El organillero de Madrid Tomás Gomez hace balance de esta 2014 sobre la politización de un Madrid desgastado por los recortes, las desigualdades, la injusticia social. Lo cierto es que Madrid ya no es aquel Madrid que todos conocíamos como puerta abierta a la libertad, al cosmopolitismo, al madrileñismo altivo y gendarme de la nación. Madrid ha muerto tras las políticas aniquiladoras de un Ignacio González que quiso privatizar la Sanidad y la jurisprudencia no le dejó. Madrid es un Manzanares del PP donde el agua gotea de llanto en la Cibeles. Madrid ha muerto de muerte natural, como el caudillo Francisco Franco. Madrid -o el PP- en estos momentos no quiere abrir los comedores escolares ahora por Navidad. Ignacio, con su coletilla gris y fea, dice que los niños madrileños están obesos y que todos se comerán el turrón de chocolate en sus casitas maravillosas y llenas de euros. Con la infancia no se puede jugar. Si hay hambre, hay hambre de verdad, no obesidad como este señor marbellí nos quiere hacer ver. Madrid caduca como un danone en estos tiempos del frío en que los vagamundos duermen en los cajeros, mientras los clanes políticos cada vez tienen peor calidad en tanto en cuanto a una democratización limpia y veraz. El madrileñismo está harto de tanta injusticia, de tanto dolor, de tanta ansiedad vertida por las pinturas del Museo del Prado. Madrid ya no es una Comunidad Autónoma, pues la autonomía se desvira por el Callejón del Gato, que diría Valle-Inclán. Madrid es un esperpento representado en la puerta del Sol, mientras los pencas del Partido Popular han desvuelto la virtud de la politología en procaces casos de corrupción que dan como consecuencia la incredulidad de la ciudadanía. Madrid -este año que ya acaba- ha sido una ciudad cosmopolita de manifestaciones, protestas, algarabías de un madrileñismo que no ha podido mantener la calma ante tanto despropósito, según señala Tomás Gómez. Tanta gente en la calle ha verificado que el anarcocomunismo en que se ha convertido el palacio autonómico de Ignacio González da para mucho leer y para más escribir. Podríamos escribir toda una novela social y política en la que se adivinara todo este madrileñimso amorfo y sentimental que, sin duda ninguna, hubiera escrito Paco Umbral si siguiera vivo. La novela del Madrid actual aún está por escribir. Daría para un libro costumbrista y canalla en donde lo corrupto alcanzaría un desenlace final de muerte trágica. Madrid es Galdós estrenando “Electra”, algo semejante a la automoribundia de una sociedad que en estos precisos momentos está apaleando, defenestrando, ahogando cual Ofelia, digestivando un madrileñismo ya cansado, apático, readundantemente asombrado ante la acción de sus políticos. Nunca Madrid se había situado en esta sección del horror, del ocho, de la zábila, donde el tocho cheli de Ramoncín apunta todo un lenguaje característico y denigrante ante la pálida verbena que es hoy Madrid vestido de San Isidro por estos señoritingos y señoritingas del Sóviet del Partido Popular. Madrid necesista volver a ser el Madrid del madrileñismo amadrileñado. Ignacio González debe salir de este mecanismo del terror a fuerzas marchosas. Madrid necesita un cambio de muebles, una reforma de sus edificios autonómicos, una vivacidad y una garantía de orden y calidad de vida. Hoy en Madrid sólo viven bien los del barrio de Salamanca, mientras Vallecas se ve abocado al ultraje y a la furiosa penetración de una medidas antisociales que se definen en desahucios, desempleo, recortes a la dependencia, comedores escolares cerrados, educación vilipendiada y otros etcéteras que no caben en este artículo. Madrid traza una comedia de Lope en donde el bobo acaba siendo siempre el político. Madrid quijotea en Cervantes mientras la corrupción la dice Sancho Panza en su borrico. Madrid muere de pena como los amores de goma de Ramón Gómez de la Serna. Ya no se puede escribir con libertad en este Madrid acongojado y perruno en donde Esperanza Aguirre, Ana Botella, Ignacio González y don Mariano están tan delaxados que no tienen ni idea de por dónde corregir tantos errores cometidos. Madrid es un error. Que venga alguien a montar de nuevo esta villa cortesana, pues a punto está de caerse Felipe IV del caballo de la Plaza de España. Madrid es un judío converso entre el track del economicismo mártir y héroe a la vez. La ciudad de Umbral es la coreografía de unos calzoncillos colgados en la tertulia del Corral de la Pacheca. Emilio Arnau |