Saelices del Payuelo - Leon

Neftalí puedes descansar en paz, tu familia, tus Quintos, Amigos, Conocidos, todos los del pueblo, residentes en Mataró, Barcelona, y alrededores, no ha faltado nadie, como siempre cuando alguno nos necesita,una despedida de las que uno no se olvida, también en el recuerdo de todos, tu vecino del pueblo, Gonzalo se nos ha ido que coincidencia, descansar en paz , todo el pueblo os recordaremos, gracias.

Me alegra esta crónica de Tejedor sobre la despedida a Neftalí de todos los sahelicenses de Mataró.
¡Descanse en paz Tali!

Con respecto al funeral en Madrid por Gonzalo González Martínez me quedo, no con las importantes autoridades que acudieron a "enseñarse", sino con las palabras de agradecimiento a Gonzalo de su tío Pedro Martínez por trabajar por la paz de la nación; y también con el aplauso final a Gonzalo, iniciado según creo por un grupo de Guardias Civiles y respondido por los que cabíamos en la Iglesia.
A ver si esta tarde le despedís también con un gran aplauso en la Iglesia de Santa María por evitar en más de una ocasión que los terroristas derramaran sangre.
¡Descanse en paz Gonzalo!

Nunca se subió a torres altas para no ver a los demás más pequeños.
Con estas palabras del Padre Pedro, su tío, resumo la imagen que siempre me quedará de Gonzalo.

¡Hasta siempre, hasta el Cielo!

Gonzalo,Tali:Que Dios os tenga en la gloria,de una manera o de otra los dos seguro la teneis ganada.
Descansad en paz.

Mi mas sentido pésame a la familia de GONZALO, D,E,P.

Todo fue impactante(y por supuesto que la referencia a la autoridades,era una simple mención que diera una ligera idEa para no entrar en detalles y ver que no había ni credos políticos)Tambián merece la pena recordar el "reproche" que Pedro se atrevió a dirigir al cielo:Señor, si me permites un reproche "te lo has llevado demasiado pronto"Hasta las almas más creyentes,se desconciertan ante la muerte.SALUD, Y MÁS SALUD A TODOS.

Mi mas sentido pésame para ambas familias,en verdad la muerte nó tiene edad, RIP.

Al mejor vivir, mejor morir. Los dos en lo mejor de su vida.
Es penoso oir noticias como estas. Eso nos hace recordar nuestra propia mortalidad. Q. e.p.d. los dos y sus familia sean fuertes y lo acepten con resignacion.

Desde este foro quiero dar las gracias a todo el pueblo de Sahelices del Payuelo por las muestras de afecto y solidaridad que la Familia de Gonzalo hemos recibido a lo largo de estos amargos días.
También mandamos un fuerte abrazo a la familia de Tali.
Gracias a todos.
LA FAMILIA GONZALEZ MARTINEZ

Creo que siempre permanecerán en nuestra memoria tanto Gonzalo como Tali; sobre todo, sabiendo que ambos decidieron reposar en el pueblo que les vio corretear de pequeños por las calles.
Algunos hijos de Sahelices lo decidieron años antes, como Néstor, Ilde e Ilde, Miguel Ángel y F. Javier.
Y tántos otros ...

Un abrazo para Javier, Begoña y Belén. Sabed que contáis con gran afecto por las personas de este pueblo.

Celso Peyroux Cronista de Teverga:

Hasta otro día, Celsín» me dijo dándome un abrazo de despedida con la sonrisa de siempre prendida en los labios (Matilde a su lado porque siempre, siempre junto a un hombre bueno, hay una gran mujer). Lo que no sabíamos ni él ni yo era que sería la última vez que no veíamos aquí abajo en este valle de lágrimas y de dichas, las menos.


Era mediados de diciembre del año 2011 y ocurría aquel fraterno encuentro en el «Salón Príncipe» del Centro Asturiano de Madrid. Allí acababa de presentar -fruto de mi estancia solidaria en el Caribe- el libro «Haití, mon amour», junto al Padre Ángel, Diego Carcedo, Juan Espejo y miembros de la Directiva de la institución asturiana en la Villa y Corte.


Todo fue muy rápido. Apenas si había tenido tiempo a acariciar con humildad los laureles de general que le habían sido otorgados por su saber ser y estar. Creíamos que respondería a la operación contra el maldito cáncer en el otoño pero no fue así. Hubo que intervenirlo una segunda vez y con ella concluyo, poco después, la vida del amigo querido.


En estos días, hace un año, se nos fue de las manos justo cuando las primeras golondrinas y cigüeñas llegan a Sahelices del Payuelo, en la estepa leonesa, y en Teverga comienza a hacerse realidad el milagro de la primavera con los pétalos rojos de las cidonias escalando las verjas del palacio de Entrago.


Pronto ha pasado el primer año sin el «gran capitán». Veloz el recuerdo como el viento que cabalga entre las crines de una yegua por Marabio a galope tendido. Parecen secuencias de ayer mismo cuando jugaba a las cartas con sus amigos entre risas y algunas voces vehementes defendiendo aquella subasta que se le había ido por un escuálido siete de bastos que nada pintaba pero que le había llevado a perder la partida. «¡Es igual que seas general que no. No tienes ni la menor idea!», le recriminaba Pepín Fernández en Casa de Laureano, aquella noche.


Y a las tres de la mañana, puerto Ventana arriba, Las Babias y por el puente araña de Fernández Casado la autopista del sur para llegar a casa. Un beso a Matilde y de nuevo al Servicio de Información de la UCE-I para vigilar, estrechar cerco y capturar a los malvados que siembran el terror con el disparo en la nuca, la bomba fingida en paquete de regalo, la lapa explosiva bajo un coche patrulla, la apostada, como una mala sombra, contra una casa-cuartel, aquella que siembra el pánico y dolor en un hipermercado o en el lugar más insospechado, allí donde ni un perro adiestrado hubiera metido la nariz. Fueron durante muchos años -gusto da hablar en pretérito- quienes sembraron odios, encendieron venganzas y pretendieron arruinar la convivencia entre las gentes de bien.


Un año hace cuando lo despedimos en la tierra de sus mayores, en el santuario de El Cébrano y luego sus cenizas en lo más alto. Arriba en la cumbre de Sobia junto a las de su hermano Néstor. También, qué casualidad. Tres de los hombres de la casa se los llevan lo días marzales cuando las aves preparan sus nidos para la vida que llega bajo los doseles de las arboledas.


Un año es mucho, «gran capitán», y lo que nos queda. Toda una eternidad sin su presencia. Bondad, simpatía, generosidad, amistad sincera de las que aman, no esperan nada a cambio y desprecian el lado oscuro de la deslealtad.


A la vuelta de la esquina están los meses floridos y luego el verano. Será entonces cuando sabremos algo más de lo que fue su vida ejemplar a través de quienes plasman el país de la vida en un mundo de letras y, aunque el recuerdo permanecerá por los días de los días, su memoria quedará grabada en bronce fundido para que las generaciones venideras sepan de aquel «gran capitán» que todo lo dio por amor a sus semejantes.


Gonzalo González de Teverga. El «gran capitán» leal, disciplinado, inteligente y pleno de bondad como en el verso de don Antonio Machado: «?Soy en el buen sentido de la palabra, bueno?».


Hoy estaremos a las cinco de la tarde -hora de los poetas- en la Colegiata -noble edificio que él tanto quería, llevando al Nazareno a cuestas por Semana Santa- para elevar una plegaria y un sentido y emotivo oficio religioso -con profunda homilía de don Enrique Moro- que nos llevará al bello paraje donde habita. Sursum corda. Donde residen los mansos de corazón y un «gran capitán», ascendido a general del benemérito cuerpo por méritos propios entre el color de la esperanza y el amor paterno.


Los poetas poseen razones que la razón ignora; por ello -aunque hace muchos años y a larga distancia de estas tierras- quiero entender que Walt Whitman -desde su americano pueblo de West Hils- escribió estos versos en sus «Hojas de hierba» como un homenaje para él: «Oh Capitán, mi capitán/ nuestro azaroso viaje ha terminado/ al fin venció la nave/ y el premio fue ganado/ (?) Oh capitán, mi capitán/ escucha cual te llaman/ tropeles de campanas/ por ti se izan banderas/ y los clarines suenan?» Y el año que viene por marzo, si Dios quiere, otra vez mi pluma recordando al amigo.

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