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22-01-12 14:17 #9484513
Por:mari 1

miedo en el cuerpo..........
En las últimas semanas, millones de mujeres en todo el planeta viven aterradas.
La empresa francesa PIP, el mayor fabricante de Europa y el tercero del mundo de prótesis mamarias, utilizaba una silicona nociva para la salud. Hablamos con las afectadas.



Cuando abres el pecho, hay un líquido amarillo purulento, pero no es pus. Lo extraes y debajo encuentras una especie de moho blanco. ¿Sabe cuando se pudre una naranja? Pues algo así. Es extremadamente desagradable». Jaume Serra Janer es cirujano plástico y describe así el paisaje que observa cada vez que se dispone a reparar el desastre que unos implantes de silicona de la marca francesa Poly Implant Prothèse (PIP) están provocando en miles de mujeres. Los PIP se rompen en el interior del seno operado, esparciendo un gel de uso industrial, entre otros derivados del petróleo, fabricado con aditivos para carburantes. «El aspecto es terrible», sentencia.


El teléfono de su consulta de Valencia no para de sonar. Serra Janer se ha convertido en un salvador a los ojos de muchas mujeres que forman parte de la asociación Afectadas Prótesis PIP, una plataforma en proceso de constitución que ya reúne en Facebook a más de 700 damnificadas. Un número susceptible de crecer si se tiene en cuenta que en España hay unas diez mil portadoras de prótesis PIP, según estimaciones, aunque no existe un registro de implantes en nuestro país.


Serra Janer ha reconstruido los pechos a más de 40 mujeres que llevaban los implantes de la marca francesa. Comenzó su tarea en febrero de 2011, cuando puso en marcha el Programa Filantropía. Por un euro simbólico y otros 300 para gastos de viaje opera a las españolas afectadas por uno de los mayores escándalos sanitarios de los últimos años.


El cirujano acaba de salir del quirófano donde le ha llevado «más de una hora retirar solo uno de los bultos formados en la axila de una paciente a partir de la rotura de una prótesis». La mujer intervenida acudió a él tras sentirse insatisfecha con el trato recibido por los médicos que la operaron por primera vez. Una queja que se repite en boca de muchas afectadas. Eva Giménez, portavoz de las Afectadas Prótesis PIP, es una de ellas. «Mi cirujano ni siquiera me hizo una ecografía. Llamé varias veces para decirle que me quemaba, pero no hizo nada». A diario, Giménez escucha reclamaciones similares de otras afectadas que la contactan a través del correo electrónico y las redes sociales.


Ante el desamparo de estas mujeres, los cirujanos plásticos de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (Secpre) han abierto sus consultas para evaluar el estado de las prótesis PIP «de manera totalmente altruista», afirma Jaume Masià, presidente de la sociedad de la que forman parte unos 900 médicos. «No hay que alarmarse, aunque se deben hacer las cosas bien», sostiene. El facultativo suscribe la recomendación de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, como hacen todos los países de la UE, a excepción de Francia, de que solo deben ser retiradas las prótesis PIP que presenten riesgo de rotura. El Gobierno galo, sin embargo, aconseja la retirada de los implantes PIP.


Masià, no obstante, resalta que, aunque no haya riesgos aparentes de rotura, si la paciente presenta ansiedad por llevar una PIP en su interior, la prótesis debe ser igualmente retirada. «A corto plazo sabemos que no causan mayores trastornos que una reacción inflamatoria importante –dice–. En todo caso, la trascendencia de la mala fabricación de estos implantes, que han expuesto a las pacientes a un nivel de toxicidad que desconocemos, está en estudio».


Hasta su quiebra, en abril de 2010, PIP era el mayor fabricante de prótesis mamarias de Europa y el tercero a nivel mundial. Unas 40.000 mujeres llevan implantes suyos en Gran Bretaña, 30.000 en Alemania, en Italia, Países Bajos… «Producíamos 150.000 unidades al año», dice un antiguo empleado, que no quiere que se cite su nombre.


PIP era un suministrador barato. «El distribuidor las llegaba a ofrecer a mitad de precio que las demás y, después, cada cirujano añadía el margen que quería. Un precio demasiado bonito para ser verdad», reflexiona Jaume Serra. La mayoría de las mujeres que recibieron prótesis PIP en España buscaban una mejoría estética, aunque también hay casos de pacientes que habían afrontado antes una mastectomia. Según Jaume Masià, esto se debe a que «los PIP tenían poca entrada en los hospitales públicos».


Todas las mujeres deben salir de la clínica con su copia de la `tarjeta de implantación´, en la que consta el modelo, la marca y el número de serie de la prótesis que les ha sido colocada. La clínica se queda con la suya y una tercera copia es enviada al fabricante de la prótesis. Al estallar el escándalo se ha visto, sin embargo, que muchas no poseían su tarjeta de implantación.

El presidente de la Secpre explica que hay médicos que operan sin estar especializados en cirugía plástica; otros que obtuvieron su especialidad en terceros países y no la han homologado en España; y un tercer grupo de cirugías realizadas en clínicas no autorizadas.


El gel francés es más fluido de lo que debería, lo que lo hace inapropiado para fines médicos. Algunos dicen que se trata de la silicona utilizada en el relleno de colchones; otros, que es silicona alimentaria. Se sospecha que la empresa, fundada en 1991 por Jean-Claude Mas, un exvendedor de la farmacéutica Bristol Myers que dio el salto a fabricante de implantes mamarios, empezó a utilizar gel industrial (diez veces más barato que la silicona médica autorizada) en parte de su producción alrededor de 2005. Dos años más tarde, un centenar de mujeres en el Reino Unido demandaron al fabricante galo por las roturas de sus prótesis. Pese a que los tribunales fallaron en su contra, PIP siguió fabricando y vendiendo implantes mamarios. Así hasta marzo de 2010, cuando Francia le retiró la licencia y advirtió a los demás países de que se había detectado la presencia de gel industrial en sus implantes.


«La utilización de silicona no autorizada le ahorró a la empresa PIP un millón de euros al año», explica el abogado francés Philippe Courtois, que representa a los intereses de 1300 damnificados. Este letrado cree poder demostrar que PIP compraba de forma habitual el silencio de los afectados: «Como indemnización había 1500 euros y unos pechos nuevos».


Hoy, a los 72 años, Mas es investigado por estafa y homicidio involuntario, tras la muerte de Edwige Ligonèche. Esta francesa falleció a consecuencia de un raro linfoma. Ligonèche llevaba en su cuerpo implantes PIP y su abogada sostiene que se encontraron trazos de silicona en su esófago, vesícula biliar y pulmón. El Institut National du Cancer, sin embargo, concluyó que no hay relación directa de causa-efecto entre las prótesis PIP y la enfermedad. A los abogados de Mas, en todo caso, se les acumula el trabajo. El empresario afronta en Francia demandas de más de 2500 mujeres. Jean-Claude Mas no ha sido imputado a día de hoy por delito alguno.
Priscila Guilayn
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