Valderas - Leon

Abro con este artículo un hilo de mensajes que dedicaré a la Villa valderense y a sus gentes, donde expondré mis opiniones sobre hechos del pasado y del presente que me resulten de especial interés por su importancia positiva para el devenir de los habitantes de Valderas o por todo lo contrario, a fin de tratar de evitar algunos comportamientos censurables con el sincero deseo de que no se repitan.

Comienzo hoy con una buena noticia. Y no podría haber encontrado mejor punto de partida y de apoyo en mi búsqueda de información sobre esta Villa que el gran filón de conocimientos mostrado en el recientemente publicado libro de don Cesidio Blanco González, titulado "Valderas; una Reina en la frontera".

Son varios los aspectos destacables de este gran trabajo de investigación realizado por el Sr. Blanco, pero de manera gratamente sorprendente quiero referir el uso magistral del lenguaje que demuestra en este libro: propio, sin duda, de quien gusta de disfrutar con las palabras en prosa y en verso. Basta con leer el prefacio o el epígrafe del capítulo II subtitulado "Blasones de nobleza" para darse cuenta de que tenemos en las manos el libro de un autor de sobresaliente talla intelectual.

Con certeza, los libros que hasta ahora conocíamos sobre Valderas de otros autores, a los que don Cesidio muestra extraordinario respeto, cosa que le honra, han sido superados ampliamente por este ensayo que revela pasajes desconocidos y asombrosos de la historia de una Villa rica en grandeza, señorío y honor.

Prevengo, por tanto, a quien tenga el buen gusto de leerlo que en contra de lo que pudieran indicar sus, apenas, 180 páginas, nos encontramos ante un libro de gran enjundia y profundidad argumental desarrollada maravillosamente, con inicio en el controvertido origen del propio nombre de Valderas, para seguir con lo que desde todo punto de vista es una labor ardua y laboriosa de la que el autor sale plenamente airoso. Me refiero a "leer en las piedras", descubriendo un atrayente y enigmático foco de información sobre el escudo original de una Villa que alcanzó en el medievo su época de máximo esplendor: la encomienda Templaria.

Quiero, en este punto, persistir en el llamamiento a las autoridades locales, ahora que, por fin, tenemos un Alcalde que sabe escuchar, para aprovechar toda la gran tarea llevada a cabo por D. Cesidio Blanco en este libro, a fin de establecer debidamente el escudo y la bandera originales de la Villa que tanto representan la historia como el honor de "sus hijos, de los hijos de sus hijos, y de cuantos de ellos descendiesen". Me consta que el propio Alcalde está en ello, por cuanto que ha saludado este libro; no obstante, nunca está de más insistir en el empeño.

El esfuerzo de las autoridades -huelga recordar la condición de "casco histótico"-, unido a nobles iniciativas como la del Sr. Blanco, evitará desastres como el causado en la "linterna" de la Iglesia de San Juan, redescubierta para mí y, seguro, para otras personas tras esta lectura, como auténtico "ánima" que cobija los más formidables secretos de los ritos iniciáticos de los Cygnatus.

Conocerá quien se acerque a la entretenida lectura de este libro el significado del "crismón", o la relación del "baphomet" con María de las Hazas; o que fue a buen seguro un perspicaz valderense quien contribuyó de manera decisiva a la victoria de las tropas castellanas contra la sarracena morisma en la colina de la desventura de las Navas de Tolosa, donde también combatieron Cruzados de la Orden de Santiago; o los motivos por los que la plaza y castillo de Valderas fueron propiedad de una Reina que, muy probablemente, contempló el precioso paisaje de los verdes campos de abril que ofrece nuestra privilegiada altafría.

Además de disfrutar con la amenidad narrativa, entenderá los pormenores de otro hecho que abunda en la consideración de ese punto cenital valderense en la alta Edad Media: el acuerdo de creación del primer título de "Príncipes de Asturias".
En resumen, cual aquel Caballero me "revuelvo" para decir: ¡es la "reoca"!

Concluyo con un ardid inducido, claro está, por la lectura de esta inmensa obra, pues en ella no creo fruto de la casualidad que sólo se aluda someramente, en alguna de las bellísimas poesías intercaladas, a nuestra "Santa Morenica". Más bien apuesto que al autor no le ha pasado dasapercibido que es bastante posible que los Caballeros de la Oca fueran los introductores de esta veneración en Valderas, en su deber de exaltación de la Purificación de Nuestra Señora a través de la luz, y presumo una segunda parte de su ejemplar trabajo. Le animo a ello.

Así pues, dicho está: ante tal señor, rindo tal honor. En muestra de mi máximo respeto, mi mayor muestra de admiración y puesto que no acostumbro a ir cubierto, como diría el clásico, me quito el cráneo ante don Cesidio Blanco González y su obra "Valderas; una Reina en la frontera".