Riego de la Vega - Leon

La prepotencia y arrogancia de quienes tratan de vendernos la energía nuclear como algo seguro, le han visto las orejas al lobo con el desastre nuclear ocurrido en Japón tras el tsunami.

Como el aprendiz de brujo, la industria atómica no puede preveer las posibles variables de las amenazas a centrales nucleares, que pongan en peligro la vida de millones de seres humanos. Solo por eso, este tipo de energía se tiene que desechar.

El desastre nos ha hecho despertar de nuestro letargo, nos ha hecho ser concientes de que nuestra vida esta permanentemente expuesta ha una hecatombe nuclear. De que no solo los fallos humanos del personal técnico (Chernobil), y las rencillas y demencias entre jefes de estado por el mayor arsenal atómico, nos pueden llevar al exterminio.

Las fuerzas de la naturaleza son imprevisibles y con los efectos del cambio climático su potencial destructivo (como hemos visto en Japón) va en continuo aumento.
Esta vez, la alarma nuclear la ha provocado un tsunami, la próxima: un avión (como el que derribo las torres gemelas) o cualquier otra causa sin preveer.


La solución pasa por las renovables, y por liberar las patentes de energías limpias secuestradas por quienes se lucran de la dependencia del petróleo y la nuclear.
No puede ser, que en nombre del crecimiento económico estemos expuestos a energías mortales.

¿Que piensan hacer con los deshechos radiactivos de las distintas y tantas centrales nucleares?

Si nos escandalizamos al leer que culturas antiguas mediante ritos ancestrales sacrificaban a seres humanos para calmar a sus Dioses. No es menos cierto, que para calmar al actual Dios del crecimiento económico, seamos capaces de sacrificar a millones de personas.

Por no renunciar a la energía automotriz, en el mundo nos hemos habituado cada año al sangriento sacrificio de millón y medio de almas al Dios coche. A pesar de ser concientes de ello, el coche sigue siendo venerado, y para calmar nuestra conciencia, a este autogenocidio, lo llamamos accidente de tráfico.

La diferencia entre las dos formas de energía, es que la gasolina de nuestro automóvil nos mata de forma desperdigada, 3.000 muertos diarios en todo el mundo. En cambio la energía atómica nos puede matar a millones en un solo día. Lo vergonzante es que las mentes perturbadas que nos obligan a vivir bajo constante peligros, son la elite de nuestros científicos y nuestros gobernantes.

Menos energía es posible, si hacemos la ciudad a escala humana y no del coche.

Al hilo del comentario anterior, quiero razonar sobre lo siguiente:

El otro día fui molestado en mi hogar por la llamada de un señor que, al abrirle la puerta, dijo venía en nombre de Jehová y quería visitarme. Intuí para qué y, molesto, le dejé entender que no estaba dispuesto a franquearle la entrada. Lo que me obligó a decirle: Con lo que está pasando, estoy harto de todas las religiones.
Y es que yo, estos días, vivo muchas desazones de tipo religioso: A más de un amigo católico practicante, le he preguntado: ¿Quién crees tú que es el responsable de la tragedia japonesa?
"¡Hombre! La Naturaleza, ¿quién va a ser?. ¡Pues hombres, de acuerdo con lo oído una y mil veces, la culpa hemos de echársela a nuestro dios: "Nada sucede en el Mundo sin que Dios lo quiera" Axioma o dogma de nuestra Iglesia.
Claro que, culpar a dios de tantas muertes y penalidades, puede resultar cruel: "Dios es nuestro magnánimo padre". ¿En qué quedamos, en que es el creador y amo del mundo o una simple fábula? ¿Dónde poner a dios frente al terremoto y el Tsunami? Quiero oír razones al respecto...
Y en cuanto a lo que ocurre en los países musulmanes: "Alá es grande y padre nuestro". Dicen cual si ellos mismos fueran el tal Alá. Pero Alá ha dado lugar a engendrar hijos a porrillo a los que no ha sabido -o querido- dar lo necesario para vivir dignamente, dando lugar con ello a las revoluciones que sufrimos y, también, a ser víctimas de los que, en su honor, se hacen kamikazes...

Este tema, estimado Varón, debieras tenerlo ya más que superado.
saludos