Maquiavelo, el becario del PP Todos hemos escuchado o leído la famosa frase «el fin justifica los medios». Dicha sentencia, que puede ser aplicada a varios aspectos de la vida como los negocios, la política, el deporte o los principios éticos, ha sido siempre atribuida a Nicola Maquiavelo, pero no hay constancia histórica ni documental de que así fuera. Algunos autores la atribuyeron a los escritos de la Compañía de Jesús por su contenido donde parecía que se hacía apología de dicha sentencia. Baltasar Gracián escribió algo que podría ser interpretado del mismo modo: «Todo lo dora un buen fin, aunque lo desmientan los desaciertos de los medios». Pero bueno, me quedaré con Maquiavelo. Toda esta introducción viene a colación de los modos que el Partido Popular tiene para alcanzar el poder. Históricamente la derecha española siempre ha utilizado cualquier medio, fuera lícito o no, para alcanzar, asaltar o mantenerse en el poder. Todo tiene su explicación: para los conservadores españoles el poder es algo que piensan que les pertenece por mandato divino, al igual que lo creían los reyes medievales. El Partido Popular no ha tenido ningún inconveniente en seguir con la tradición. Hay que recordar algunos hechos que lo demuestran. En la II República, cuando el Frente Popular ganó la Elecciones de febrero de 1936, no dudaron en planear un Golpe de Estado para recuperar lo que ellos creen que les pertenece por derecho. Esa falta de respeto a la voluntad del pueblo se tradujo en más de un millón de muertos y en una dictadura fascista con cientos de miles de represaliados y ajusticiados, además de los miles de exiliados que no pudieron volver a su país. Tras la llegada al poder del PSOE no dudaron en utilizar cualquier tipo de argucia, por rastrera que fuera, con tal de recuperar el poder. Lo más miserable fue la estrategia de José María Aznar al utilizar a las víctimas del terrorismo de ETA como arma arrojadiza contra el gobierno de Felipe González. En el año 2004, con 197 muertos en las vías de la Línea C2 de Cercanías, no les importó ni lo más mínimo que mentir y manipular para que, en vista de las elecciones generales del 14 de marzo, nadie pudiera asimilar la autoría del atentado con la intervención en Irak ni con la foto de las Azores. Tras dos legislaturas en la oposición no tuvieron vergüenza alguna en presentar ante los ciudadanos un programa falso que era todo lo contrario a lo que iban a hacer. Presentaron las papeletas electorales como si fueran contratos laborales. Un voto al PP significaba un puesto de trabajo, o eso fue lo que vendieron. Estas son sólo un botón de muestra de la indecencia y del desconocimiento de la cultura democrática. Y esto sólo en lo referente al ámbito nacional, si entramos en las autonomías o los ayuntamientos nos echaríamos las manos a la cabeza. Hablemos de la lideresa de Madrid, que creo que ya el lector se habrá dado cuenta de que el objetivo de este artículo es ella. Esperanza Aguirre representa a esa clase de derecha a la que se denomina «no civilizada», la derecha que no conoce más consenso que el de la imposición o el «subirse al barco» sin cuestionar nada. Aunque ella se denomina a sí misma de ideología liberal, es la clara heredera de Margaret Thatcher. Es una desgracia que tienen los ciudadanos de Madrid, una desgracia que ahora se presenta a la alcaldía de la capital de España. Aguirre siempre se ha caracterizado por tener las suficientes tablas y una sobrada cara de hormigón para salir de todos los atolladeros para que no la afecten. De ahí que fuera ella la que destapara la trama Gürtel o que descubriera la penicilina. La lideresa es de las que piensan que el poder es suyo por naturaleza, que para eso ella lo vale. No aceptaría jamás que los ciudadanos la dejaran en la oposición. Su orgullo no se lo permitiría. Lo vimos con el Tamayazo. Las encuestas determinaban que era posible que se quedara en la oposición. Los ciudadanos hablaron y decidieron que la unión de las fuerzas de la izquierda gobernaran y el PP se quedara en la oposición. Casualmente dos diputados socialistas, Tamayo y Sáez, no se presentaron a la sesión de investidura. Luego se supo que se reunieron en la calle Génova con dirigentes populares. ¿Se robaron las elecciones? Cualquier cosa es poca para no perder el poder. En estos días de precampaña las encuestas no garantizan una mayoría absoluta de Aguirre en el Ayuntamiento de Madrid. La presencia de un candidato fuerte por parte del PSOE, un candidato que está siempre a pie de calle, que conoce las necesidades reales de la ciudadanía, que da confianza al pueblo de Madrid, ha provocado que sea más que probable que la lideresa no sea alcaldesa. ¿Cómo combatir esta situación? ¿Saliendo a la calle, reuniéndose con los ciudadanos y no solo los que viven en la Milla de Oro?¿Dando soluciones a las preocupaciones reales del pueblo de Madrid? Evidentemente, no. El equipo de Aguirre ha vuelto a utilizar malas artes para revertir las malas previsiones que dan la posibilidad de que el Ayuntamiento de Madrid cambie de partido en la alcaldía. Están acostumbrados a ello. Están acostumbrados a que el fin justifique los medios, sean lícitos o no. En esta ocasión han filtrado a la prensa que controlan (es decir, la totalidad de la escrita) una falsa encuesta donde ganaría con mayoría absoluta y dejando a Carmona en tercera posición. Queda claro que en el Partido Popular de Madrid Maquiavelo sería el becario. Así es el PP, y mucho más el PP de Madrid. Todo vale con tal de no perder el poder. ¿Cuál será la próxima? El tiempo lo dirá, porque Aguirre no aceptará la derrota que le espera porque Antonio Miguel Carmona va a ser el próximo alcalde de Madrid. |