Dama de piedra y luz Señora de elevados horizontes, de elegante perfil, alta y vistosa, joya bañada en luz, piedra preciosa, faro del que navega en estos montes. Todos los ojos sueñan tu conquista, toda la historia habida, en ti se encierra. Nada de lo que ocurre en esta tierra, escapa a la presencia de tu vista. Todos los siglos y todos los vientos tejieron los verdores de tu falda y al escondido abrigo de tu espalda, duermen todos los soles soñolientos, que perfilan con fuego tu figura, proyectando en los pueblos ribereños la noche con sus lunas y sus sueños, su dilatada sombra y su negrura. Densa corona abierta a los abismos temblantes de remansos y lagunas, bañada con los rayos de mil lunas, reflejada en espejos y espejismos. Eterna novia fiel y enamorada de los pueblos que abrazan tu cintura; referencia que, desde la llanura, orienta al que retorna a su morada. Eres, en el ocaso, la áurea llama que dibujó las tardes de mi infancia, con tu encarnado fuego, tu elegancia, tu eterno estar ahí, querida dama. Blanco balcón de nieve que se graba en el futuro andar de la mirada. Tu silueta de luz, Peñacorada, en el inmenso cielo azul se clava. EFG (Vllcrt) |