LEYENDA DE DOS HERMANOS SAHELICENSES

Según cuenta Pedro Lápidas, hace muchos, muchísimos años un viejo labrador de Sahelices del Payuelo yacía en su lecho de muerte. Llamó a sus dos hijos Mateo y Lucas y les dijo:
-Habéis sido unos buenos hijos y, cuando mis horas de vida están contadas, yo os lo agradezco. Ahora importa que sigáis siendo unos buenos hermanos, que repartáis fraternalmente la herencia que os dejo y que nunca os tengáis que reclamar nada uno al otro, aunque ello suponga renunciar a algo propio.
Ambos hermanos prometieron a su padre que así lo harían. El anciano murió y sus dos hijos decidieron que, de momento, trabajarían las fincas en común y se repartirían a medias sus cosechas sin repartirse las tierras. El sistema les fue bien y pasaron los años. Mateo se había casado y tenía tres hijos, mientras que su hermano Lucas seguía soltero. Una noche de Agosto, después de repartirse el último muelo de trigo, Mateo no lograba conciliar el sueño mientras pensaba: “No es justo que nos repartamos la cosecha mitad por mitad. Yo tengo tres hijos que cuidarán de mí cuando sea anciano, pero mi pobre hermano está solo y nadie le ayudará. Él necesita ahorrar más que yo para su ancianidad”. Así que decidió levantarse algunas noches y, poco a poco, llevar al granero de su hermano unas heminas del trigo propio sin que Lucas lo notara. Por su parte, Lucas también estaba intranquilo sobre el reparto: “Es injusto que nos repartamos la cosecha a medias. Yo vivo solo y necesito muy poco para subsistir mientras que mi pobre hermano tiene que alimentar a esposa y tres hijos. Él debería recibir más trigo que yo’. Ya casi amanecía cuando Lucas tomó la decisión de llevar trigo de su panera al granero de su hermano en medio de la noche, pero lo haría poco a poco, apenas unos celemines en un fardel, para que a Mateo le pasara desapercibido. Con esta decisión se durmió como un bendito.
En días sucesivos, Lucas se levantaba algunas madrugadas e iba llevando algo de su trigo a la panera de su hermano. No se imaginaba que su hermano Mateo estaba trasportando trigo exactamente en dirección contraria y, para no ser observado por los aldeanos, en lugar de cruzar Sahelices daba un rodeo por la senda que bordeaba la parte superior de la planicie cuya pendiente cae hacia la carretera actual por el Norte y hacia la cuesta del cementerio por el Este. Quiso el azar que una madrugada ambos hermanos escogieran la misma hora para levantarse y se encontraran en medio de la senda con sendos costales de trigo al hombro, cada uno en dirección a la casa del otro hermano.
La noticia y el porqué de aquel encuentro nocturno se divulgó pronto por Sahelices y por los pueblos de la comarca. Años más tarde, muertos ya Mateo y Lucas, los sahelicenses se reunieron en Concejo con el fin de seleccionar un lugar para levantar una ermita. Tardaron poco en optar por el terreno donde los dos hermanos se habían encontrado con el saco de trigo al hombro, porque pensaron que no había en todo el pueblo un lugar más santo que aquél. Es el solar que hoy ocupa la Iglesia de “Santa María”.