Villalquite - Leon

A NDA de nuevo el Vaticano al ataque contra el vicio y el despendole. Ahora les ha tocado el turno a las relaciones sexuales de pago, es decir a los clientes de las prostitutas. Consideran en la Santa Sede –chapeau- que la prostitución es un acto de esclavitud moderna y de violencia contra las mujeres, que debiera ser castigado, además de con el consiguiente rechazo social, con leyes que recaigan no ya sobre la prostituta, sino sobre su cliente. Así instan a los alcaldes italianos a que imiten a su colega del municipio de Soma que, por lo visto, está ya sancionando con cuantiosas multas a los clientes que sorprende en plena transacción comercial con una señora prostituta.

Argumentan que el hombre que compra sexo no suele hacerlo por el mero disfrute carnal sin complicaciones emocionales, sino que su conducta obedece a oscuros y maquiavélicos planes consistentes en la dominación y el control de la voluntad de la meretriz, pues parece ser que aquellos que frecuentan este tipo de señoras lo hacen porque en sus relaciones sociales y personales experimentan una pérdida de poder que les incapacita para crear y conseguir relaciones de reciprocidad y respeto. Esas son las conclusiones obtenidas en un seminario sobre prostitución, redactadas por sacerdotes, misioneros, monjas y psicólogos.

Y bien verdad que es eso de que no hay día en el que uno se acueste sin aprender algo nuevo, que un servidor tenía entendido que aquella legendaria estampa, correspondiente a los tiempos en que la mili era obligatoria y que se producía a la salida de nuestros cuarteles, cuando los soldados, nada más cobrar su exigua mensualidad, salían disparados extramuros del acuartelamiento para ser seducidos y desplumados por veteranas señoras de moral distraída, era debida a que el bromuro empleado en los cuarteles no conseguía apaciguarles los disturbios hormonales propios de la edad . Y –ya ven ustedes, queridos reincidentes- qué equivocado estaba. Es evidente que la actitud de los reclutas obedecía más bien a una especie de frustración que padece todo aquel que es desprovisto de poder. Porque no existía desde luego en aquellos años manera más rápida de perder el poder que la mili, que uno era un día el rey de su casa, en la que mamá le arropaba cada noche, llevándole el desayuno a la cama por la mañana, y al día siguiente se convertía en el último mono del cuartel de destino, donde le mandaba hasta el barbero.

Y ahora que recuerdo estampas de mili, me viene a la memoria lo mal entendido que tenía esto de la ausencia de poder (y el consecuente aman cebamiento con señoras de pago) un Comandante de cierto cuartel del Ejército de Tierra, que pese a mandar el hombre una barbaridad en aquella Compañía se hacía llevar cada sábado al uticlub del pueblo vecino, del que salía descorbatado, con la ragueta medio bajada y echándose coñac sobre el cuello y la camisa, a la vez que instruía a su joven conductor sobre dicho movimiento táctico:

- “Esto, soldado, es para que mi señora no me huela a colonia barata de uta, que las mujeres disculpan infinitamente mejor una borrachera que una canita al aire”.
- Por supuesto, mi Comandante.
- Tira p’al cuartel y tómate la tarde libre, chaval.
- “Susórdenes”, mi Comandante.

Y estoy cayendo en la cuenta de que ahora, después de veintitantos años, aquel Comandante estará ya jubilado. Habrá que ver las juergas que se correrá el hombre ahora que ya no manda.

De todas formas si el Vaticano lo dice -que de pecados y de pecadores han de entender más que nadie- es indudable que la afición por el puticlub del Comandante no ha de ser más que la excepción que confirma la regla, que todos los caballeros –menos aquél- que acuden a estos tugurios de depravación lo hacen para satisfacer otros instintos aún más bajos que los de sus bajos.

En cualquier caso, me congratulo enormemente con la sensibilidad del Vaticano para con las prostitutas, a las que ya no considera instigadoras de vicio sino víctimas de su propia circunstancia. Quizás después de las conclusiones a las que han llegado en este “Seminario sobre la prostitución” a pocos paralelismos que hagan, se darán cuenta de que similar situación padecen aquellas mujeres cristianas maltratadas por sus propios maridos a las que la Iglesia les prohíbe rehacer su vida.

Responderá el lector avispado que la Iglesia no obliga a la esposa maltratada a permanecer junto al animal que tiene por marido, que le tolera que se separe de él, aunque –eso sí- le impide que rehaga su vida con otra pareja, porque el Sacramento del Matrimonio es indisoluble. Eso salvo si usted se llama Rociíto, en cuyo caso obtendrá la nulidad por “defectos en el consentimiento”, y será como si ese matrimonio no hubiese existido nunca, pudiendo usted casarse nuevamente con quien le dé la gana, incluso de blanco si lo desea.

Y digo yo que si se puede otorgar la nulidad a un matrimonio por defectos en el consentimiento ¿qué pasa cuando ha habido un engaño en cuanto al respeto mutuo que se promete en la ceremonia? Porque es obvio que la esposa consintió en base a ese respeto que, por no ser luego cierto, debiera viciar el consentimiento dado en su día.

Las altas esferas eclesiásticas sin embargo lo ven de diferente forma. Porque usted sigue sin llamarse Rociíto. Ella podrá casarse con su Fidel o con cualquier otro, y usted deberá permanecer casta y pura el resto de sus días. Haber elegido mejor marido. Se siente…

En cualquier caso, no deja de ser esperanzador que desde el Vaticano consideren la prostitución como una “ofensa a la dignidad y una grave violación a los derechos fundamentales de las mujeres", aunque si eso no lo hacen extensivo a las mujeres cristianas maltratadas por sus maridos, a las que impiden rehacer su vida, más de cuatro nos vamos a quedar con la sensación de que las conclusiones de ese seminario no son más que otra manera, sutil y sibilina, de querer jo derles a unos cuantos la odienda.

Amigo Sr. Marqués, estás volviendo a pecar de nuevo, por lo menos según la versión de quien piensa que exponer una situación real,donde hay clérigos por medio es un pecado. Cuando nos acusan de anticlericales, acentuando el sentido de la palabra clerical equiparándola a santidad, si uno no tendría las ideas claras, sería para pensar que cuando hay episodios de clérigos autores de delitos sexuales con niños, los malvados son los niños y las víctimas son los clérigos.

Dejémos pasar todo lo dicho anteriormente, sabemos muy bién que no van por ahí los tiros, sino por una fé débil y confusa cogida con alfileres que la única manera de aguantarla es ignorando todo lo que pueda abrir los ojos a la realidad, por eso se cabrea esa gente cuando se lo recuerdamos.

Un saludo.

Todo esto que estas diciendo, no puedo asegurarte que sea cosa del Vaticano , pero si te puedo asegurar que el Ayto. de Barcelona lo va a poner en práctica muy pronto