Sabero - Leon

Las carteleras del cine anunciaban una película para menores en sesión de Domingo tarde. Su tenebroso título hacía relamerse a los niños ante la aventura que se les arrojaría. ¿Misterio?. ¿Venganza?. ¿Algún justiciero en defensa de los buenos?.

La larga cola ante la ventanilla que Trinita regentaba hacía presagiar que más de uno se quedaría sin entrada.

Tuvieron suerte con la aparición de Justo, el tío solterón de Guillermo y abanderado del bueno de "Patarrete", aquel operador ayudante de proyección (que se diría ahora) que se ofreció gustoso a proporcionarles los oportunos pases.

Alargando su figura sobre las cabezas de los niños mejor situados, que estoicamente guardaban cola y a los que asustaba con la ceniza a punto de desprenderse de aquel cuarterón rechupado, conseguía el favor de la taquillera y fardaba con el exito de su gestión.

-Aquí teneis. -Y no os coloqueis muy cerca de la pantalla, que es malo para la vista.

Raudos corrieron los niños a degollar las entradas y atravesaron el ambigú para lanzarse al patio de butacas en busca de los primeros asientos.

-Cuanto más "palante" mejor, razonaba Tomasín, que si se pone alguno mayor no vemos nada.

Las luces apagadas y la musiquilla del Nodo anunciaban el momento de "silencio en la sala".

Aquel noticiario era siempre la misma lata. Franco y sus amigotes contándoles lo grande que era el país. Como si a los críos les importara un pimiento.

A continuación, las letras del reparto se antojaban eternas hasta dar paso a la "peli".

Era el vengador un héroe cuya cabeza cubría con un pañuelo negro que rodeaba a su rostro dejando un par de agujeros a la altura de sus ojos.
Su torso desnudo presagiaba una figura fuerte, inmensa, incapaz de ser vencida por nadie. De su cuello colgaba una negra capa que a veces utilizaba para ocultar por completo su estampa.

Repartía mamporros a los malos y acababa salvando a la chica rubia que, para su sorpresa y la de todos, nunca consiguó verle la cara.

El final de la cinta no resolvió la duda sobre la identidad del personaje y cada uno de los guajes apuntaba a quien creía que se escondía tras el misterioso embozo.

Poco podían imaginar ellos que, a veces, la fantasía se torna realidad y así, en su regreso a casa, cayendo la noche, se sorprendieron por el largo aullido proveniente de los negrillos que pueblan la ribera de la presa de la Vega.

Asustados y llenos de asombro comprobaron como una siniestra figura desgajaba las ramas en sus constantes saltos de un árbol a otro. Su capa negra y el brillo de su pecho desnudo les dió a conocer la identidad de aquel ser.

-No puede ser. Pensaban asustados frotándose los ojos y sin mediar palabra alguna.

-Es él. Es la sombra vengadora.

Y mientras el viento lanzaba aullidos de complicidad, la figura desaparecía tras los últimos arbustos del riachín. Quizás más allá, en la Campera, algún misterio se escondía. Algo que los críos tratarían de averiguar.

El recreo del día siguiente se convirtió en el marco ideal para la narración de los hechos. Rodeados de decenas de muchachos, los tres amigos daban cuenta de lo sucedido la noche anterior entre gestos de asombro de los escuchantes y gesticulaciones exageradas de los narradores.
-Por lo menos medía dos metros, aseguraba Guillermo
-Y daba saltos de orangután, apostillaba Ramirín.
-Creo que ha venido para hacer justicia. Anoche cantó el buho y casi seguro que hoy alguién morirá. La sombra quiere venganza, razonaba Tomasín. -Esta noche iremos a vigilar, es posible que ande por estos lugares, podríamos seguirle y ver a quién busca.

De la calle de atrás al barrio de los adobes, del Rebedul a los Valles y hasta alguno de Sahelices, casi dos docenas de chavalillos se dispusieron para comprobar in situ la existencia de ese ser que les había fascinado en el cine.

La escombrera del riachín serviría de perfecto altozano para otear en busca de "la sombra". Y allí, atisbando tras las zarzas, clavaban sus miradas en la orilla del río. Justo en el lugar donde su héroe había sido visto el día anterior.

Una luna menguante, molesta por la pesadez de nubes pasajeras, apenas dejaba luz para distinguir cualquier cosa que no fuera el follaje y la silueta de los viejos árboles que poblaban la ribera.

El tiempo transcurría y la regañina en casa ya estaba asegurada, así que ya daba igual. Esperarían otro rato.

Fué en un momento de oscuridad casi absluta cuando,rompiendo el sepulcral silencio, como arrastrándose por la noche, las zarzas se removieron dejando paso a una figura que emergía chapoteando con fuerza en las aguas revueltas.

Los niños no podían creer lo que estaban viendo. Venía a caballo.

Montando un corcel albino, de una blancura que iluminaba la vieja tierruca, se alzaba una figura con la cabeza cubierta por algo negro. Sobre los hombros ondeaba una larga capa que bien pudiera servirle de embozo en sus venganzas. Y allí, en la orilla, permanecía quieto, mirando a un lado y a otro, como queriendo situarse. Buscando quizás el lugar donde debía realizar su labor justiciera.

-Se está acercando, (susurró Remigio)-Viene hacia aquí.
-Quedaros quietos. Ordenó Tomasín.

El caballero seguía avanzando y los niños, cada vez más nerviosos comenzaban a recular. Solo Tomasín aguantó, preso de la curiosidad por ver su rostro, aquel tirón de angustia.

Y al reconocer al "vengador" su grito se oyó en todo el valle:

¡¡ONDIA...ES EL CABO DE LA GUARDIA CIVIL!!

Y así fué como los niños regresaron a sus casas y la búsqueda, tras la denuncia de sus familias, concluyó felizmente.
¡Vaya susto de muerte!

Si me encuentro yo en aquella batallita suigo alli del susto.
Me acuerdo alla por los años cincuenta era muy niña cuando la
la pareja de la guardia civil subian de Sabero a Olleros ( no se
hasta donde llegavan) se me hacia una eternidad, por hasta que no
vajavan no salia del escondite .yo ver a la guardia civil y me
temblavan hasta....las coletas.
Su relato Señor Cabo es de un diez.
Un saludo y esta cuando usted guste