Riego de la Vega - Leon

Alberto Ruiz Gallardón se va de la política, o eso dice, arrastrado por la soberbia. No ha podido soportar sentirse la pieza desechable que sacrifica Mariano Rajoy en el altar de las encuestas electorales. Su enorme ego, que siempre marcó su devenir político, es ahora la razón última de su marcha.


Gallardón, empeñado en una cruzada, -la contrarreforma de la ley del aborto- que, como él bien se ha encargado de recordar en su despedida, no era personal sino colectiva, no era un capricho privado, sino que figuraba en el programa del PP y empezó siendo un proyecto de todo el Gobierno, no ha podido soportar el desplante de Rajoy. Intentó echarle un pulso al presidente, y el presidente le respondió a su estilo: no haciendo nada y dejando atrapado a Gallardón en sus propias bravatas. El resultado, cantado, ha sido la salida de Gallardón, perpetrada, bien es cierto, en el peor momento para los intereses generales del Ejecutivo, con Rajoy y el Rey fuera de España, lo que obliga a retrasar el nombramiento de su sucesor, Rafael Catalá, un “bueno para todo” del PP, hasta la semana que viene.

Mientras tanto, otra “buena para todo” la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, asumirá el ministerio que debe articular la respuesta legal que el Ejecutivo prepara contra la Generalitat de Cataluña y su Ley de Consultas.

Hay que reconocer un claro mérito a la gestión del ministro Gallardón al frente de Justicia: ha conseguido algo que ningún otro antecesor en el cargo había conseguido nunca. Ha sido capaz de poner de acuerdo a toda la judicatura, a toda la fiscalía, a toda la abogacía, a toda la notaría.. En definitiva, a todo aquel que tiene algo que ver con la administración de justicia a la hora de valorar su gestión: Un auténtico desastre.

Gallardón, o más exactamente su altanería, ha soliviantado a todos los operadores jurídicos, a quienes ha despreciado y ninguneado, intentando imponer reformas sin contar con nadie, sin dialogar con nadie. Su criticadísimo anteproyecto de Ley orgánica ha despertado las iras de jueces y abogados. Su absolutamente polémica Ley de Tasas, además de soliviantar a todos los profesionales del derecho, ha conseguido cerrar el acceso a la justicia a buena parte de los españoles, que no pueden reclamar la defensa de sus derechos ante la ley por no tener dinero para pagar sus onerosas tasas.

Su polémica gestión de los indultos, con familiares y amigos de familiares beneficiados groseramente, ha causado el sonrojo de todo aquel con sensibilidad como para avergonzarse de comportamientos tan indignos. Bajo su mandato la Fiscalía ha sido más un instrumento del Gobierno que de la justicia, con acciones –y omisiones- igual de escandalosas. Y por último, pero no por ello menos importante, su retrógrada semi prohibición del aborto en España, contestada desde la derecha y la izquierda, desde el este y el oeste, desde el hombre y la mujer sensatos, ha sido el muelle que finalmente le ha hecho saltar de su poltrona.

Gallardón anuncia su marcha de la política tras arruinar la Comunidad de Madrid. Gallardón anuncia su marcha de la política tras arruinar el Ayuntamiento de Madrid. Gallardón anuncia su marcha de la política tras ser considerado por todas las organizaciones de jueces como el peor ministro de Justicia de la democracia. Gallardón se marcha de la política y, como dice el refrán, “Tanta Gloria lleves, como descanso dejas”. Ojala le imitase más de uno que merece parecido epitafio.