Pues resulta que hay un paisano que regaló un montón de roscas a la Asociación de Jubilados San Isidro, las cuales (digo "las" porque "los" no cuentan pa ná) decidieron rifarlas y obtener fondos para hacer un almacén en el portal de la iglesia para guardar las andas y otros objetos eclesiásticos. Una buena idea.
Repartieron las roscas en tres lotes: una bandeja para D. Fructuoso, otras cuantas para confeccionar una cruz enorme y el resto para "embadurnar" al Santo, que más que Labrador parecía Pastelero. Ni poner a San Isidro a pujar roscas me gusta ni que hagan una cruz con ellas. Por buenas que estén las roscas, ¿a quién no le quita el apetito cuando se entera de que proceden de una cruz, que es un símbolo de lo más tétrico que existe?. Y todo ello en un día festivo.
Por otra parte, ahora que los de la generación de las gominolas han tomado el relevo a los de siempre para llevar al Santo, ¿no se les ocurrirá el año que viene adornarle con esas gominolas de mil colores?.
Sólo pensarlo, me da esalofríos.