Punta de iceberg Ya se sabe desde hace mucho tiempo que cuando se utiliza este símil, nos debemos estar refiriendo a que lo que se ve es solo la décima parte de lo que realmente es el fenómeno de que se trate y el miedo que produce es que, como ocurrió con el Titanic, su potencia destructora sea de enorme alcance y nefastas consecuencias. Al no saber cuándo se va a acabar, la sensación que tienen los mortales es pensar que la nefanda y perversa situación va a durar eternamente. Pero eso es como la enfermedad desconocida y exterminadora que al no saber sus causas parece intratable e imbatible. Eso es lo que pasa con la corrupción económica. No sabemos cuándo se va a terminar y pensamos que va a vivir con nosotros de por vida y que nada ni nadie serán capaces de pararla y exterminarla. Lo más seguro es que no sea así. Lo más seguro es que haya vivido con nosotros permanentemente y que como la contaminación o el humo del tabaco pensáramos que era lo normal, lo propio, lo cotidiano hasta que han venido nuevos tiempos, con nuevas fórmulas de información, de comunicación, de presentación, y nos hayan puesto el problema encima de la mesa con toda su crudeza y difícil comprensión. Es cierto, que antes, podrías presumir que tal o cual se estaba lucrando impunemente a costa del esfuerzo y el trabajo de los demás y se intuía por los signos externos de su vivencia diaria si es que éramos capaces de llegar a verlos, porque se dejara (lo más normal) o porque le sorprendiéramos (lo menos probable). Era difícil, muy difícil probarlo y acreditarlo. Pero hoy día es más fácil que quien tiene acceso a datos, archivos, actos, documentos, etc... dispone de unas posibilidades inmensas de reproducirlos y difundirlos sin ser un matahari o un garbo del espionaje. Es fácil comprimir archivos, extraerlos de donde están, sacar copias, contrastar su veracidad y por medio de internet, con fotos, imágenes, grabaciones auditivas, extender su propagación a personas que en su vida hubieran podido imaginar que iban a ver datos de este tipo. Eso está al alcance de mucha más gente que antes, en tiempos en que solamente contables o administradores de altos vuelos, despechados, podrían sacar unos pocos documentos y enseñarlos para denunciar lo que entendían que podría ser delictivo. Sin embargo ahora cualquier chaval informático, administrativo de primer nivel, o alguien que esté cerca de este tipo de información se pude hacer con ella y transmitirla a los cuatro vientos. Como siempre pasa, los de más edad tienden a olvidar los tiempos pasados, incidiendo en eso de que la memoria es floja, y tienden a decir que esto en sus tiempos no ocurría, pero ese es el error, pensar que no ocurría porque siempre ha ocurrido lo que ha pasado es que nunca lo hemos visto con tanta exactitud y detalle. Ahora bien, lo bueno que tiene esto de poder ver el iceberg casi completo, porque completo no se ve nunca, es que tomando conciencia de la execrable situación insostenible para cualquier mente lúcida es que nos podemos poner manos a la obra para atajarla y como se dice ahora en términos informáticos, revertirla si es que somos capaces, que estamos seguros de que lo somos. Solo nos hemos de preguntar si queremos. Y parece que queremos y que estamos dispuestos a ello aunque los que se están beneficiando de tanto provecho no harán más que poner barreras y óbices a tal empeño. Pero es cierto y posible que viendo la aproximada dimensión y evaluando el daño que hace se puede hacer como con las enfermedades: diagnosticarla, medirla, y aplicar los remedios que la extirpen, si no de raíz a corto plazo si de forma paulatina, hasta conseguir erradicarla. No hay más que reunir a los grupos de hombres y mujeres, que los hay, que estén dispuestos a ello y ponerse a trabajar sin descanso y sin denuedo. Probablemente, los que dedicaron su vida al expolio, una vez que se acabe con su maldita impunidad, al tener ese punto de inteligencia que les llevó al latrocinio, dediquen sus excelencias intelectuales a elevar el grado de bien común, eso si después de haber pasado un buen tiempo penando su fechoría y quedando en el mal recuerdo de todos. Contrariamente a lo que se suele pensar y decir, no serán solo políticos los que han defraudado a sus conciudadanos, sino que como hemos podido comprobar también serán funcionarios públicos, trabajadores privados, gente normal y corriente que se encuentra a nuestro lado, que los tenemos ahí, pero como el iceberg solo veremos una parte y el resto, el gran resto, se encuentra escondido bajo las aguas negras y turbulentas que todo lo tapan y que tanto mal han hecho. Confiemos en el ser humano, que lo mismo que por su condición es capaz de mostrar lo peor, por esa misma condición es capaz de mostrar lo mejor y arreglar la vida de él mismo y de sus semejantes. |