Sabero - Leon

Dicen que la llegada del pequeño Tomasín al barrio de Abajo, en Sabero, no produjo la menor sorpresa. Todo el mundo sabía que la preñez de Emerilda no daría para mucho. Era ella una mujer irresoluta de aspecto dubitativo que observaba las cosas como extrañada desde una posición indecisa en aquel ambiente hostil, de porvenir incierto, en que se movía por aquellos años la vida laboral del pueblo.
A Tomasín le recibió la muchachada como sorprendida de la actitud vacilante que había demostrado en su nacimiento. Ora salgo, ora me acurruco (en el vientre de mamá), ora sí, ora no, ora pro nobis...
Ya en la pila bautismal dudaba de mojarse o cubrir su cabecita con el trozo de echarpe que tía Rosario dejaba caer con suavidad sobre la cara del confuso guajín. Movía sus manitas sin saber a donde dirigir los gestos de sus lentos deditos como sorprendido por aquel akelarre de conjuros en no se qué idioma mientras abría y cerraba sus ojitos temiendo el hisopazo del señor vestido de chica que le amenazaba constantemente.
Así fué como el pobre Tomasín, creado en un ambiente confuso adquirió esa personalidad perpleja en aquel "su mundo" de vacilación, indecisión, duda , sorpresa, irresolución e incertidumbre en el que siempre se sintió un extraño.
Así se forjó la personalidad de un niño que de mayor quiso ser político para llevar a los suyos a la más alta de las cotas: La cota de malla.
¿Lo conseguiría?

Continuará

Es un gusto leer los relatos del cabo

Recorría Tomasín cada mañana el barrizal que cubría el trayecto hasta la salida de los Valles para acudir a la escuela de Doña Manuela con una alegría inusitada en un niño de tan corta edad. Su menesterosa madre, Emerilda, le veía partir tras propinarle un fuerte abrazo presintiendo que el pobre niño no gozaría demasiado de su compaña.
Sería la causa aquella larga enfermedad que la amartillaba hasta dejarla desfallecida después de cada esfuerzo en su afán por inundar la humilde morada del amparo necesario para sacar adelante aquel hijo de quién su difunto Felisardo !maldita mina! apenas llegó a disfrutar.
. Los crudos inviernos se hacían interminables y había que apilar la mayor cantidad posible de leña para hacer frente al frío implacable que durante meses asolaría el valle.
Peregrinaba durante horas, día tras día, recopilando troncos entre orgullosas hayas y robles vetustos en busca de astillas, palos, tarugos y chascas que les ayudaran a pasar unas noches agradables al calor del fuego bajero en la soledad de aquel paraje nevado.
Y el bueno de Tomasín, ajeno a esta cruda realidad, retozaba y jugueteaba gozando del esparcimiento necesario a cualquier niño de su edad durante los ratos de recreo y tras las horas de clase después de haber dado buena cuenta del bocata de mortadela que su madre con tanto cariño le había preparado.
Pronto se haría de noche. Había que dejar los juegos y regresar a casa.
Tomasín recogió su cabás del banco bajo los pórticos y emprendió, en compañía de sus tres amigos de vecindad, el camino de regreso a casa.
El trayecto no era largo, pero sabían de la amenaza que cada día les acechaba. Con la luz del día eludían el peligro, pero la noche estaba encima y deberían afrontar la maldita prueba de horror que venían soportando desde siempre.

Abrocharon sus chamarras. Calaron las manos en los profundos bolsillos y comenzaron su andar hacia la aventura entre la espesa niebla que deshacía los vacíos rayos que unas tristes farolas parecían dejar caer con desdén.

Continuará
y

Escribes muy bien. ¿Es todo tuyo? Saludos al foro

Caminaron hacia el barrio de abajo dejando tras de sí la plaza del Cantón. Quizás el último reducto seguro antes de comenzar el corto pero intenso recorrido que tenían por delante. Eran sabedores de que pronto entrarían en aquel terreno que les horrorizaba. Hundieron sus cuellos en las altas solapas buscando el calor de sus chamarras y rieron timidamente el comentario, entre jocoso y veraz del pequeño Ramiro: ¡Joer machos!. No se ve ni a jura

Como en tantas ocasiones, los niños luchaban por tranquilizar aquellos nervios que no parecían suyos, aún sabiendo que hasta que todo finalizara no lo conseguirían.

En su andadura, al toparse con el buzón de los Valles, el que se alza solitario sobre la cuesta que conduce al Riachín, Tomasín le dió un cariñoso golpe. Siempre lo hacía. El era el vigilante de sus entradas y salidas, de sus constantes cambios anímicos, de sus carreras en retrasos escolares y tranquilos paseos domingueros con su madre. Y nunca decía nada, solamente lo reía con su gran boca de tonto con hambre.
Enseñaba D.Juan, el maestro, que a este buzón se le podían confiar todos los secretos. Jamás los revelaría. En realidad...nunca lo abrían.

Desde lo alto de la cuesta, en la carretera, los niños observaban la corta rampa que les conduciría a su destino. Pero eran conscientes de que antes deberían enfrentarse a EL. Que si querían llegar junto a los suyos deberían vencerle. Se miraron, apretaron los dientes y se dejaron caer por la pendiente con paso descompuesto y la incertidumbre marcada en sus rostros.

Junto al Horcajo, ese pequeño río, las vacas del tío Cartucho,advertidas por su fiel instinto, parecían alertarles con sus mugidos de la amenaza que les acechaba. Así, como si ellos lo ignoraran, como si esta noche fuera diferente a las pasadas.
El perro Espinete se acercó a los niños. Buscaba sus caricias pero después no parecía estar por acompañarles. Se retiraba miedoso a su refugio con la colita entre las patas. Allí, en su casita de madera, solamente dejaba entrever su fino morrito bajo unos asombrados ojos que veian perderse las siluetas en la noche.

¿Volverá a verlos?

Muy bueno cabo,pero creo que en la epoca,que le toco vivir a Tomasin,no habia mortadela como dices, chocolate y duro¡¡

Seguramente haber,habia pero¿andandaria? Alomejor Tomasín tenia mas suerte que yo que desde luego,ni la olia.Años puñeteros de ganas de todo y sobras de nada. Perdón Sr.Cabo,continue cuando quiera. Tiene la palabra (o el teclado en éste caso)pero no tarde que me hace recordar las novelas de la radio que escuchaba mi madre mientras cosia (eternas,eran eternas) AMA ROSA,GORRIONES SIN NIDO....Y ya,que no es mi turno

Finales de los 60, "Palmita" ya vendía mortadela, y a principios de los 70 con aceitunas.

Y no exageremos que salía más barata que el chocolate y "cundía más". Y si interrumpimos al cabo, nos metemos en el 2011 y no sabemos si Espinete volvió a verlos o no.

Pues te diré que hasta tiempo despues no la descubrí y me parecia muy grasienta algo similar a lo que venden hoy para alimentar a los perros también embutido. Preferia una onza de chocolate de La Industrial Leonesa negruzco y un poco terroso que con un zoquete de pan de hogaza era un manjar.
¿Lo ve sr. Cabo?ésto es lo que tiene hacer los intermedios que hace ud. que metemos los pies en otro tiesto. Doy por finalizado el tema "mortadela". Cuando quiera sr. Cabo

La preocupación transformada en miedo volvía a embargar el ánimo de los muchachos. Sabían que su momento cumbre estaba muy cerca. Conocían el riesgo a que se exponíann y eran sabedores de que deberían superar aquella prueba tras la vil conjura que se escondía entra la maldita niebla de puré en su afán por alcanzar sus hogares.

Avanzaron cincuenta pasos. Sus manos se entralazaron dándose un ánimo que se tornaba tembloroso en cada apretón. Tomasín les pidió detenerse.
-Tiene que estar por aquí. ¡Maldita oscuridad!. Parece que la luna se haya conjurado con EL. No veo un metro delante de mí.

Avanzaron pisando suavemente. Acariciando el suelo con sus tiernos pies en los que ponían la sensibilidad de un buscaminas.
Dieron un paso, otro más....un tercero.
-Sé que está aquí. Lo hemos alcanzado. EL nos está sintiendo.
Siguieron tanteando de nuevo, avanzaron unos pasos más apretando con fuerza sus manos mientras un frío sudor se colaba en sus ojos.

De repente Tomasín soltó las manos de sus compañeros gritando emocionado:
¡Lo hemos logrado! 1Estamos salvados!. Fijaos en el firme, tocad los rieles del tren, hemos cruzado el maldito puente.
Se abrazaron alborozados y lanzaron cortes de manga hacia sus espaldas en señal de victoria.

Después los güajes se despidieron deseandose buenas noches y, mientras caminaba,el pequeño Ramiro recordaba los versos que su madre le recitaba desde niño,como al resto de sus amigos. Aquellos versos hechos canción de cuna que habían logrado que fueran precavidos en cada regreso al barrio. Aquella nana que desde que nacieron les advirtió del peligro que corrían en cada regreso.

Dios mío, caviló el rapaz. ¿Cuando pondrán barandillas a este puente?.¿Cuando será normal como todos los demás?

Y entonó eufórico la canción recordada.

Puentecito de los Valles
Por no tener barandillas
Una docena de veces
Se ha ido al agua Mediavilla.

Pero la vida continuaría en un sinvivir de emociones.

Muy bueno ,señor cabo,¡¡¡pense que Tomasin cruzaria el tramo de la carretera paralelo al cementerio,del que la mayoria de la jente tenia sus reparos en aquellos¡ años¡ Siga usted en su linea que tiene seguidores . enhorabuena .

AMIGO CAMUÑAS:
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Señor cabo,no conto que Tomasin y sus amigos entraron en alguna boca de mina y vieron un murcielago? ¿que paso con ellos? estoy pendiente de la historia, por que solo usted la conocera
Un saludo

Muy bueno cabo¡ pero en tiempos de Tomasin,existian las farolas ?de que epoca es la historia? sigue contando ,que los del foro,estamos enganchados,¿o no es cierto? un saludo.