Valderas - Leon

Las lentejas de Rajoy

Mariano Rajoy confirmó ayer, desde Roma y escoltado por Monti, que tiene un relato político. Ya lo había anticipado ante el congreso del PP en Sevilla. Consiste en esencia en la tradicional ecuación española: “Son lentejas”. Frente a la insistencia permanente del anterior Gobierno en anticipar “brotes verdes” para inspirar (a veces de modo contraproducente) confianza a la economía, Rajoy prefiere empeorar cualquier vaticinio por pesimista que sea. Bruselas ofrece sus previsiones para 2012: una caída del 1% en el PIB español. El presidente del Gobierno sostiene que la UE se queda corta y que la recesión será aún más profunda. De hecho, es absurdo discutirle ese pronóstico a Rajoy, puesto que está en sus manos que se cumpla: cuanto más recorte el gasto público, más profunda será la crisis y más difícil la recuperación. Al mismo tiempo que se compromete a “hacer lo que hay que hacer”, Rajoy se niega a entregar los Presupuestos hasta que pasen las elecciones andaluzas y confía en que Bruselas relaje un poquito el objetivo de déficit (ahora en el 4,4% del PIB) para finalmente poder vender que los recortes podrían haber sido todavía peores. El relato de Rajoy, coreado a mil voces, defiende los “ajustes” como “imprescindibles” y “moderados”. La absoluta mayoría (política y mediática) del PP bloquea un relato alternativo, de modo que cualquier crítica es tachada de “radical”. Son lentejas.

Mientras Gallardón crea una justicia exclusiva para ricos, la ministra de trabajo ordena por decreto ley el retorno al esclavismo y De Guindos sugiere a los bancos que sean buenos chicos y no nos roben tan descaradamente




Yo pensaba que los arquitectos cobraban muy caros sus proyectos y que los electricistas se pasaban con el precio de sus instalaciones. Pero si los comparo con las cifras que cierto pijo malcriado, consentido bien emparentado cobra por sus copia-gegas (380.000€) para la Generalitat Valenciana, no me queda más remedio que admitir que trabajan regalao. Porque al menos trabajan.
¡¡Hemos puesto al frente de las instituciones a timadores profesionales!! ¿Lo hicimos a sabiendas?


Mientras las mafias campean a sus anchas instaladas en los consejos de administración de los grandes bancos y empresas y el gobierno busca elementos para distraer la atención de la gente para que los buitres tengan segura su carroña, 11,5 millones de españoles (casila cuarta parte) vive en la pobreza, el paro se acerca a los 6 millones con paso decidido y las élites mediáticas de los grandes lobbies de la desinformación intentan convencernos de que la cosa no está tan mal o de que los que nos masacran para su bienestar (caso de los grupos afines a la derecha aberrante) son los justicieros que no maltratan al pueblo, sino que defienden el país del ataque de los piratas normandos.
El país se dirige hacia el abismo (ahora y no cuando lo dijo Aznar) sin que los estafadores y timadores que el pueblo engañado ha colocado en los órganos de poder quieran darse por enterados y siguen haciéndose los suecos. Un periodo de recesión o depresión sin precedentes se cierne sobre el país de forma inminente y certera y los televisores y medios de distracción echan humo emitiendo culebrones y la vida de Paquirrín y similares en su necesidad frenética de adormecer a las masas.

El lobo detrás de la puerta


Lo mejor de la contrarreforma laboral es esa renovada sed de pancarta y de conjura, de sentirnos mutuamente obreros en las calles. Como bien saben Macondo y el Génesis, es importante el nombre de las cosas. Y a nosotros nos habían borrado el ilustre título de currantes, el sudor de nuestros viejos, los ojos cansados del salario.
El poder suele cambiar los diccionarios y nos habían querido convertir en un quiero y no puedo de clase media con remilgos. Nos endeudábamos hasta las trancas por un cuatro por cuatro y nos sentíamos cortijeros o yuppies. Dividían a los débiles a cambio de un chalet adosado en las verdes praderas de las primas de riesgo.

Nos hemos ido despertando del sueño lentamente entre embargos bancarios y órdenes de desahucio. El PP, que ha celebrado una convención pulcra y fría como una clínica privada, tiene razón al considerarse el partido de los trabajadores. Y es que de golpe y porrazo nos ha hecho asumir que lo somos. Los que vuelven al campo con un palaustre en la mochila. Las que emigran ahora con un microchip en el canasto. O quienes van a sentir repelús negociar el convenio en un cara a cara con su jefe. Gente de ordenador o de delantal, de cofia o de aparejo, de portafolios y de llave inglesa. El PSOE se pasó al lado oscuro de la fuerza, es cierto. Pero ¿cómo combatir ahora al formidable ejército neoliberal con esa guerrilla nuestra que va por libre, que ni cree en líderes ni en sindicatos y que lleva treinta años sin recordar que, como decía Mario Benedetti, en la calle codo a codo somos muchos más que dos?
Quienes mandan, claro es, ya juegan de nuevo a dividirnos aún más. Entre los que tienen un puesto de trabajo, por ejemplo, y quienes están en esa formidable factoría de la lista del paro. Creo que ya no cuela, Mr. CEOE. Nos hemos caído del guindo, señor ministro, y ya no le compramos su moto. Quizá no tengamos una ideología definida pero tenemos una perfecta idea de lo que quieren hacer con nosotros. Nos han enseñado simplemente la patita y, empero, ya intuimos que un lobo acecha detrás de la puerta. A pesar de ello, en Asturias y en Andalucía el 25 de marzo, quizás muchas caperucitas rojas vuelvan a votarle.