La Ley para quien la cumple Se vuelve a poner en evidencia su comportamiento, éramos conscientes de ello y, sin embargo, no deja de sorprendernos con nuevas cacicadas; el comportamiento de la lideresa del PP madrileño con su espantada – vuelco de motocicleta incluido – a los agentes de movilidad primero y a la policía local más tarde, denota lo sospechado desde siempre: la norma no es sino un instrumento para mantener a raya a la ciudadanía, no algo de obligado cumplimiento; al menos para determinadas personas. Quizá su tropa se sienta orgullosa, la que aplaudió el “tamayazo” hasta dejarse la piel, al comprobar cómo vuelve a jugar con las cartas marcadas. La lideresa continúa como siempre, se dirán con encendido orgullo. También en esta ocasión las lleva. No se entiende, de no sentirse impune, cómo puede realizar una actuación tan rocambolesca, haciéndose perseguir por la policía local en las calles de Madrid. Si cualquier persona, con aparentes signos de nerviosismo, se dirige a la policía local del modo que ella lo hizo, no dudo le hubiesen reducido y llevado hasta la comisaría más cercana. A ella no; por no hacerle ni le hicieron la prueba de alcoholemia, algo usual en situaciones similares. En los episodios posteriores tampoco desmerece demasiado su actuación. Cuando, en circunstancias similares, alguien que no goza de un aforamiento virtual – como parece ser su caso – sale a explicar lo sucedido, salvo sea en ámbitos cercanos, no continúa enredando. Si de su verbo florido siempre supimos, aprovecha la ocasión para recordarlo a toda persona capaz de escuchar su pregón. Las explicaciones, como no puede ser de otro modo, son de traca. Viene a invocar cómo las leyes, y el ordenamiento jurídico, son fruto de una suerte de apaño conducente a manifestar con claridad las diferencias entre las personas. Todo se ha ido construyendo para mantener un estado de cosas cercano a lo acaecido durante épocas pretéritas. De no ser de ese modo, no se entiende cómo lo condenable en otros casos no lo sea en este. Los hechos, como suele suceder, han venido a destapar otros asuntos. Tal es el caso del servicio de vigilancia de su domicilio; eso sí, tan liberal que es y la tarea la realiza la Guardia Civil, en lugar de la seguridad privada, más acorde con su ideología. Sobre todo porque es a costa del erario público y no de su pecunia personal (ahora que suenan redobles de recortes). También en esto vuelve a dar muestras de una actuación rayana en la hipocresía. Es decir, a pesar de un evidente discurso neoliberal, saca tajada al erario público. Aunque, siendo riguroso, bien cercana es la actuación a su pensamiento, pues qué es si no tal ideología. Qué buscan, si no con sus modos de proceder, más allá del desmantelamiento del Estado y el aprovechamiento de sus medios. Con la vigilancia del domicilio se da otra paradoja. Si hacemos caso a lo leído, y aparenta verosimilitud, a quienes la realizan los utiliza para algo más. Si no, no se entiende por qué los manda a deshacer el entuerto, como si de un servicio doméstico se tratase. No sólo hacer los mandados, también ponerlos en el brete de evitar que se reprima un supuesto delito. Si las cosas funcionasen con rigor, tendrían que haber colaborado con la policía local, a la luz de los acontecimientos, no intentar dificultar su labor. Ahora, con su último episodio, la lideresa nos lo deja claro, la norma es para quien la cumple, el resto tienen bula. LEONILO MOLINA RAMÍREZ |