Riego de la Vega - Leon

Ayer, como un torrente imparable, se fueron evidenciando la cadena de negligencias, chapuzas, simplismos e inconsciencia que ha desembocado en la actual tragedia: una persona infectada por el virus del Ébola y, por el momento, cuatro más confinadas en aislamiento preventivo.


En agosto y septiembre, se sucedieron las denuncias de los sindicatos y de las organizaciones médicas, avisando sobre la falta de medios técnicos, humanos y materiales para asumir una operación de alto riesgo como era la repatriación de dos personas moribundas de Ébola. Entonces, eran agoreros, alarmistas, catastrofistas, empeñados en poner palos en las ruedas ministeriales. Ahora, por desgracia, se ha evidenciado que eran profesionales informados, consecuentes y que cumplían con su obligación al denunciar la desidia ministerial.

Resulta que los protocolos no son tales. Que están incompletos, poco estudiados y menos entrenados. Resulta que la formación al personal que debía exponerse al contagio se limitaba a una charleta de apenas 15 minutos sobre cómo ponerse correctamente el traje protector. Resulta que ni siquiera los trajes de aislamiento tenían el nivel de protección que exige la Organización Mundial de la Salud.

Resulta que todo era mentira. El Gobierno ha jugado a la ruleta rusa con la salud de todos los españoles, y, por extensión, de todos los ciudadanos del continente europeo. Y ha perdido. La bala de la recámara se disparó, pero no en la sien de quien jugaba, sino en la cabeza de una pobre y abnegada auxiliar de enfermería, víctima de tanta chapuza e indolencia.

Y resulta, finalmente, que la ministra sigue muda, ciega y sorda. Pero no le va a servir el truco. Con la arrogancia que caracteriza al PP, Ana Mato se niega a dar explicaciones. Mucho menos a asumir responsabilidades políticas. Pero las explicaciones se las están exigiendo desde la Comisión Europea. El PP puede tratar como cortos de inteligencia e inmaduros a los españoles, pero la estratagema no le va a servir con las autoridades comunitarias, que ya han exigido al Gobierno español cumplida información de los pasos que se están siguiendo, del análisis del fracaso operativo que ha desembocado en este contagio y las medidas correctoras que se piensan adoptar.

Una vez más, Europa, va a poner a cada uno en su sitio. Como ya ocurriera con Miguel Arias Cañete, al que sólo sus aspiraciones comunitarias le obligaron a vender sus acciones en empresas petroleras ‘compatibles’ según el entonces ministro con su cartera española. Así ocurrirá con Ana Mato. La estrategia de ser o padecer ignorancia, como con los coches de lujo en su garaje, en Europa no cuela.

¿En manos de quién estamos?