Villalquite - Leon

Ayer, la moneda de Gamoneda tuvo dos caras. Recibió un premio de manos de la Reina, y le anunciaron otro: El Cervantes.
Ayer, la moneda de Gamoneda cayó de canto, y cantó un poema cortito:
«Eres como una flor ante el abismo.
Eres la última flor».
Antonio Gamoneda se lo dedicó a su nieta, Cecilia, que es una monedita rubia de diez céntimos. Diez céntimos brillantes y calientes, frente al billete arrugado de veinte duros del abuelo.
Yo, hoy, se lo dedico a Don Antonio Gamoneda. Hoy que es don con din (de premio). Antes de que mañana vuelva a ser Antonio, paseando por su calle ancha leonesa, sin din ni don... Él es la última flor de otoño, en la muralla romana leonesa.

Alfredo

he leído en un diario que no es leonés , sino que nació en Oviedo.Quisiera que alguien lo confirmara.

Antonio Gamoneda nació el 30 de mayo de 1931 en Oviedo y tres años después de la muerte de su padre, en 1934, se trasladó con su madre a León, ciudad donde reside desde entonces y en la que vivió la Guerra Civil.

En 1941 inició estudios en un colegio religioso que abandonó dos años después. En 1945, y durante veinte años, trabajó de recadero en un banco, actividad que compaginó con la realización de estudios medios y de Económicas.
....

71 años de una vida en León, bien pueden valer para decir que es leonés, aunque haya nacido asturiano.

Tampoco, Zapatero nació en Leon,pero es leones , porque uno : NO ES DE DONDE NACE, SI NO DONDE PACE.

Yo, ya no se de donde soy, llevo dos terceras parte de mi vida en Barcelona, pero no se responderme , de donde soy.

un saludo

Nanis..Qué pinta un catalán o un mallorquín en este foro sino es de León ¡ caguen la leche !
Sr. Estrada: amenicenos un poco más el historial literario y personal del Sr. Gamoneda.
Saludos desde Palma de Mallorca pero un leonés.-

Tomás, paisano:
Eres como el Guadiana, que aparece de pronto; y desaparece,más prontamente, sin decir nada. Y luego estás un largo trecho con los ojos cerrados. Como el Guadiana...
Pero eres Esla, que remontas hasta el Astura viejo de esta comarca de Escalada... desde ese Villafer de tu alma.

De Gamoneda-personaje, es fácil leer mucho estos días, en los periódicos: nacionales y paisanos. Pero eso lo podemos hacer todos, fácilmente.
Del Gamoneda personal y poeta ya no es tan fácil hablar. Porque es huraño, como buen cazurro; y es extraño como vate. Yo diría mejor que es "intraño": hay que leerle por dentro, y desde dentro. Su poesía es íntima, retorcida, entrañable (pero de unas entrañas que nos revuelven por dentro, como la vida, y como la muerte...)

Mas, Antonio pasea a menudo por la calle. Trabaja y vive en la calle Sierra Pambley, de León, detrás de la Catedral (o delante, según se mire). Hace algún tiempo le ví una tarde, extasiado, enfrente de los arcos de piedra del poniente de nuestra Catedral. Estaba escribiendo con sus ojos este poema:

UN ÁNGEL GÓTICO

Inmóvil, claramente
inhumano en la
pura catedral
vive un ángel.
Un ángel no tiene ojos.
Un ángel no tiene sangre.
Él no vive en la vida, él no vive
en la muerte, él está
vivo en la belleza.

Alfredo Escalada

Antonio Gamoneda Lobón, premio Cervantes 2006. Eso ya lo saben ustedes. No quiero pecar de pedante ni de chulo, pero ¿quién se lo dijo a vuesas mercedes aquí mismo hace un par de semanas? ¿Eh? ¿No lo recuerdan? Seguro que sí. Esto del premio pudo ser hace dos años, es verdad. Pero hubo una oscura rebelión en el Jurado y el Cervantes acabó en casa de Rafael Sánchez Ferlosio, lo cual estuvo muy bien pero vino a ser lo mismo que dárselo a Jorge Manrique o al planeta Venus –que es, como saben, el lucero del alba–, porque hace décadas que Ferlosio se subió mentalmente a lomos de la nave Viking, se lanzó a recorrer los espacios siderales exteriores (o interiores) y desde entonces, que se sepa, no ha vuelto.

Este año, Gamoneda. No han tardado ni una hora los ofidios del oficio en comenzar su concierto de ladridos de rencor por las esquinas, que habría dicho Josemari. Es una vieja tradición. Asegura Joaquín Sabina que siempre creyó que lo más “filiputiense” del mundo se alojaba en el gremio de los músicos… pero que se quedó helado cuando conoció el de los poetas. El pobre no sabía dónde se metía.

Veamos algunos ladridos esquineros que ha recogido ya este caballo.

Ladrido primero: hay otros poetas y escritores que lo merecían mucho más. Por ejemplo, Caballero Bonald. Miren, contra esto no se puede hacer nada porque forma parte de los tremedales de la envidia, que es enfermedad profesional de los poetas como la vanidad lo es de los músicos. Negar que Gamoneda se merece el Cervantes tanto como el más grande de quienes ya lo tienen, y bastante más que muchos de esos mismos que ya se lo han llevado, es un disparate que sólo puede proceder de la bilis. No es ninguna novedad. Que otros también sunt digni es cosa que no se puede discutir. Quizá una de las diferencias consista en que Gamoneda jamás ha escrito para ganar premios, sino porque, como él dice, “el hombre escribe poesía porque sabe que se va a morir”. Demasiadas veces en su vida ha sido jurado de “Flores Naturales” y premios provinciales de esto y de lo otro como para ponerse a escribir versos para que le den cien duros en las fiestas patronales de Puebla de Sanabria o de Torrijos de la Cañada. Son cientos los que no pueden decir lo mismo, y Dios sabe que no estoy mirando a Pepe Caballero. Ya le tocará al gran gaditano, si aguanta vivo. Desde que Ricardo de La Cierva dejó de ser ministro de Cultura, el Cervantes se lo dan a una sola persona al año, y no a todos a la vez. Así son las cosas. Con que paciencia, tropa.

Ladrido segundo: le han dado el Cervantes a Gamoneda porque es de León. Como Zapatero. O sea, que el premio lo ha dado Zapatero. Pues ¿saben qué? Que puede que algo haya de cierto en eso, tampoco mucho. El Cervantes es un premio inspirado y pilotado por el Ministerio de Cultura. El jurado es prestigioso pero no del todo inocente. Algunas veces (no ésta, ni la anterior, ni desde luego la de 2004) es cualquier cosa me-nos inocente. Es verosímil que la ministra, “aconsejada” por su presidente, haya dicho, propuesto, sugerido...

¿Quiere eso decir que la ministra de Cultura es culta? No, por Dios, cómo pueden ustedes pensar eso. Quiere decir que es obediente. El que sí se ha leído a Gamoneda, enterito, es Zapatero. Y es evidente que con provecho, puesto que puede haber decidido usar las reglas del juego del premio Cervantes exactamente igual que las usaron todos los gobernantes anteriores, que también “aconsejaron” para honrar a unos o a otros.

A Zapatero no le gusta la música, pero la literatura sí: no en vano fue alumno del gran Alfonso García. Si es verdad que ha “echado una manita” para que el Cervantes se lo haya llevado Donantonio, lo único que cabe hacer es alabarle el gusto. Carmen Calvo, si por ella fuera, le hubiese dado el Cervantes al Melendi. Zapatero, como mínimo, se habrá alegrado inmensamente de ver premiado con el “Nobel español” a uno de los más grandes poetas que ha dado nuestro idioma en los últimos cincuenta años. Y si ha soplado esas velas, bendito sea el viento.

Pero como vivimos en el país en que vivimos, y como absolutamente todo vale para que cierta partida de bandoleros, acaudillados por un canalla a quien prefiero no nombrar, ataque a Zapatero, estoy completamente seguro de que no tardará ni un solo día la partida de la porra en poner de vuelta y media a Antonio Gamoneda acusándolo de haberse llevado el premio tan sólo y nada más que gracias a sus “amigos socialistas”.

No hay que preocuparse por eso. Lo mismo hubieran dicho del propio Cervantes si llega a estar vivo hoy. Cuando el más listo de todos esos carapijos sea capaz siquiera de parir algo remotamente semejante al primer verso de Descripción de la mentira (“El óxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición”), tendrán derecho a abrir la boca para algo más que para escupir, que eso sí saben hacerlo como nadie. Esos son los ladridos siguientes, supongo que se hacen ustedes idea. No hay que hacer caso.

Mientras tanto, Donantonio debe de andar entre aturullado y feliz, no sé si más de lo uno o de lo otro. Curado desde hace muchos años contra las fiebres de la vanidad, supongo que habrá metido el teléfono móvil en el vaso de agua de la mesita de noche para que suene menos y poder dormir tranquilo, porque no logro dar con él. No olvidaré jamás aquella entrevista que le hice hace muchos años, en aquel descomunal salón vacío de la Fundación Sierra Pambley. Lo primero que me dijo –Inci, aún potrillo temeroso, estaba acojonadito por las dimensiones catedralicias del salón y por el sol del atardecer que rompía los ventanales– fue: “Como no hables más alto, hijo, te quedas sin entrevis-ta…” Y Donantonio se tocaba la oreja con un dedo, sordo y socarrón.

Aquello fue bien, nos hicimos amigos para siempre y, cuando se acabó la cinta, nos fuimos al Barrio Húmedo a tomar unos vinos. Se me ocurrió hacerle una pregunta idiota, una de esas preguntas que no se le deben hacer ni a la Pantoja: “Donantonio, ¿y qué andas escribiendo ahora?” Se me quedó mirando con gesto dolorido. Frunció las cejas soviéticas y me confesó: “Ando atascado en un verso que no me termina de salir…” Y yo, bobo: “¿Desde cuándo? ¿Desde anoche?” “No –murmuró él–, más o menos desde octubre…” ¡Estábamos en marzo! Me lo explicó: “Es que, sabes, Inci, yo ya no me permito hacer las cosas demasiado mal…”

Hagan lo que yo hice aquella tarde: salgan disparados a comprar sus libros. Y agárrense a la silla. Este señor es un poeta, un inmenso poeta. No un cenutrio con micrófono o columna que destila ácido… bórico, como hay tantos.


Incitatus