Riego de la Vega - Leon

O son los titulares de la cartera que los buscan, en el partido, con esa torpeza y, a la vez, con esa vileza e iniquidad y, por supuesto, entre sus filas los encuentran de primer calibre con esas características. Nos estamos refiriendo a los designados como consejeros de la sanidad madrileña nombrados por los diferentes gobiernos regionales de derechas que en la comunidad han sido.

Y es que ha ocurrido que si uno ha sido malo el sucesor lo ha sido peor y, sin duda alguna, en los dos aspectos: en su no destreza como gestor y en su insanía como ideólogos que son y ejercen de ello.

No hay más que hacer un pequeño repaso a la historia de la consejería desde que se constituyo la comunidad autónoma de Madrid en 1983 y, así, se puede comprobar que los dos primeros, y únicos, encargados de la materia del gobierno socialista de Joaquín Leguina, María Gómez de Mendoza y Pedro Sabando, ocuparon la cartera durante doce años, la primera del 83 al 87 y el segundo desde esta fecha hasta 1995. Como fácilmente se puede calcular a una media de seis años cada uno, aunque una estuvo cuatro y el otro ocho. Sin embargo, desde que Ruiz Gallardón ganó las elecciones en 1995, y con él el partido popular, hasta el día de la fecha la consejería ha sido dirigida por seis consejeros distintos, haciendo una media individual de tres años por consejero, lo que da pie a deducir la inestabilidad y la discontinuidad que ha habido en el tratamiento de tan sensible competencia. Desde la anodina Rosa Posada que ejerció desde 1995 al 99, siguiendo con el superideólogo Echaniz que lo hizo hasta el 2003 (continuando su nefasta trayectoria en el partido, siendo responsable de sanidad, y ahora como consejero, de lo mismo, en el gobierno de Cospedal en Castilla La Mancha, que Dios proteja a los manchegos), enlazando hasta el 2007 con el inefable Lámela y su desdichada trapisonda contra el Doctor Montes, y su equipo en el Hospital de Leganés, por las pretendidas sedaciones ilegales. Desde esta fecha y hasta 2010 comenzó una clara ofensiva desde el gobierno de Aguirre con el nombramiento del liberal (pseudoliberal diríamos nosotros por lo que demuestra su desastrosa incursión en la iniciativa privada) Güemes como consejero, contra la sanidad publica, que se intensifico con el señalamiento para la dirección de la salud de los madrileños de otro superprivatizador, luego dimitido por el fracaso, como fue el Sr. Lasquetti que ejerció hasta el pasado mes de enero de este año.

Y cuando parecía que el presidente González, Don Ignacio, había dado con la tecla con el nuevo responsable designado, Javier Rodríguez, medico, bonachón, metido en edad, con vestigios de autoritarismo franquista en sus procederes y ademanes, pero, aparentemente, dispuesto a restañar las heridas producidas por la fuerte contienda que ha habido entre los gobiernos populares y los profesionales y pacientes en estos últimos años, hete aquí que cuando ha surgido un problema de naturaleza muy singular y de gravedad inusitada, el Sr Rodríguez se ha mostrado como un autentico rottweiler en su reacción atacando con crueldad feroz a la victima de la torpeza gubernamental, nacional y regional, que ha sido la pobre Teresa Romero al contagiarse en su trabajo de auxiliar de enfermería con el virus mortal del Ébola. Como no, para no dejar lugar a dudas posibles, el Sr Rodríguez incidiendo con su explosiva chulería que ha mostrado a la opinión publica en sus múltiples y desgraciadas manifestaciones de estos últimos días, una arrogancia y una prepotencia indigna de uno que debe ser un servidor público y más en esta materia. Tanto ha sido así, que hasta el propio Presidente de la Comunidad ha tenido que afearle la conducta, la actitud y el comportamiento, no una sino hasta tres veces, quedando claro que cuando todo esto pase (y pasar significa la absoluta recuperación de Teresa, que deseamos con toda nuestra fuerza) todo apunta a que será cesado con toda contundencia y todos los pronunciamientos en su contra, para haber ocupado el cargo solamente diez meses.

Como se puede ver, la trayectoria popular en este asunto, que ya dura veinte años, es un acopio de afrentas y agresiones a todos los madrileños, en especial a los profesionales de la sanidad publica madrileña y, sobre todo, a los miles de pacientes que han sufrido los múltiples experimentos liberalizadores que han surgido de las infaustas cabezas conservadoras, que han querido con ello, y con el tema de la educación, atacar con toda la saña posible dos de los logros más grandes de la sociedad democrática española para, con esto, marcar claramente, la existencia de dos tipos de personas, las que pueden y las que no, cavando con fuerza la trinchera que marca la desigualdad injusta de un país que, por esto y otros muchos más motivos, no puede permitir que continúen en sus puestos una legislatura más, so pena de que cuando acaben dejen el lugar como si hubiera pasado el ejercito de Atila, que eso es lo que parecen cuando actúan.

Todo se ha dicho ya desde diferentes paginas y tribunas sobre este monumento a la inoperancia y a la desdicha en algo tan grave como es el tratamiento de la vida y la dignidad de las personas, pero poco ha de ser para lo que merecen los que tanto han hecho por la destrucción de algo tan importante para cualquier nación como es el cuidado de la salud de sus habitantes. Quienes tengan alguna duda dense una vuelta por los hospitales y consultorios públicos y vean el estado de abandono y deterioro al que están sometidos por la insultante gestión de estos señores de la derecha recalcitrante española que todo lo vicia y adultera, con profesionalidad admirable.