación. Para ello ha empleado diversos medios desde las señales de humo pasando por el tan-tan y la caracola, hasta llegar a la era actual la cual se conoce por la era de la comunicación y que, podemos decir, que es cuando más incomunicada esta la sociedad pese a que todos estamos informados de la deformación permanente a la que nos someten los medios de comunicación que comunican y manipulan todo lo que se puede y, a veces, más de lo necesario y bastante menos de lo justo.

En esta era de comunicación permanente, de relaciones amistosas, de una gran vida social, fiestas llenas de gente con animo de comunicarse, discotecas donde comunicarse se logra solo con miradas ocultas tras unas gafas de sol oscuras para no ver los rayos láser, auriculares en las orejas para no oír una música que no dice nada, no comunica nada e impide que nadie pueda hablar con nadie para que nadie se comunique y a si estén todos perfectamente incomunicados. Para ello, los asiduos, llenan el estomago de alcohol y sustancias alucinógenas que fluyen en la sangre causando sensaciones sensacionales que le hacen ver lo que no ven y a sí ya ven todo mas claro, al mismo tiempo que oyen todos todo muy claramente y con mucha nitidez. Con ello se crean una falsa euforia que les hace creer que ellos son los REYES de la armada, cuando realmente son unos diabólicos vasallos de la que se va armar. Claro que para no perder el hilo de la comunicación, en el bolsillo, o colgado del cinto, llevan colocado el móvil con vibrador por si alguien tiene que comunicarle que en el antro de al lado el cubata esta subvencionado por la autoridad suprema y que las pastillas están a precio de costo y, encima, no hay que pagar impuestos. Es evidente que a muchos les sonara, o les vibrara, el aparatito que hará saltar el contestador para que la compañía, no pierda, ni el tiempo ni la llamada. Al que le vibra no se entera y a el que le suena no lo oye. Todos ellos tendrán la “perdi” registrada en el celular. Y todos, como si de auténticos ejecutivos se tratara, llamaran por si la cosa es realmente importante… Pero ahí surge otro personaje que, con voz de hortera, te dice que su saldo esta a punto de acabar cuando realmente ya hace tiempo que llego el punto en que se acabo.. Un breve resumen del acto es que todos están comunicados pero no operativos. Con lo cual se puede afirmar cual grande es la incomunicación del comunicador, del incomunicado y del que se presta a comunicarse. Se resuelve eficazmente la papeleta haciendo una nueva recarga con la que se vuelve a estar debidamente dispuesto para ser comunicador y estar presto para ser comunicado.

Las calles llenas de gente que van hablando unos con otros, los otros con los unos, y todos comunicándose algo que ya han visto todos pero que la mayoría ha apreciado distintos armónicos en el oído y diferentes ángulos de vista en lo visual. Hay muchos que no tienen con quien comunicarse y lo solucionan sobre la marcha hablando con ellos mismos. Solos discuten, solos llegan a un acuerdo, solos se oponen al acuerdo que han llegado y ellos solos se lo guisan y se lo comen. Algunos se les ve que van hablando con voz en grito de manera que uno que les ve piensa que si corta la línea del cedular, el receptor de la misma, le va a oír bastante mejor. Lo realmente patético de la observación es la cara que llevan casi todos: Una cara donde la felicidad se nota que brilla por su ausencia y si alguien es feliz tampoco conviene decirlo con una sonrisa permanente porque de cuerdo no recibirías el trato. Todos, sin embargo, comunicados por todos los medios de tierra mas y aire, van, vienen y vuelven perfectamente informados de todo lo que realmente no le importa nada pero que se sienten realmente a gusto y satisfechos con su puntual información. Unos corriendo, y otros andando más rápidos que nadie, van que pierden el culo llevando rápidamente la noticia para tener a todos informados porque es justo y necesario, además de ser un derecho constitucional. Unos en automóvil, algunos en motocicletas, otros en ciclomotores y otros, los menos, en ciclos, pero, esto si, todos colgados del teléfono que para eso la Ley de Seguridad Vial lo prohíbe mientras se conduce…



Todo ello se observa en una sociedad anónima llena de anónimos que viven en el anonimato con ganas de pasar desapercibidos porque llegar a la fama no es tarea fácil aunque ansias de llegar al estrellato a ninguno le faltan. Una sociedad social de humanos que de sociedad no se sabe exactamente lo que tiene pero que de sociedad humana tiene muy poco.

Todos nosotros, pues, constituimos una gran jungla llena de seres que nacen, crecen, se desarrollan, se comunican y mueren dejando tres de sí una estela de humo que se evapora y desaparece, exactamente igual que el rastro de humo de un avión que transporta gente de un continente a otro con afán de comunicarse con alguien nuevo al que no le van a decir nada nuevo ni el nuevo conocido a ellos tampoco. Esto sí; llevaran todos los medios disponibles para, si pasa algo, ponerse en contacto rápidamente con el que se queda atrás, que no le pasa nada, porque, se supone, que al que le pasa algo es al que va de viaje. Es muy importante comunicar enseguida a todos lo que realmente estas haciendo en todo momento: Que ya has llegado al aeropuerto. Que acabas de entrar en la sala de embarque. Que ya estas en el avión. Que ya va a despegar. Que ya estamos volando. Que ya, por fin, hemos aterrizado. Que estamos esperando las maletas. Que estamos esperando un taxi. Que ya, por fin, hemos llegado al hotel...Una vez en el destino hay que cambiar el chip del idioma para comunicarse mejor, y ,a lo mejor, entenderse más o menos con el nativo del lugar, si bien, a lo peor, no entenderse con nadie e ir a comer al restaurante un arroz con bogavante para lo que tienes que leer la carta que tienes delante pero que al estar escrita en arameo vas terminar comiendo arroz al viajante con ensalada de berros en flor.

Conviene hacerse con un vehículo provisto de indicadores de dirección y con un Gps para poder recorrer las distancias en el menor tiempo posible y estar la mayor parte del tiempo perdidos en medio de la nada sin saber donde estas, adonde ir y como llegar al hotel de donde mucho mejor hubiera sido no haber salido. Una vez salidos del atolladero, ya camino del hotel, se discutirá con la terca de la parienta la ruta que han seguido por culpa del terco del pariente que no hacia otra cosa que ir mirando el Gps que les indicaba el norte cuando realmente querían ir al sur. Todo en estos casos se hace interminable y, cuando termina, ya en la habitación del hotel, empieza un mosqueo que no viene a cuento de nada pero que termina con la poca comunicación que se había tenido en el día que se ha perdido sin haber visto nada. Cansados de oír la hortera voz del Gps que tiene los días contados, igual que cuentan los días que les quedan para volver del viaje de placer que, por exceso de comunicación y falta de gusto, va a terminar como el rosario de la autora en un desastre humano y social...