Valduvieco - Leon

Recuerdos de infancia, 36 bis Febrero 2013
El poder de la tradición oral en los pueblos.
Recuerdo un romance que recitaba mi madre. Dicen que eran cosas del abuelo Juan Manuel Fresno que le gustaba recitar cosas antiguas. Ella lo titulaba “ Mi mastina trujillera”. El título más conocido es “Romance de la loba parda”. Tiene variables como casi todos los romances, dependiendo de la zona donde se recoja. Este lo han recogido M. Pidal, Mª Victoria Navas, y lo han musicalizado Joaquín Díaz, Nuevo Mester de Juglaría, Candeal… y algunos más. Puede ser originario de Extremadura, y conocido en La Mancha y Castilla y León, transmitido por los pastores trashumantes, que desde Trujillo llegaban a las montañas de León a través de “cañadas” y “veredas y cordeles”, hoy ya muchos desaparecidos. Su música es preciosa.
Por si alguien no lo recuerda ahora, “el romance de la loba parda” es el siguiente:

ROMANCE DE LA LOBA PARDA
Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas, no paran en la majada.
Vide venir siete lobos por una oscura cañada.
Venían echando suertes cuál entrará a la majada;
le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos como punta de navaja.
Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada;
a la otra vuelta que dio, sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra, nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos para el domingo de Pascua.
—¡Aquí, mis siete cachorros, aquí, perra trujillana,
aquí, perro el de los hierros, a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega, cenaréis leche y hogaza;
y si no me la cobráis, cenaréis de mi cayada.
Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito la loba ya va cansada:
—Tomad, perros, la borrega, sana y buena como estaba.
—No queremos la borrega, de tu boca alobadada,
que queremos tu pelleja pa' el pastor una zamarra;
el rabo para correas, para atacarse las bragas;
de la cabeza un zurrón, para meter las cucharas;
las tripas para vihuelas para que bailen las damas.
Estas eran las cosas que yo escuchaba de las mujeres, nuestras madres, en las noches de invierno, cuando se juntaban en la cocina para coser, remendar, tejer calcetines, hacer jerseis…
Tengo la imagen de Vinda, -mi madre-, Angelina, Lalia, Lina, Clementina… sentadas alrededor de la cocina económica, así se decía a la cocina de hierro o francesa, en las frías noches de invierno.
Saludos a todos los mondillos.
A.A.F.