Riego de la Vega - Leon

Nada es más penoso que la pérdida de los familiares más allegados. Algo se va en la alegría perdiendo gran parte de tu risa y tu humor. La vida deja de fraguarse para moldearse, lo que otorga una seriedad infranqueble.

Queramos o no nuestra conciencia se pasa cada día reviviendo, recordando, todo lo que pueda recordar. Y nuestra conciencia se encarga por alguna razón principalmente de nuestros errores, de lo que dejamos de hacer, de lo que pudimos haber hecho o dicho. Es como un autocastigo solo para los que tienen conciencia porque queremos mejorar; los que no la tienen pasarán a un juicio que ya no será suyo a la eternidad.

Casi siempre, si no pudimos hacer o decir algo nuestras razones de peso tendríamos, incluso nuestra legitimación; pero aun así, nos machacamos con la pérdida de un familiar o una amistad. Más perfeccionistas seamos, más pesa la balanza de nuestra propia justicia en la escala de la cantidad o carencia de conciencia.

No nacemos con el don de la sabiduría, aunque yazca es un proceso vital de la experiencia, el cultivarse y el culturizarse.

Y siempre en los errores como una mancha en una prenda de vestir, es dónde mas tiempo empeñamos en quitarla y en pensar como llegó, permaneció y se fue.

Lo dicho es una cosa lo hecho otra. Aunque si bien es verdad que algunas palabras son definitivamente peores que algunos hechos.

Pero todo depende de la intencionalidad con la que se dijeron, y el reflejo del momento de los que uno se arrepiente pero no hubo maldad ni siquiera convicción de que fueran así.

Lo que representa un problema para la eternidad son los actos y hechos meditados, preparados, construidos y perpetrados con plena conciencia y conocimiento de causa. Esos a los que no llegará la justicia de los hombres pero si la justicia de la eternidad.

Al igual que en vida nos colocamos con nuestra conciencia en la muerte nos colocaremos y para siempre en los actos premeditados tengamos o no conciencia del peso de nuestros actos. La justicia eterna.

Aunque nos libremos de los hombres no nos libraremos de nosotros mismos, de nuestra conciencia eterna que aunque no la haya habido aparecerá y permanecerá en la eternidad.