Riego de la Vega - Leon

En estos larguísimos cuatro años de legistatura infame del PP, la más infame de toda la democracia española, han sido más que evidentes las herramientas coercitivas y manipuladoras que han empleado para someter la conciencia de los españoles.
Cuando era pequeño recibí una y mil veces diversos mensajes arteros y falsos sobre el mundo y sobre cómo funciona la vida. Mensajes que nos repetían tanto, explícita o implícitamente, que nunca, entonces, hubiera podido sospechar que eran amañados, capciosos y muy manipuladores. Eran ideas y mensajes de todo tipo, desde la historia, pasada o reciente, de España, hasta lo que está bien y lo que está mal, pasando por ideas obscenas enmarcadas en el ámbito de lo religioso que, a través del miedo, el chantaje y la culpa, nos pretenden alejar, no a mí, a todos, del verdadero entendimiento, del conocimiento y del disfrute racional y natural de esto que llamamos existencia.

El cielo, el infierno, el valle de lágrimas, la pécora Eva incitando a morder una manzana, el pecado original que nos hace a todos, menos a los que de verdad lo son, responsables de los grandes males de la humanidad…. Los rojos quemaban iglesias, y eran malos, malísimos. Quien no va a la misa arderá en las llamas eternas. Los republicanos eran la reencarnación del demonio. Sobre Paracuellos mejor no hablar. Franco era un angelote, el colmo de la bondad. Había un abuelete por ahí, que estaba en todas partes pero que nunca nadie había visto, de barba blanca, a quien había que venerar, que era bondad infinita, aunque le encantaba el dolor y nos impuso el valle de lágrimas, y a la mínima de cambio nos enviaba al terrible averno a achicharrarnos por los siglos de los siglos. Y ese abuelete de barba blanca, que era hijo y padre a la vez de su propio hijo, como sus representantes en las prosaicas cosas mundanas designaba a los reyes, que eran unos señores muy superiores al resto, aunque fueran cortos"no de estatura" o no dieran palo al agua.

Y la cuestión es que la repetición hasta la saciedad de los mismos esquemas consigue que nuestra mente inconsciente, incluso aunque sepamos de su falsedad, los asuma como ciertos de manera emocional. Es el adoctrinamiento ideológico, que para que sea bien efectivo debe de empezar en la tierna infancia. Goebbels, el ministro de propaganda nazi, no se inventó nada cuando expresó aquello de “una mentira repetida mil veces se acaba convirtiendo en verdad para el sujeto que la escucha”. Esa táctica se ha estado empleando desde hace muchos siglos por esos ámbitos del poder interesados en manipular y amedrentar la conciencia colectiva. El adoctrinamiento religioso, por ejemplo, se basa, entre otras muchas cosas, en ese modo de adulterar la realidad que percibe la mente humana, imponiendo, a través de la reiteración, una dogmática del todo incompatible con la racionalidad más elemental.

El nazismo no fue otra cosa, desde la perspectiva psico-sociológica, que un enorme lavado de cerebro colectivo, en el que la repetición continuada de mensajes de fanatismo, de pertenencia a una raza privilegiada y de odio a los judíos y a las minorías étnicas llevaron a los alemanes a las monstruosidades que todos sabemos. La manipulación de las masas de Gustav Le Bon era, de hecho, el libro de cabecera de Hitler, y supongo que de otros muchos dictadores. Lo que está claro es que detrás de muchas de las aberraciones históricas existe un proceso evidente de coacción, de manipulación, de fanatización y de anulación del librepensamiento y la sensatez racional de las sociedades y de las personas. Que se lo cuenten a los españoles que vivieron la guerra civil y el franquismo, para no irse muy lejos.

En estos larguísimos cuatro años de legistatura infame del Partido Popular, la más infame de toda la democracia española, han quedado más que evidentes las herramientas coercitivas y manipuladoras que han empleado para someter la conciencia de los españoles. La consigna de la mentira repetida hasta la saciedad ha sido el pan nuestro de cada día. Hemos soportado, y lo que nos queda, las mayores ignominias imaginables contra nuestros derechos como ciudadanos y contra nuestra dignidad como seres humanos. La Ley Mordaza ha sido la guinda del pastel en lo referente a amordazarnos la boca, nuestra capacidad de expresión y nuestro derecho a la protesta. Y hemos soportado absurdos tales como normalizar en la conciencia colectiva que, mientras llevaban a medio país al paro o a la imposibilidad de supervivencia, ministros y altos cargos de la derecha, sin rubor alguno, pidieran por España a la Virgen o a los santos.

Cual vulgares charlatanes de feria, se han dedicado, y se dedican, a repetir las mismas arteras consignas una y mil veces, confiando en que la macabra técnica de la repetición dará sus frutos. Y los da, pero a muy corto plazo y sólo ante la ciudadanía que ignora la realidad o esta desinformada, porque la infamia y la indecencia tienen siempre los días contados. Rajoy, en un intento soez de estrujar un poco más la consigna goebbeliana, nos cuenta ahora, incesantemente, que la economía española comienza a dar algunos frutos; a pocos meses de las elecciones generales, y con el país en ruinas. Hasta un preescolar le ve el plumero. Y arremeten, en su archiconocida actitud de acoso y derribo, contra las fuerzas progresistas al grito soez de “radicales”, cuando los radicales son ellos. Y dicen que Manuela Carmena es amiga de ETA, y proclaman que los de Podemos son poco menos que primos hermanos de Fidel Castro y de Chávez. Deberían de cambiar sus tácticas de manipulación; ya resultan, además de ridículas, soporíferas. La de Goebbels ya está muy manida; y el nazismo se hizo efectivo, sí, pero tuvo sus días contados.