La Seu d'Urgell - Lleida

Una poderosa secta y sus tesoros



A raíz de la muerte de Juan Pablo II, de su deslumbrante entierro, y de la posterior entronización de Benedicto XVI, montaje que yo más bien considero de espectáculo de culto y teatro, tengo la impresión de que muchas cosas se han puesto en movimiento y van a seguir poniéndose para suerte de unos, y desgracia de otros. Esta “puesta en movimiento” yo la divido en dos corrientes: La primera conducida por parte de la propia Iglesia Católica y dirigida a conservar y preservar, mas si cabe, sus arcaicas y oscuras tradiciones y encabezada por el pontífice actual, el mismo que en su ciudad natal llaman “el gran inquisidor”. La segunda nacida de la espontaneidad de apóstatas y librepensadores y con la intención de poner al descubierto no sólo lo innecesario de tradiciones, ritos y dogmas, sino de demostrar lo dañino de los mismos.

Los porqués están claros, en el primer caso porque a tenor de los cambios acontecidos en los últimos años en la sociedad occidental, la iglesia considera que hay que mantenerse siendo “conservadores” el mayor tiempo posible, cueste lo que cueste. En el segundo de los casos porque sencillamente creo que ha llegado la hora de rehabilitar la figura del Príncipe de la Paz, Jesús de Nazaret, el cual es un absoluto desconocido para la Institución que presume de llamarse cristiana.

El Nazareno ya dejó bastante claro cual seria la situación de los ricos de esta tierra cuando llegaran al mas allá, El dijo: “Antes entrará un camello por el ojo de una aguja, que un rico en el reino de los cielos”. De esta forma yo me pregunto si en la situación hipotética de que el fallecido Juan Pablo II se presentara ante Jesús el Cristo y éste le preguntara: ¿qué llevas en tus manos?, éste respondería: hambre, miseria y necesidad en el tercer mundo, aumento consentido de demografía en el planeta, con lo cual más hambre y enfermedad, mortalidad infantil, y en general un planeta enfermo, aunque eso sí, he aumentado las arcas del Vaticano. A esto, Jesús respondería: “No te conozco, apártate de mí”.

No muchos sabrán como dato anecdótico, que el entierro del Papa ha costado a la ciudad de Roma, que no al Vaticano, 6 millones de Euros.

Algunos dirán que la Iglesia ayuda mucho al tercer mundo a través de Caritas, sin embargo tengo la ligera impresión de que la ayuda que sale de Caritas, que no es tanta aunque sirve para lavar la cara de la Iglesia y sus tesoros, tiene su verdadero origen en las limosnas obtenidas de las donaciones dadas desinteresadamente por el pueblo sencillo. O sea, que aun siendo las personas humildes las que ayudan en lo que pueden al tercer mundo, es la Iglesia la que se pone las medallas. ¿No les da vergüenza seguir pidiendo?

Si no me equivoco hoy día tan sólo el Estado español aporta mensualmente a la Iglesia Católica 12 millones de Euros. ¿Qué no se haría con todo este dinero en bienes sociales? Está claro el por qué esta millonaria institución se retuerce cuando el Gobierno habla de laicismo de estado. Con ello se acabarían las desorbitadas aportaciones dinerarias que duran ya cientos de años las cuales los mantienen viviendo a cuerpo de Rey. Evidentemente se niegan a aceptar que cada comunidad de Fe debe mantenerse por sí misma sin discriminación y sin preferencias.

Las riquezas de Vaticano forman parte de un tesoro teñido de sangre. ¿Dé donde procede este De saqueos en cruzadas; de rapiñas durante la inquisición a judíos y “herejes”; del asesinato a grupos cristianos como cátaros, maniqueos y bugomilos; de los tesoros robados en America del Sur…etc. Los mismos que se han aumentado astutamente con el paso de los años.




Algunos también dirán que ya el Papa pidió perdón por los pecados cometidos por la Iglesia en el pasado. Sin embargo de qué sirven unas simples palabras del perdón cuando el daño realizado no se repone. ¿No sería por ejemplo realmente un consuelo para America del Sur y su penosa situación económica, que la Iglesia devolviera todo el oro robado a punta de espada?








Jesús de Nazaret que fue un hombre sencillo y que como tal vivió, aprendio de su Padre la profesión de carpintero. El fue tachado en su tiempo por la casta sacerdotal de “sectario”. ¿Sin embargo no fueron realmente sectarios aquellos que se apartaron de las Palabras de los Profetas? ¿No sería más acertado llamar hoy día sectarios a aquellos que a sabiendas se han apartado de las Palabras de Jesús de Nazaret?


José V. Cobo
DNI 45.277.997 j

Suscribo textualmente todo lo que manifiestas en tu escrito, Cobo, no obstante soslayas el dato primigenio que trastoca un tanto tu amena historia: DIOS ES NEGRA