Saelices del Payuelo - Leon

El Truebano:
Era este uno de los pocos oasis del Payuelo.
Quien... siendo del Payuelo... no ha comido peras de su peral y manzanas de sus manzanos?
Al pasar por ese lugar no hace mucho tiempo y verlo destrozado se apoderó de mi la melancolia. Pues mas de una vec di el asalto a esos frutales, tambien habiamos indo a buscar Musgo para el Nacimiento que haciamos en las escuelas, en fin una serie de cosas más, ese dia me sente en una piedra e hice una escarbada en el baul de los recuerdos, deseaba regresar a aquellos tiempos.
Hay que fastidiarse... lo bueno que poco dura.
En unos minutos saltaron de mi mente; pajaros carpinteros, palomas, jilgueros, ranas y alguna que otra serpiente.

Hay que ver... si se deja libre la mente lo que llegamos a imajinar y recordar.
S.G.RIOL.

En los 50,s que vivia el tio "tejero" mejor dicho el tio Luis, se tenia el Truebano mas bien cultivadito que los jardines de Papalaguinda. (Era el abuelo materno de Berto y Candida y muchos de los que viven en Mataro) Este viejito encorbado se le veia ir todas la mannanas pa lla con una burra blanca con su hazada y pala
Alli en el Truebano con el agua de la fuente, crecia puerros, tomates, melones, berzas, patatas,
La fuente manaba a borbollones por entre arenas un agua cristalina y limpia. En la primavera, los domingos por la tarde, las mozas y mozos hacian el paseo hasta alli. En los veranos mucha gente iba alli a llenar los botijos de agua para beber. A los chicos nos encataba beber de bruces en esa fuente. Estaba tan rica ese agua..!!
El "tio tejero" se murio hacia 1954 y el Truebano, aunque no se acabo del todo, decayo mucho, de su anterior lustre. Si, aun le quedaban en el prao de abajo el peral, los perucos y los manzanales, pero ya no tuvo el auge de antaño.
El tio Luis cultivaba el Truebano y su hermano, el tio Agustin cultibaba el Pradillo, unque este ultimo no plantaba hortaliza.

No hay que olvidar que también tenía su aventura eso de ir a robar fruta al Truébano. Por lo que a mí respecta, siempre terminaba huyendo cuesta arriba, hacia La Masera, escuchando detrás la cantinela del Tío Moreno: ¡Rediós, los chicos de la ostie!.