Saelices del Payuelo - Leon

Coincidiendo con la llegada de la democracia a la vida pública española, se acabó con la igualdad en el cementerio, al menos en el de Sahelices. Fue por entonces cuando se empezaron a vender los solares para que cada cual pudiera construir sus panteones y prolongar así sus vanidades en la otra vida.
Hasta entonces, los muertos eran enterrados por orden natural, donde les tocaba, o sea, el último a continuación del muerto anterior. Las fosas se reutilizaban y no había problemas de espacio. La muerte en realidad nos igualaba a todos, y ningún finado se quejó de que lo enterraran donde se había podrido su enemigo en vida. El cementerio tenía un ciclo de unos doce años (lo que se tardaba en reutilizar todas las tumbas disponibles) suficientes para poder reabrir las fosas ya utilizadas (8 años). Los huesos que aparecían del anterior huésped se amontonaban en el osario, en el rincón de la torre, donde la intemperie acababa consumiéndolos. En cada visita al cementerio, era rito obligado, al menos para los niños, observar cómo se iban deteriorando las calaveras de sus propios abuelos, bien identificadas.
Este sistema era el que funcionaba cuando, a mediados de los setenta, con motivo de otra defunción, hubo que levantar la tumba donde unos diez o doce años antes había sido enterrado el Tío Santos, muerto ya ochentano. En esta ocasión, aparte de los que cavaban la fosa, había varios curiosos, -entre ellos los propios hijos del Tío Santos: Bernardo y Luterio- vigilando para observar los restos óseos del desalojado. El motivo: el Tío Santos había sido coceado en su juventud por una mula, lo que le dejó una leve cojera que fue aumentando con la edad, y querían ver si en los huesos se notaban los efectos de aquella coz. Cuando aparecieron los huesos afectados, allí estaba la marca que buscaban. Los examinaron detalladamente todos los presentes y llegaron a la misma conclusión: la marca procedía de la famosa coz de la mula. Todos quedaron satisfechos.
Ninguno de los presentes tenía estudios anatómicos, pero sí curiosidad por explicarse los hechos de la vida. No fue un examen muy científico, pero así es como se hace la ciencia.
Esta anécdota me ha llegado, como casi todo lo que aquí se publica, por vía oral. Me gustaría, pues, que alguien la confirmara, refutara o corrigiera.

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Estoy de acuerdo con vosotros, a mi tampoco me han gustado esos panteones fanfarrias. No hay mejor cosa que una sencilla tumba con el nombre y fechas. Lo demas es superfluo. Ojala desparezca esa costumbre.
El tio Santos era el que rezaba un padrenuestro para que no se quedase viuda su mujer..? je je je.
Saludos.

A quien le preocupaba la viudez de su mujer era el tío Garibaldi, de Villalquite.

A mí también me gustaba más el cementerio "democrático" que el actual. Veíamos la muerte y los restos exhumados de nuestros familiares o convecinos sin el componente macabro que impera en la gran ciudad. No obstante,es verdad que en ocasiones surgía algún problema con lo de desenterrar restos para enterrar un cadáver.Antes de nacer yo, murió un hermano de uno o dos meses. Don Lorenzo mandó a mi padre picar la tumba en la zona infantil(que ocupaba casi 1/4 del cementerio), pero cometió un error de asignación. Mi padre, en un gope de arazón, se encontró con restos aún frescos del niño anterior. Esto hoy puede resultar macabro, pero èl lo contaba con absoluta naturalidad, como un incidente casual fácilmente solucionable. Se limitó a ir en busca de Don Lorenzo; el párroco hizo un responso, le mandó tapar y le asignó otro lugar.

Corrijo:..."en un golpe de azadón" ...